Cómo identificar cuándo es el momento de reducir su exposición a renta variable

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Durante los últimos años, las gestoras de fondos han ido publicando un sinfín de informes en los que explicaban, con datos en la mano, la importancia de que los inversores mantuviesen sus inversiones en renta variable y no tratasen de hacer market timing. Estos estudios suelen incidir en la idea de que perderse determinadas sesiones bursátiles –aquellas en las que más suben las bolsas- puede provocar una gran reducción en la rentabilidad final que obtenga el cliente. Cuando los precios de las acciones se desploman, los inversores tienden a asustarse y vender, perdiéndose muchas veces fuertes rebotes posteriores. Si bien esto es cierto, también lo es que estos análisis están hechos sobre unas décadas de mercados alcistas y que la estrategia de mantenerse permanentemente invertido viendo pasar los ciclos sin mover el dinero tampoco sería la mejor opción.

Según John Rekenthaler, analista de Morningstar, estar invertido siempre ha sido el consejo adecuado para los inversores, excepto cuando las valoraciones alcanzan niveles récord. Es una de las lecciones que nos deja la historia. “Durante los 20 años siguientes a la conclusión de la Segunda Guerra Mundial permanecer en renta variable fue la decisión correcta. Luego vinieron 15 años terribles, hasta mediados de la década de 1980, cuando las acciones fueron devastadas por la inflación. Para ese tramo, los inversores habrían hecho bien en evitar la renta variable. Sin embargo, tomar esa decisión implicaba entender la economía, no juzgar el nivel de las valoraciones de las acciones. No es que los precios de las acciones fueran particularmente altos; en cambio, la inflación subió mucho más de lo que había sido, y también mucho más de lo que sería”, explica.

“Desde principios de la década de 1980, las acciones experimentaron tres desplomes. Dos de esas ocasiones fueron casi imposibles de anticipar. El Lunes Negro de 1987 surgió de la nada. La crisis financiera de 2008, por otra parte, se produjo por razones económicas bien documentadas. En todo el mundo, los bancos se derrumbaron y los mercados inmobiliarios se hundieron. Ningún indicador bursátil podría haberlo previsto. La única ocasión en la que mereció la pena tener una opinión fue durante el auge de las puntocom, cuando los valores tecnológicos registraron valoraciones que superaron todos los niveles subsiguientes. El sentimiento estaba igualmente sobrecalentado. Ese fue un buen momento para reducir la exposición a las acciones”, señala. A su juicio, los modelos no reflejan el mundo real.

“Desafortunadamente, no veo cómo los procesos mecánicos pueden guiar las estrategias de inversión que se basan en las valoraciones del mercado. Aquellos que lo han intentado, sobre todo utilizando el PER de Shiller, que examina la relación precio/beneficio ajustada cíclicamente, han fracasado. Tales medidas funcionan bien en retrospectiva, pero no han sido predictores útiles. La discrepancia ocurre porque las cosas cambian. El concepto de que el pasado se repite está implícito en cada indicador de mercado. Las fluctuaciones de la bolsa crean una falsa impresión. Sugieren que esta vez es diferente, cuando en realidad no lo es. Puede ser que las condiciones futuras sigan siendo similares a las del pasado, en cuyo caso el indicador probablemente resultará valioso. Pero a menudo, eso no es así”, revela Rekenthaler.

Métricas para saber qué rentabilidad debo esperar

En consecuencia, el experto reconoce que, aunque a veces las acciones son caras, reconocer cuándo surge esa situación y sacar provecho de los conocimientos es una tarea francamente difícil. Sin embargo, existen análisis que pueden ayudar al inversor a hacerse una idea partiendo de una ratio tan simple como el PER. Para demostrarlo, J.P.Morgan AM ha cogido toda la serie histórica del mercado de renta variable estadounidense y estudiado en cada uno de los puntos de PER (eje horizontal) cuál fue la rentabilidad ofrecida por la bolsa americana a un año vista. Es decir: en todos los meses desde 1988, lo que hicieron fue estudiar cuál fue el retorno ofrecido por el S&P 500 en los siguientes doce meses (por ejemplo, identificar a qué PER cotizaba la bolsa estadounidense en enero de 1988 y anotar cuál fue el retorno generado por el mercado hasta enero de 1989 y así sucesivamente).

“Lo que se puede concluir de aquel análisis es que hay mucha dispersión. Hubo momentos en los que se pudo comprar a un PER de 14 veces y al año siguiente el mercado había perdido un 40%. Del mismo modo, también hubo años en los que se pudo comprar a un PER de 14 veces y el mercado generó una rentabilidad del 50% en los siguientes doce meses. Esto significa que el PER no te sirve para predecir rentabilidades en el corto plazo. Los mercados pueden caer a doce meses no estando el PER en niveles excesivos”, explica Manuel Arroyo, director de Estrategia de J.P.Morgan AM para España y Portugal. Sin embargo, de la misma forma que el PER no aporta demasiada información en términos de rentabilidad esperada a un año vista, a un periodo más largo sí es un factor importante en términos del retorno que puede generar el mercado.

“Si en lugar de analizar las rentabilidades generadas por el mercado a doce meses, lo haces a diez años vista, se puede observar que existe una relación muy clara entre el PER al que compras y la rentabilidad anualizada a futuro ofrecida por el mercado en la siguiente década. Así, por ejemplo, si hubieras comprado en los últimos 30 años a un PER de 11 veces, la rentabilidad anualizada de los siguientes diez años hubiese estado entre un 15% y un 20%. A medida que vas comprando con PER más altos, esas rentabilidades tienden a caer. Así, cuando compras con un PER de más de 20 veces, históricamente las rentabilidades generadas a diez años son negativas. Ahora estamos en un PER de 17 veces, lo cual históricamente te ha dado a diez años vista una rentabilidad anualizada de entre el 5% y el 10%”, revela Arroyo.