Dos gráficos para explicarles a los inversores por qué ha sido imposible generar rentabilidades positivas en los mercados en 2018

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Investmentzen, Flickr, Creative Commons

El 2018 pasará a la historia como un año horrible en los mercados financieros. No hay clase de activo que se salve. Todo está en números rojos, incluido la renta variable americana, hasta ahora la única que se libraba. Todo se puede resumir en un simple gráfico, el presentado por Nadège Dufossé, responsable de asignación de activos en Candriam, en la presentación celebrada ayer por la gestora en Madrid. En él se demuestra que no ha habido lugar en el cual refugiarse. Nada ha funcionado. En 2008, en el año de la gran crisis de los mercados, al menos algunas categorías ofrecieron rentabilidades positivas. Este año, no. “Nunca hemos tenido un año como este. Incluso en 2008 el inversor se pudo refugiar en el Tesoro americano o en el oro, que funcionó como cobertura. El sentimiento general hoy es la cautela. Es bastante sencillo estar negativos”, explica Dufossé.

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Luca Paolini considera que de este año se pueden extraer algunas enseñanzas muy valiosas. “En 2018 hemos aprendido que la diversificación no siempre funciona como un almuerzo gratis. El sentimiento ha sido negativo y han faltado alternativas. De hecho, hasta noviembre, sólo el 15% de las clases de activos que seguimos, incluyendo el oro y el efectivo, mostraba rentabilidades positivas, hasta el punto de que la liquidez es por primera vez desde 1990 la mejor clase de activo a nivel global. Más aún, el 2018 es de los peores años para el mercado de bonos en los últimos 30 (hay que remontarse a 1994 y 1999) y una cartera compuesta por el 25% de renta variable y el 75% de renta fija ha llegado a generar este año rentabilidad negativa, lo que solo ha ocurrido en 1987, 1994 y 2008”, rememora el estratega jefe de Pictet AM.

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Hay que tener en cuenta que el ciclo de negocios se ha deteriorado en EE.UU, Japón y Suiza, con indicadores avanzados neutrales o negativos en prácticamente todas las regiones. Y, en este entorno, el experto ve improbable que el mercado disfrute de un rally de fin de año, puesto que las empresas en todas las industrias están experimentando el mayor número de rebajas de beneficios en dos años y el crecimiento de los mismos globalmente probablemente se reduzca a la mitad en 2019, hasta el 7% (en EE.UU desde 23% este año).

Richard Turnill, director Mundial de Estrategia de Inversión en BlackRock, reconoce que capear los mercados en 2018 ha resultado complejo. "Muchos mercados de renta fija, renta variable y deuda corporativa de todo el mundo están a punto de cerrar el año con rentabilidades negativas. En nuestra opinión, las incertidumbres en el plano del comercio y la subida de los tipos de interés han lastrado considerablemente los títulos y han ensombrecido el sólido crecimiento de los beneficios. Una de las lecciones que hemos aprendido de 2018 es que el aspecto geopolítico es importante", afirma. Pero, quizás lo peor es que las perspectivas no son nada halagüeñas.

“Estamos al final del ciclo económico y los mercados anticipan, lo que hará que la volatilidad persista. La renta variable ofrece unas valoraciones muy ajustadas, aunque con las caídas registradas este año y los buenos resultados empresariales, son más atractivas de lo que lo eran en enero. La renta fija está complicada. Eso es un gran reto para las carteras conservadoras, donde el peso de esta clase de activo es importante. Hablarle a ese tipo de cliente en estos momentos es muy difícil. El próximo año las cosas van a seguir estando complicadas en los mercados. No se le puede decir lo contrario. Las expectativas deben ser realistas”, subraya Carla Bergareche, directora general de Schroders para España y Portugal.

Los que más difícil lo tendrán serán, precisamente, los inversores en euros. “El universo de inversiones atractivas para los inversores europeos se reduce por las condiciones del mercado, principalmente por el coste de la cobertura y por el aplanamiento de las curvas”, subrayan desde Natixis IM. En la práctica, esto significa que el inversor europeo no puede aprovechar las mayores tires que ofrece la renta fija americana. El coste que supone cubrir los activos denominados en dólares no ha dejado de incrementarse en los últimos cuatro años.

El catalizador principal de este coste es el diferencial de tipos a corto plazo entre Estados Unidos y la Eurozona. Lejos de ir a menos, con una Reserva Federal que está mucho más avanzada que el BCE en su hoja de ruta de subida de tipos, se estima que este coste pueda seguir aumentando. Actualmente, el coste está en el entorno del 3%. Es decir: si el bono del Tesoro americano ofrece una rentabilidad del 3% y el coste de cobertura es del 3%, la rentabilidad que se lleva el inversor europeo es del 0%. Así de duro.

Pese al difícil entorno de mercado que se prevé para 2019, esto no quiere decir que el inversor deba deshacer posiciones, sino cambiar el chip, por ejemplo alargando el horizonte temporal de sus inversiones. "Ello permitiría asumir algo más de volatilidad e ir ajustando las inversiones de una forma distinta, incluyendo más activos en cartera según sea el perfil de riesgo del cliente. Creo que se están dando pasos en ese sentido”, concluye Bergareche. Poner las luces largas y tratar de evadirse ante la volatilidad es el consejo que lanzan la mayoría de los responsables de las gestoras internacionales para afrontar el difícil entorno de mercado que se presume se avecina.