Criptoactivos: la transformación de las finanzas

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Funds People

TRIBUNA de Carlos Fernández Herraiz, senior advisor en Grant Thornton 

The Times 3 de enero de 2009, Chancellor on brink of second bailout for banks

Este mensaje está registrado en el primer bloque de transacciones de bitcoin, el bloque cero o bloque génesis. El bloque incluye una única transacción, la creación o minado de 50 bitcoins. Once años después, esos 50 bitcoins valen más de 400,000 dólares. Hoy circulan algo más de 18 millones de bitcoins y hay más de 1000 activos digitales diferentes, todos ellos hijos, nietos o parientes de bitcoin.

En enero de 2009, nadie en el sector financiero sabía lo que era un bitcoin, y tampoco había tiempo para pensar en otra cosa que la supervivencia. Las obligaciones convertibles cotizaban a precios compatibles con primas negativas; los hedge funds aplicaban todo el arsenal legal de sus prospectus, apurando calendarios de preaviso, aplicando gates o creando side pockets para evitar evaporarse en una espiral de solicitudes de reembolso, iliquidez, incremento de márgenes, colateral, coste del apalancamiento, etc.. Los bancos de inversión no estaban mejor salvo por el hecho de que la Fed forzó a los supervivientes convertirse en bancos supervisados de verdad a cambio de financiación. Seguiríamos con los mínimos de la renta variable, la huida hacia la calidad en las divisas o la implosión de las materias primas energéticas e industriales.

John Paulson acababa de embolsarse un jugoso bonus especulando contra las subprime en the big short mientras Hank Paulson intentaba mitigar el impacto del desastre, los antiguos empleados de Lehman encontraban acomodo en otros lugares menos glamourosos y Bernanke veía la oportunidad para aplicar sus teorías a una realidad distorsionada por el shadow banking. Acababa de explotar el escándalo de Madoff y, en Reino Unido estaba a punto de llegar una nueva inyección de miles de millones de libras para apoyar el estrangulamiento de crédito de los bancos de la City.

Mientras, en algún lugar del mundo, Satoshi Nakamoto, produjo el primer bloque de transacciones de Bitcoin citando la noticia del bail out de los bancos ingleses. Satoshi bebía de la tradición de la criptografía aplicada a la industria financiera que llevaba 30 años buscando una solución a la transmisión de valor digital sin intermediarios. David Chaum y los criptógrafos, Hal Finney, Dai Wei y los cypherpunks de Tim May, o las divisas digitales centralizadas como e-gold o Liberty Reserve, con sus luces y sus sombras. Desarrolladores, hackers, libertarios, filósofos, anarquistas… Tantos nombres que se recitan en los círculos como los profetas que precedieron a Satoshi.

Avanzamos hasta principios de 2020. Los ejemplares originales completos que todavía se conservan del periódico The Times del 3 de enero de 2009, se ofrecen a la venta por cientos de miles de dólares. Olvidada la crisis de 2008, la deuda global está por encima de los máximos de 2007 y las valoraciones de los activos financieros, tras la aplicación de las soluciones de Bernanke, cerca de la exuberancia irracional, una vez más. El manifiesto Cypherpunk de Tim May, leído con la perspectiva de hoy, suena a que ha ocurrido lo contrario.

Se han desarrollado modelos de valoración para criptodivisas basados en el efecto red de Metcalfe y se ha intentado traer al presente una versión para criptos de la identidad de Fisher (si Fisher levantase la cabeza…). También modelos basados en el coste de producción de bitcoin, donde aspectos como la retribución por el minado de un bloque, el coste energético de la resolución de la prueba de trabajo o la inversión en el hardware de cálculo de hashes y su mantenimiento deben ser tenidos en cuenta. Spoiler:  en cuatro meses se reduce a la mitad la retribución en número de bitcoins por el minado de un nuevo bloque, el halving, algo que usualmente se asocia a un incremento del precio en dólares que compense ese efecto.

Los bancos centrales exploran la aplicación de la tecnología subyacente al sector financiero desde 2015, al igual que una parte mayoritaria del propio sector. Una tecnología que todo el mundo conoce como blockchain, aunque en el paper original de Satoshi, sea este señor quien sea, no aparece la palabra blockchain en ningún lado. A los consultores, a veces, nos gusta llamarla DLT (tecnologías de registro distribuido. Durante algunos años, bitcoin era una palabra tabú en los círculos financieros y blockchain estaba demasiado cerca, DLT era más apropiado para los comunicados de las instituciones.

En enero de 2020 el mundo de los criptoactivos ya ha pasado por su primera burbuja, gracias a la fiebre de las Initial Coin Offerings (sic) por la proliferación de fichas (tokens) creadas a partir de la red de Ethereum, otra blockchain que más que una red de pagos es una especie de ordenador descentralizado ideado por el niño genio Vitalik. Una burbuja que entre mediados de 2017 y principios de 2018 arrastró a bitcoin, las altcoin, los tokens y a toda una plétora de objetos digitales transferibles a unos precios estratosféricos, locura desenfrenada y sueños de lamborghinis y luego al criptoinvierno de 2018.

Para cualquiera que haya leído Manías, Panics and Crashes, nada nuevo bajo el sol, y más bien la confirmación de que estos criptoactivos han venido para quedarse, manteniendo la venerable tradición de otros activos financieros de provocar pasiones y odios irracionales. Para acabar de apostillar los paralelismos, baste observar que ya tenemos siglas complejas en el argot para representar distintos tipos de emisiones (ICO, IEO, STO, etc…) y jerga que la comunidad ha creado o de la que se ha apropiado ampliando los significados de expresiones como Hodle, FOMO, FUD, Pump and Dump…

Los activos digitales no son una moda pasajera ni un reducto para freakies, son probablemente la primera manifestación de un nuevo mundo en el que las finanzas (si es que sigue existiendo ese concepto con el mismo significado) van a ser muy distintas a como las hemos conocido: Abróchense los cinturones.