Cómo influye una etiqueta socialmente responsable en las operaciones corporativas

Sostenible
Anton Croos, Wikimedia Commons

El auge que ha tenido la inversión responsable, motivada en gran parte por un aumento de la demanda por parte de los grandes inversores institucionales ha ido acompañada de una reducción del agnosticismo que este tipo de inversiones despertaban en el pasado con respecto, sobre todo, a su rentabilidad. De hecho, hay varios estudios que demuestran con datos que la inversión responsable no solo no tiene por qué ser menos rentable que la tradicional sino que además implica una menor volatilidad. Y esa es la idea que empieza a calar también entre los ejecutivos.

Un estudio realizado en 2019 por la consultora McKinsey y publicado en febrero de 2020 demuestra ese cambio en la percepción de los empresarios hacia la inversión con criterios ESG (siglas en inglés de ASG), al comparar los resultados de dicha encuesta con otra similar realizada en 2009 o, lo que es lo mismo, a finales de la pasada década.  Según la misma, el 83%de los líderes y profesionales de la inversión senior (c-Suite) dicen que esperan que los programas ASG aporten más valor para los accionistas en cinco años que hoy. Y además, también indican que estarían dispuestos a pagar una prima de alrededor el 10% para adquirir una empresa con un historial positivo en cuestiones de ASG sobre una con un historial negativo.

Además, ha crecido también el porcentaje de ejecutivos que ya no solo cree que a largo plazo esos criterios ASG aportarán valor a una compañía, sino que ya lo hacen en el presente. En concreto, es algo que defienden el 57% de los encuestados en término medio aunque la cifra crece cuando se analizan cada una de las siglas (E, S,G) por separado. “El 93 por ciento diciendo que los programas sociales (la S) hacen una contribución positiva a largo plazo, en comparación con 77 por ciento en 2009”, apunta el informe y en el caso del corto plazo ese porcentaje es del 66% en comparación con el 41% de hace diez años. No obstante, donde más ha caído el número de agnósticos es en lo relativo a la E (Environmental) sobre todo en cuanto al valor que aporta a los accionistas a corto plazo. En 2009, la tasa de encuestados que así lo defendía no llegaba apenas alcanzaba niveles del 30% y ahora ese porcentaje roza el 60%.

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Al tiempo que crecen los ejecutivos que consideran que la ASG implica un aumento de valor para el accionista, caen los encuestados que consideran justo lo contrario. Así, sólo el 3% de los encuestados cree que esos programas reducen el valor para los accionistas, y el 14% dice no estar seguro. Ese nivel de incertidumbre es significativamente inferior al 25% de los encuestados que no estaban seguros en 2009.  Con estos datos no es de extrañar que cada vez sean más los que considerarían pagar una prima en una operación solo por la nota en ASG que pueda tener. De hecho, una cuarta parte de los encuestados dicen que estarían dispuestos a pagar una prima del 20%  y el 7% dice que pagaría una prima de más del 50%. E incluso aquellos que dicen que los programas ESG no aumentan el valor para los accionistas están dispuestos a pagar un 10% más por una empresa con un registro positivo.

Ante este cambio de percepción a mejor de lo que son los criterios ASG, no es de extrañar que cada vez sean más las empresas que incluyen estos criterios en su toma de decisiones, tanto estratégicas como operativas . “Más de siete de cada diez encuestados dicen que -o, en el caso de los ejecutivos, sus organizaciones- tienen en cuenta de alguna manera o plenamente las cuestiones relativas a los ASG en sus evaluaciones de los competidores de una empresa y su cadena de suministro. Y casi ocho de cada diez dicen que por lo menos consideran de alguna manera las cuestiones ASG en sus evaluaciones de los posibles proyectos de capital”.

La conclusiones de este estudio casan a la perfección con los resultados que han arrojado las compañías con un fuerte componente de ASG en la crisis de mercado desatada por la extensión del coronavirus, donde se ha visto cómo a mayor componente de ASG de la compañía, menos volatilidad en mercado. Así, al menos lo apunta un reciente estudio de Fidelity,  que cuantifica que cada nivel adicional (de la A a la E) del sistema interno de calificaciones medioambientales, sociales y de buen gobierno (ESG, por sus iniciales en inglés) de la gestora equivalió a 2,8 puntos porcentuales de comportamiento bursátil frente al índice durante la reciente fase de volatilidad.