Cómo casarse con un millonario

Cómo casarse con un millonario

Miguel de Juan Fernández- A bordo del ARGOS 31 Enero 2014

“En ese momento, un tipo le llevó a un aparte y le dio el siguiente consejo: «Jim, yo no gastaría mi tiempo volviéndome mejor- le dijo- gastaría mi tiempo encontrando juegos fáciles» El éxito en la inversión tiene dos aspectos. El primero es habilidad, lo que te exige ser técnicamente capaz. Las habilidades técnicas incluyen la capacidad de encontrar activos infraponderados (basados en la capacidad de modelar, de analizar los estados financieros, el análisis de las estrategias competitivas, y valoración, todo mientras se evitan los sesgos de comportamientos) y un buen enfoque para la construcción de la cartera. El segundo aspecto es el juego en el que tú eliges competir.”

Howard Marks- Memo: Getting Lucky 16-1-2014

Aquéllos de vosotros que hayáis leído el libro El lemming que salió raro (Ed. Eje Prod. Culturales, 2012) recordaréis sin duda aquella Carta a los Inversores del mismo título y, seguro me perdonaréis por esta nueva vuelta de tuerca al argumento.

Warren Buffett ha comentado en varias ocasiones que en cuanto recibe un mail con un memorándum de Howard Marks, deja lo que está haciendo hasta terminar de leerlo. No me extraña, la verdad porque son una gozada y os recomiendo su libro que tenéis publicado en castellano. Sin embargo, por mucho que Buffett admire a Marks- con todo merecimiento, por otra parte- hay algo con Buffett que le hace especial. En la mayor parte de los temas relacionados con la inversión, él ya ha dicho antes que nadie y generalmente más sencillo y a la vez más eficazmente, la palabra más razonada y con mayor solidez. En el caso que nos ocupa, la frase de Buffett vendría a ser algo como lo siguiente: (escribo de memoria así que perdón por la falta de literalidad) “Algunos inversores intentan ganar saltando vallas de dos metros de altura, Charlie y yo nos conformamos con saltar las vallas de 20 centímetros”

En ambos casos, el enfoque es el mismo. ¿Dónde encontrar las mejores oportunidades de inversión, en donde están todos los lemming luchando y mordiendo por las mismas bayas o lejos de la manada, donde las bayas son igual de jugosas pero nadie nos muerde ni nos las quita?

Uno de los errores que solemos cometer los inversores es complicarnos la vida más de lo que realmente es, como si no encontráramos satisfacción en hacer las cosas más sencillas y que menos complicación nos genera. Da la sensación de que si el resto de los mortales no nos apoyan en nuestra decisión de inversión, ésta no tiene mérito, ésta no vale nada y encontramos más confortable estar acompañados en una posible desgracia que solos en una correcta decisión. Creo que fue Keynes quien decía que era más aceptable fracasar convencionalmente que triunfar de forma individual; el peso o la presión que puede ejercer sobre nuestras decisiones de inversión la sensación de estar acompañados es enorme.

Bien es cierto que nuestra responsabilidad es compartida. Casualmente aquellos de quien deberíamos obtener su mejor consejo y su mejor asesoramiento son los cómplices en reforzar nuestro confort dentro de la masa, me estoy refiriendo naturalmente a la banca privada. ¿No os resulta curioso- yo soy muy inocentón- que casualmente los departamentos de productos consiguen sacar siempre el producto chollo para que invirtamos “ahora” mientras nos muestran lo “bien que hubiéramos ido en ese producto si lo hubiéramos comprado hace cinco años”? Recibimos ese consejo o asesoramiento de invertir en lo que ya lleva varios años funcionando, y por tanto lo compramos caro, y nos sentimos tan felices porque otros muchos inversores están dentro con nosotros. Pocas veces nos sentimos confortables cuando somos los únicos en decidir poner nuestro dinero en una empresa desconocida o en proceso de reestructuración.

Tanto Marks como Buffett- que algo saben de inversión- nos aconsejan no liarnos y buscar no el aplauso de la gente- ahora entronco con el contrarían investing- sino dedicarnos a buscar en las zonas menos transitadas, sean por el tipo de empresa o el tamaño de la misma o por el tipo de activo en el que pretendemos invertir. Busquemos los parajes deshabitados o poco frecuentados, participemos en carreras de obstáculos donde a todos los demás concursantes les apetece saltar vallas de dos metros mientras a nosotros nos dejan saltar vallas de veinte centímetros.

Participar en un juego en el que los demás no piensan y actúan como Vicente,…donde va la gente, tiene la ventaja de que en nuestros genes está el huir hacia el Oeste cuando en el Este hay un león (bien es cierto que el grupo de leonas pueden estar aguardándonos en nuestra huida, pero eso es otra historia). El instinto nos ha traído hasta aquí, pero invertir no tiene que ver con el instinto sino con el uso de la lógica y la razón. Seguir a la masa sin pensar nos sirvió en la sabana,…en el mundo de la inversión, no pensar puede ayudarnos a estar en lo mismo que los demás y entonces mejor que seamos creyentes del mercado eficiente para no ser responsables de nuestros actos. Personalmente prefiero equivocarme sólo tras haber pensado y buscar inversiones donde no hay mucha más compañía.

Como en la película de Lauren Bacall, Betty Grable y Marilyn Monroe (¡y William Powell!) los millonarios se mueven por determinadas zonas y es ahí donde debemos buscarlos y en cuanto encontremos y reconozcamos uno, démosle un buen mordisco.

Un abrazo a todos y hasta el próximo artículo.