El alfabeto de la recuperación

2009, a pesar de estar siendo muy duro, lleva camino de resultar en un año excelente para los mercados financieros en general, donde tanto crédito como bolsa han sabido recompensar el riesgo asumido al invertir en ellos. También las diferentes estrategias de gestión alternativa presentan muy buenos retornos tras superar su particular “annus horribilis” de 2008.

En los últimos meses hemos observado cómo diferentes organismos internacionales revisaban al alza sus previsiones de crecimiento, vislumbrando un 2010 en el cual la mayoría de economías volverían a crecer tras la recesión de este año (con algunas excepciones como el caso español). Que nadie se lleve a engaño, sin embargo, pues dicha reactivación será suave en comparación con la salida de otras crisis y pivotando sobre las economías emergentes. En el alfabeto de formas de recuperación económica sería algo más parecido a una “U” o al símbolo de la raíz cuadrada que a una “V”, en un contexto de bajas presiones inflacionistas dados los excesos de capacidad productiva y débil demanda aún existentes.

Y con ello entramos de lleno en la clave de la sostenibilidad de la incipiente mejoría económica. Hasta ahora han sido los fuertes shocks externos de las políticas fiscales y monetarias expansivas los que han hecho que vuelva a arrancar el motor del mundo que se paró a mitad de 2008, apoyados también por la necesidad de recomposición de inventarios a la que nos vamos a enfrentar en los próximos meses. Bienvenidos sean. Pero este tipo de estímulos son limitados en el tiempo y acarrean fuertes desequilibrios macroeconómicos que también hipotecan el crecimiento futuro. Para que la rueda no se pare de nuevo es necesario que la reactivación económica tenga continuidad en la creación de puestos de trabajo y posteriormente en el consumo.

Los mercados financieros han interpretado la futura evolución macroeconómica de una manera muy favorable, dejando de cotizar un riesgo sistémico extremo y disminuyendo sensiblemente la aversión al riesgo. Incluiríamos también la reducción del riesgo país, justificación a que los tipos de interés largos no estén repuntando en exceso al hilo de las mejores perspectivas económicas. Será interesante ver si los beneficios empresariales pueden tomar el relevo como motor de los índices bursátiles, y no sólo por la reducción de costes sino también por incrementos en unos ingresos que, aunque sean leves, sirvan para aprovechar el apalancamiento operativo para el que las compañías se han estado preparando.

Para acabar me gustaría hacer una reflexión sobre el efecto diversificador de los mercados financieros durante 2009 en el patrimonio de muchos inversores. Unos clientes que han visto como el patrimonio inmobiliario sigue padeciendo, las pequeñas y medianas empresas continúan sufriendo las restricciones de financiación y sólo las inversiones en los valores cotizados proporcionan algunas alegrías. Que la fuerza y la beta del mercado nos acompañen.