China, en la senda correcta de la evolución

Kamil Molendys, Unsplash

Junto a Estados Unidos, China es ahora uno de los mercados clave para las perspectivas económicas mundiales por su posición de liderazgo en Asia y la dependencia de muchas economías con respecto a sus exportaciones al país (bienes industriales, materias primas...). Como tal, el endurecimiento de las condiciones del crédito decidido en abril por las autoridades chinas, en respuesta al fuerte crecimiento del PIB y la escalada de los precios inmobiliarios y del suelo, ha producido una oleada de inquietud. El objetivo de esta regulación más restrictiva que rodea a la inversión inmobiliaria era evitar el recalentamiento de la economía y orquestar un aterrizaje suave de la actividad, pero los inversores occidentales pronto comenzaron a temer que la desaceleración pudiera ser mayor de lo deseado y pusiera en peligro el crecimiento económico mundial.

Sin embargo, estas medidas eran perfectamente sensatas en el contexto de la economía china. Además de la escalada de los precios inmobiliarios, desde finales de 2009 se estaba desarrollando cierta presión alcista generalizada sobre los precios. La cuestión de la inflación, especialmente en los precios de los alimentos, es esencial para preservar la estabilidad social en China. Los disturbios de Tien An Men de 1989 tuvieron su origen en la subida del precio de los alimentos. Por este motivo, el rápido movimiento para frenar esas presiones inflacionistas, a costa de un crecimiento económico más lento, parece totalmente racional en ese contexto. La reciente decisión de retomar el régimen de flexibilidad (limitada) del tipo de cambio del yuan también forma parte de este esfuerzo. Si la tensión alcista sobre los precios no remite con la rapidez suficiente, incluso sería de esperar cierto endurecimiento adicional de la política económica.

Sin embargo, hasta ahora, el cambio de política ha producido los efectos pretendidos sobre la actividad económica y los precios inmobiliarios, y los últimos indicadores de actividad parecen descartar el riesgo de una desaceleración más acusada de lo esperado. El impacto sobre la tasa de inflación ha sido menos perceptible, si bien su ritmo de aceleración se ha enfriado últimamente. En consecuencia, el aterrizaje suave buscado por las autoridades parece materializarse. De todos modos, también debemos tener en cuenta que, si el crecimiento cayera por debajo de la tasa del 8-10% necesaria para preservar la estabilidad social (dando empleo a los millones de emigrantes rurales que se trasladan todos los años a las ciudades), el gobierno y el banco central probablemente reaccionarían con la misma rapidez en apoyo del crecimiento.

El mercado bursátil chino ya ha descontado esa política económica más restrictiva y la moderación del crecimiento del PIB: perdió un 25% entre mediados de abril y finales de junio y desde entonces ha recuperado un 15%. El nivel de valoración actual (13 veces los beneficios estimados de 2011, cerca de la media asiática) ya toma en consideración un crecimiento más lento que en los primeros meses del año.

El ajuste presenciado en el primer semestre del año representa por tanto una evolución sana de la economía china. También es bien recibido por la economía mundial en su conjunto, pues prepara el terreno a un crecimiento económico no inflacionista sostenible. Después de su ascenso al tercer lugar de la economía mundial, tras Estados Unidos y la zona euro, al haber superado a Japón en 2010, el auge de China está lejos de haber terminado.