Desarrollo económico de los Estados Unidos y de Europa: Puntos fuertes y débiles

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Los datos económicos han confirmado que la mayor potencia económica del mundo sufrió una drástica desaceleración en los primeros meses del año. Según el avance de las estimaciones del PIB, el crecimiento de la economía estadounidense fue de un escaso 0,2 % (intertrimestral anualizado) durante el primer trimestre del año. Un mes después, una segunda estimación mostró una contracción material del 0,7 % (intertrimestral anualizado). Esta marcada revisión a la baja en el PIB estadounidense sugiere que los datos relativos al último mes revelaron indicios de flaqueza.

A pesar de que el PIB representa, con diferencia, la información más vigilada, no es la más precisa. Por tanto, sería arriesgado aventurarnos a juzgar el estado de una economía únicamente por el rasero del PIB.

¿Qué revela el resto de datos disponibles sobre la situación económica en Estados Unidos? Los indicadores adelantados sugieren que la economía creció durante los primeros meses del año a pesar de hacerlo a un menor ritmo en comparación con el segundo semestre del año pasado. Por ejemplo, el índice compuesto ISM manufacturero se sitúa en 57 puntos, un nivel holgadamente superior a los 50 puntos; una economía que registre cualquier resultado inferior a esta última cifra estará abocada a una recesión.

Si observamos el índice ISM más de cerca, se aprecia que la economía estadounidense circula a dos velocidades. Por una parte, el componente del índice centrado en la fabricación ha seguido una estela bajista en los últimos tres trimestres, hasta los 51,5 puntos. Esta desaceleración se refleja también en la producción industrial y sugiere que la pujanza del dólar estadounidense tuvo un impacto negativo en las exportaciones, mientras que el precio reducido del petróleo congeló el ciclo de inversión de capital en el sector del petróleo de pizarra. Por otra parte, el índice no manufacturero se ha mantenido en cotas elevadas (61,6 puntos), lo que indica el alto grado de dinamismo del sector de los servicios, que recibe un mayor impulso del mercado interior. Los datos del mercado laboral también avalan esta tendencia divergente.

Para tener una idea del tamaño que posee el sector privado de los servicios en la economía, conviene apuntar que este sector abarca en torno al 68% del PIB y un 71 % del empleo total, si bien la fabricación de productos apenas supone un 12 % y un 9 %, respectivamente. El 20 % restante lo componen la construcción, los servicios públicos, la minería y la industria maderera. Puesto que más de dos tercios de la economía registran un buen comportamiento, entendemos que la desaceleración estadounidense supone un pequeño bache.

El quid de la cuestión radica en saber si la era del dólar fuerte y el precio bajo del petróleo va a durar más tiempo o si se trata de un simple fenómeno pasajero. Es probable que el desarrollo de los acontecimientos en ambos precios venga a desempeñar un papel decisivo en los trimestres venideros. En cuanto a la Reserva Federal, que aumentará seguramente su tipo objetivo por primera vez en este ciclo, los datos recientes arrojan un panorama confuso y vuelven bastante difícil la tarea de adivinar cuál será su decisión. No obstante, insistimos en nuestra idea de que la subida de tipos de interés se producirá en la segunda mitad del año, probablemente en septiembre.

En Europa, el flujo de datos económicos ha sido muy positivo. El PIB europeo correspondiente al primer trimestre aumentó un 1,6 % (intertrimestral anualizado). El consumo privado y las exportaciones netas han constituido los principales motores del crecimiento. La mejoría en las perspectivas del mercado laboral ha ido acompañada de una recuperación del consumo. La devaluación del euro también ha contribuido a que otras economías europeas ganen competitividad a escala internacional. Como consecuencia, se apreció una mejora de la balanza comercial de la zona euro, lo que aceleró el impulso económico. Es preciso observar, sin embargo, que la recuperación de las exportaciones no solo se debe a la fragilidad de la moneda única, sino también a la implementación gradual de las reformas estructurales en la periferia europea.

La inversión, que se resiste a salir de sus niveles bajos, sigue siendo la única pieza que falta para que se materialice una plena recuperación. Estamos convencidos de que la actividad inversora aumentará de forma paulatina en los próximos meses, con el surgimiento de un nuevo ciclo crediticio.

Tenemos previsto que el crecimiento de la zona euro siga mejorando en los próximos meses. Por ejemplo, los indicadores de confianza de la Comisión Europea apuntan hacia una nueva aceleración. En lo relativo al crecimiento regional, uno de los acontecimientos interesantes que está todavía pendiente de confirmación es que Alemania ya no es una de las locomotoras del crecimiento, a pesar de ser la única en periodos anteriores. De hecho, Francia, España e Italia juntos representan dos tercios del crecimiento europeo en el primer trimestre.

Grecia sigue representando un problema clave para los inversores. Existen cada vez más pruebas de que el Gobierno griego se está quedando sin liquidez. Las instituciones y el país heleno están entablando negociaciones en la actualidad, si bien en el momento de escribirse este comentario de mercado, no hay acuerdo a la vista. No cabe duda de que los mercados reaccionarán de forma tajante frente a cualquier acontecimiento.