Desigualdad

Nuevo post del blog de María Folqué y Montserrat Formoso de Funds People.

Con las cenizas de Macondo todavía calientes y esperando que sigan así por muchos años mientras lo permitan la saga de los Buendía, Santiago Nasar y Florentino Ariza, nos hemos plantado en la semana del libro. “There’s method in my madness” dijo Don William por boca de Hamlet y Don Quijote recogió el guante al convertirse en el héroe que llega a la verdad por ese algo de impostura que hay en toda locura.

Las celebraciones de los libros coinciden con la polémica sobre uno que quiere advertirnos contra el siglo XIX de Dickens y Gaskell, “El capital en el siglo XXI” del economista francés Thomas Piketty, que acaba de publicarse en inglés.

Piketty se ha puesto a investigar la evolución histórica de la riqueza y la renta en más de 20 países y ha llegado a la conclusión contraria a la de Kuznets en los años 50, o sea que la desigualdad no se corrige por si sola cuando las economías maduran. Y es que, si la concentración de la riqueza disminuyó considerablemente durante gran parte del siglo pasado, desde mediados de los 70 ha vuelto a repuntar. Si en el Reino Unido en 1910, el 10% más rico acumulaba un 90% de la riqueza total y percibía el 45% de las rentas, esa tasa bajó hasta un 60% a mitad de los 70 pero hoy vuelve a estar en un 70%.

Piketty advierte de que en un entorno de menor crecimiento económico, si las tasas de ahorro no aumentan y teniendo en cuenta el impacto de la revolución tecnológica sobre el empleo y otras cosas, el capital seguirá ganando peso en la economía en la medida en que aumente a mayor ritmo de lo que disminuye su productividad marginal. Esto hará que las rentas de capital ganen terreno frente a las rentas de trabajo, lo que generará más desigualdad, sobre todo en la medida en que la tasa de retorno del capital sea mayor que el crecimiento económico. En la visión de Piketty, corremos el riesgo de volver a una economía de rentistas a lo siglo XIX, con sus herederos, sus mansiones en el campo y sus filósofos alemanes críticos y barbudos.

Pero si la mayoría de la población tiene unos estándares de vida aceptables ¿por qué importa la desigualdad? Pues Piketty señala que porque corrompería la democracia, algo que el Profesor Michael Sandel, ya había advertido con su “What money can’t buy”. Con un tono más filosófico y social, Sandel nos previene contra meter al mercado en todas nuestras relaciones porque estas cambiarán inevitablemente de naturaleza y nos quedaremos sin espacios comunes de convivencia ciudadana.

A Piketty le han dicho de todo claro. A veces para bien, como Krugman en el NY Review of Books, a veces para mal porque la solución que propone es muy polémica, a saber, un impuesto mundial sobre la riqueza. Para otros, Piketty olvida que el capital no es monolítico sino que está sujeto al vaivén de la valoración de los mercados, y las tasas de retorno no son ni mucho menos inmutables y crecientes de forma constante.

La polémica coincide muy oportunamente con la noticia de que la clase media estadounidense ha dejado de ser la más rica. Enhorabuena a Canadá y por supuesto al Profesor Piketty, cuyas rentas de capital (intelectual) se habrán visto aumentadas en las últimas semanas.

De quien también nos acordamos mucho estos días es de Draghi, como no. Y es que nerviosillos y expectantes nos tiene con qué hará con la política monetaria, qué mercados de renta fija estará sondeando para comprar y cuándo lo hará. Pero en el fondo del asunto, la pregunta más pertinente es si realmente lo hará o esto es una estrategia para hacer debilitar el euro. Ralph Atkins dejaba caer en el ft.com que hay una línea de pensamiento que apunta que Draghi va de farol, y que aunque todo el mundo admira el descaro de nuestro banquero central, éste es un master en el póker.  

Y mientras los analistas van tejiendo y destejiendo escenarios de actuación del BCE (compra de titulizaciones, por ejemplo, no antes de junio, por ejemplo, condicionado por la deflación, el tipo de cambio o la liquidez bancaria, por ejemplo), los periféricos siguen siendo trendy. Si hace dos semanas era Grecia la que acudía a los mercados de nuevo, ésta lo hizo Portugal con la primera emisión de deuda no sindicada, lo que está muy bien cuando está a punto de expirar el programa de rescate de 75.000 millones de euros. Adiós al yugo de la troika, pero pagando la letra mes a mes. Y en este ambiente de buen rollo y aceptación de los Tesoros periféricos no falta España tras colocar 5.560 millones de euros en títulos a tres, cinco y diez años a mínimos históricos.

Y volviendo a Grecia, Bruselas ha confirmado que había logrado superávit positivo en 2013. No ha sido gratis. Si bien para llegar al +0,8% del PIB (1.500 millones de euros) hay que rascar un poco: la cifra parte de un déficit (real) del 12,7%, pero si restamos lo que hay que pagar por intereses, el programa de recapitalización a la banca y más ajustes, ya nos sale el +0,8%.  La magia de la contabilidad.

Podríamos seguir con los niveles de deuda sobre el PIB que hemos conocido esta semana y las cifras oficiales de déficit para el resto de Europa. Pero no lo haremos, que en el otro lado uno tiende a ser más agorero. Mejor quedarnos con los buenos datos de PMI a lo largo y ancho del viejo continente. 

Mario Draghi compra de oferta contribuyendo a la deflación.

 

Buena semana,