Cómo cazar a un closet tracker: manual para evitar pagar de más por la gestión de un fondo

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Chuttersnap, Unsplash

Las comisiones de gestión es una de las cuestiones más controvertidas en la industria. La teoría dice que cuanto más activo es un fondo y mayor la rentabilidad ofrecida sobre el índice frente al que se compara mayor debe ser la comisión y cuanto menor valor añadido ofrezca el gestor frente al índice más barato debe ser el producto. Esto es lo que históricamente ha justificado que los fondos de gestión activa sean más caros que los ETF y fondos indexados. Sin embargo, entre medias están los closet trackers, productos que supuestamente aplican una gestión activa y que, en realidad, realizan una gestión muy pegada a su índice de referencia cobrando por ello unas comisiones mucho más elevadas que los productos de gestión pasiva.

Según datos de Morningstar, en Estados Unidos aproximadamente el 20% de los activos que gestiona la industria están en closet trackers. En Europa existen grandes diferencias entre países. En algunos el porcentaje de activos en closet trackers es muy superior que en otros. En Italia, por ejemplo, el 66% del patrimonio está en productos con un active share a tres años inferior al 60%. En Irlanda el porcentaje acaricia el 55%. Existen fenómenos curiosos, como el caso de Austria, donde los closet trackers (que únicamente representan al 6% del total del mercado) concentran el 43,6% de los activos. Factores como el tipo de distribución o la estructura del mercado explican esta heterogeneidad.

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Los closet trackers están por todas partes. La cuestión es… ¿cómo puede saber el inversor si está pagando de más por la gestión de su fondo? Lo primero que debe hacer es analizar tanto el tracking error actual del producto como su histórico. Esta ratio mide la desviación de la rentabilidad del fondo con respecto a su índice. Estadísticamente hablando, es la desviación estándar de las diferencias de rentabilidad (fondo frente a benchmark) y cuantifica la  distancia de dicha diferencia con respecto a la diferencia media. Cuanto más bajo sea el tracking error, más estrechamente seguirá el gestor a su índice de referencia y viceversa. Se trata pues de una medida de riesgo relativo.

Tal y como indica Juan Merino, profesor del IEB y de CIFF Business School, cuanto más bajo sea su valor, más cercano será el riesgo de la cartera al riesgo de su referencia y previsiblemente nos alejaremos menos en rentabilidad con respecto a la misma. "Si hablamos de una gestión pasiva (donde entendemos que existe un seguimiento fiel al benchmark), el tracking error se mantendrá lo más bajo posible, y en el caso de una gestión activa (donde la participación del gestor es más fuerte) nos encontraremos con valores más elevados. Pero para que pueda ser valorado en toda su profundidad, debemos validar primero que el índice con el que estamos comparando la inversión sea el correcto", indica el experto.

Si intentáramos estandarizar o acotar unos intervalos para la interpretación del tracking error, el experto considera que una ratio entre el 0% y 2% supondría gestión pasiva, mientras que entre un 2% y un 5% estaríamos ante una gestión con un poco más de riesgo, pero controlada. Un fondo con un tracking error superior al 5% indicaría que estaríamos ante una gestión activa. Según Merino, el asumir tracking error no solo depende del gestor, sino también del objetivo que tenga la inversión y de las herramientas que se le habiliten. “Hay diversas formas de asumir tracking en una cartera: se puede hacer eligiendo activos fuera del índice,  cambiando los pesos de los activos o sectores de dicho índice o invirtiendo en otras zonas geográficas”, revela.

Si aún tiene dudas y quiere profundizar en su análisis, puede combinar esta ratio con el active share, una ratio que se ha puesto muy de moda en los últimos años. El active share es una forma de cuantificar qué parte de las posiciones de una cartera difiere de su índice de referencia. Se calcula simplemente como la suma de las diferencias absolutas entre los pesos de los valores en una cartera determinada y los pesos de los valores en el bechmark, dividiéndolo entre dos. Una cartera con un active share del 100% no tendría posiciones comunes con el índice, mientras que una cartera con una participación activa del 0% sería idéntica a la del benchmark. Cuanto más alto sea el dato, más activamente estará siendo gestionado el fondo. La ratio pone en evidencia a los closet trackers.

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