Descubriendo un escondido y suculento japonés

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Joel Filipe (Unsplash)

Cuando crucé la puerta de Naomi, un pequeño y veterano restaurante japonés entre el estadio Santiago Bernabéu y la calle Bravo Murillo (Madrid), cotilleé la hoja de reservas mientras la camarera me recibía con una sonrisa de oreja a oreja. Mi nombre estaba escrito así: “Rua”. No pude evitar acordarme de la vez en la que me contaron que en el japonés no existe la “l”. Por eso, hay veces en las que la sustituyen por una “r” suave. Fue la primera señal que me hizo pensar en que Naomi es un japo de los de verdad. Los pequeños detalles, como las preciosas láminas con caligrafía nipona al fondo de la barra de sushi, parecían confirmarlo. La comida lo terminó de corroborar.

Si se dan una vuelta por la red, leerán que algunos internautas se refieren al restaurante como “el japonés de Azca”. Quizá sea un término relativo: está mucho más cerca de Bravo Murillo, a la altura de la boca de metro de Estrecho. Su decoración no es especialmente exquisita, con las paredes revestidas con piezas de madera. Eso sí, algunas cosas, como los gatos de la fortuna, las máscaras que reinan tras la barra y un reloj de pared con piezas de sushi en lugar de números son, sencillamente, geniales. Tampoco es que los vinos sean espectaculares. En mi opinión, lo ideal es acompañar la comida con Asahi o Kirin, la gran representación de cervezas niponas en la carta.

Todos los defectillos anteriores se quedan en pequeñeces cuando la comida, con una envidiable relación calidad-precio, llega al plato. Por citar sólo dos platos de la carta, la sopa de miso es suave, pero sabrosa. Y el pescado se sirve increíblemente fresco y en unas raciones generosas que, en el sushi -intenso con un toque de wasabi- desbordan al arroz. Toda una delicia que hace que el de cualquier asiático al uso sepa a plástico.

Una última sugerencia: reserven antes de ir, ya que el restaurante es pequeño y cuenta con pocas mesas. Dos de ellas, por cierto, son sólo para comensales que se descalcen.

Y mil gracias a Gabriel, de Eating Madrid, por sugerirme el sitio.