Consejos prácticos para evitar caer en la trampa de las burbujas bursátiles

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Nacho Romero (Flickr, Creative Commons)

Aunque en las fases alcistas del mercado la masa acierta a menudo, existen numerosos ejemplos en los que el rebaño sale mal parado cuando el mercado cambia de signo. La apuesta generalizada por los valores tecnológicos a finales de la década de 1990 es un ejemplo clásico de comportamiento gregario. Cuanto más extremas eran las valoraciones, con más ahínco intentaba la masa hacer que las líneas verticales diferentes parecieran de la misma altura, aseguran desde Fidelity Worldwide Investments. “Identificar burbujas es sencillo a posteriori, pero no lo es tanto cuando las emociones de los inversores están en su momento álgido”.

En un artículo publicado por la gestora, Fidelity recuerda las cinco etapas que caracterizan una burbuja. La fase 1 es la sustitución: cuando se introduce una nueva tecnología (como el ferrocarril o Internet) o se afianza una nueva dinámica de crecimiento. Es ahí cuando suele entrar en escena el llamado "smart money" o dinero inteligente. Las fase 2 es el despegue: cuando calan una serie de argumentos persuasivos (por ejemplo, "Internet lo cambiará todo"). La fase 3 es la euforia: cuando el despegue llega demasiado lejos y arrastra a nuevos inversores atraídos por la posibilidad de conseguir ganancias fáciles, pero a menudo con una escasa comprensión de los riesgos.

La fase 4 sería la de la crisis: cuando los que manejan información de primera mano empiezan a vender y los precios caen bruscamente. Y, por último, la fase 5 es el rechazo: cuando los inversores capitulan y las caídas suelen volverse aún más acusadas. Esta fase a menudo se acompaña de reacciones políticas y sugerencias de reformas normativas, como las que hemos visto después de la crisis crediticia. Pero, ¿qué medidas prácticas debe tener en cuenta el inversor para reducir su exposición a las burbujas bursátiles?

Fidelity cita algunas. “Existen pruebas convincentes de que los índices de capitalización bursátil suelen amplificar el pensamiento del rebaño. Esto se debe a que están basados en los precios y eso provoca que sistemáticamente otorguen más peso a acciones glamurosas sobrevaloradas. Los sectores ‘calientes’ incrementan su peso en el índice conforme van subiendo y eso hace que los cambios de signo que sobrevienen en esos sectores sean más dolorosos”. Por ejemplo, en 1996 el sector de tecnología de la información representaba alrededor del 10% de la capitalización total del S&P 500. En 2000, se había triplicado hasta un increíble 33%, haciendo que una inversión en el S&P 500 estuviera bastante concentrada en el sector tecnológico de EE.UU.

“Por ello, invertir activa y estratégicamente es fundamental para impedir estas concentraciones cuando los riesgos empiezan a pesar más que las recompensas”, señalan desde la entidad. Sin embargo, la cuestión de los índices de capitalización bursátil también plantea algunas preguntas sobre el valor de los índices de referencia. Por este motivo, muchos proveedores de fondos e inversores también están pasándose a los fondos sin restricciones, que se gestionan sin estar referenciados a un índice. Los fondos sin restricciones pueden ofrecer un enfoque genuinamente diferente a los inversores”, asegura la gestora.

De este modo, “liberar al gestor del corsé que supone el índice de referencia elimina los obstáculos para que invierta en sus mejores ideas, partiendo de una valoración absoluta de los riesgos y las recompensas potenciales”. Un enfoque sin restricciones puede entenderse, según la entidad, como un intento deliberado de apartarse de la manada que sigue al índice. Como dijo Sir Jon Templeton, uno de los inversores más importantes del siglo XX: "Es imposible generar rentabilidades superiores a menos que hagas algo diferente a la mayoría".