El futuro del sistema financiero

El sector bancario se enfrenta a importantes retos en los próximos años entre los que destaca una reconducción estratégica del negocio como respuesta a una crisis financiera de gran magnitud. Pensar en el futuro del sector bancario equivale a preguntarse cómo las entidades financieras responderán a un entorno mucho más regulado, a un proceso necesario y prolongado de desapalancamiento de buena parte de la economía, a una nueva etapa en la que ya no puede hablarse de deuda soberana libre de riesgo, a un envejecimiento progresivo de la población y a un nuevo orden geopolítico internacional impuesto por la globalización y por la disparidad entre el crecimiento de los países emergentes y los países desarrollados.

Se trata, por lo tanto, de un entorno muy exigente, que guarda elementos comunes con la reacción que ha seguido a otras crisis -consolidación y regulación financieras- y, también, elementos propios entre los que destaca una nueva concepción del riesgo, de la gobernanza bancaria y del crecimiento del negocio. El sector bancario español no es ajeno a estos cambios. El proceso de reestructuración, saneamiento y recapitalización que experimenta desde 2008 constituye una parte fundamental de los cambios necesarios para adaptarse al sector bancario del futuro. En esta nota se repasan algunos de estos retos en clave internacional y, posteriormente, se consideran también algunos desafíos específicos para el caso español.

Los retos del sector bancario que viene

Si hubiera que resumir en dos palabras la principal respuesta de los mercados y de los reguladores a la crisis financiera éstas serían, probablemente, “más capital”. La exigencia de elevación de los niveles de solvencia surge de la confluencia de los nuevos requerimientos de capital de Basilea III y de los primeros impulsos que instituciones como el G-20 trataron de dar a la reforma de la arquitectura financiera internacional, exigiendo una elevación del listón de capital que da soporte a los riesgos bancarios. En este sentido, se ha impuesto un modelo de regulación de la solvencia bancaria que exige más capital de la máxima calidad, el core capital.

Además, esta exigencia se ha correspondido con el reconocimiento de que la regulación de capital tradicional, tiene efectos pro-cíclicos para el crédito porque penaliza las inversiones crediticias -exige más solvencia- en épocas de recesión cuando los balances se deterioran y las favorece -es más laxa- en épocas de expansión en las que el crédito crece de forma más significativa. En reconocimiento de que este diseño de la regulación puede afectar negativamente al crédito, los nuevos requerimientos de solvencia incluyen colchones contracíclicos que, en términos prácticos, son reservas acumuladas que se genera en las fases alcistas del ciclo y se aplica en los períodos recesivos o de escaso crecimiento, para amortiguar el deterioro de los balances.

Otro reto, en paralelo a la recapitalización, es el reforzamiento de la liquidez y la mejora de la relación entre ésta y el nivel de deuda de las entidades. La crisis está evidenciando que los problemas de confianza asociados a períodos de inestabilidad financiera, sumados a los elevados niveles de apalancamiento de las entidades financieras, generan tensiones de liquidez muy significativas que ahora, además, se ven agravadas por los problemas de la deuda soberana.