Brasil y Turquía: análisis de los ‘males del crecimiento’

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Mikebaird, Flickr, Creative Commons

Que los países emergentes gozan, en muchos casos, de una posición fiscal y unas perspectivas macroeconómicas más favorables de las que disfrutan en estos momentos las economías desarrolladas es un dato objetivo. Que esa pujanza económica ha derivado en la aparición de una incipiente clase media consumista en muchas áreas de Asia, América Latina y Europa del Este que ha hecho que muchos gestores hayan encontrado en estas regiones grandes oportunidades de inversión, también. Sin embargo, tras los grandes datos macroeconómicos y el mayor desarrollo de estos países se esconden algunas realidades que han quedado patentes con las recientes protestas que se viven en países como Brasil o Turquía: unas desigualdades sociales que, lejos de acortarse, siguen aumentando, publica Expansión.

Si las revueltas vistas en la primavera árabe golpearon de lleno a países de poco peso en el mundo emergente, como Túnez, Libia o Egipto, en esta ocasión las protestas han alcanzado a mercados de gran relevancia en este universo. Este es el caso de Brasil. Según Invesco, el país ha recorrido un largo camino económico durante los últimos 20 años. “El ratio de pobreza se ha reducido a la mitad, con más de 30 millones de personas incorporándose a la clase media. Como en cualquier otro país joven y dinámico con una población creciente, los llamados ‘males del crecimiento’ forman parte del entorno. Una masa trabajadora con una mejor educación y un acceso más fácil a las redes sociales demandan más de sus gobiernos. El aumento de la prosperidad a menudo despierta las aspiraciones políticas y económicas de la nueva clase media”.

En este sentido, para la gestora del Invesco Latin American Equities, fondo que tiene un 60% de su cartera en el gigante latinoamericano, Brasil sigue el mismo camino que muchos países de occidente, lo que es una señal de que este joven país está madurando. Los gestores del fondo apuestan por empresas con exposición al sector consumo, como por ejemplo comercio minorista y construcción de viviendas, además del sector financiero. Las oportunidades más interesantes, en su opinión, son las empresas brasileñas de mediana capitalización. También consideran que las empresas de logística y transporte presentan valoraciones atractivas. En Invesco creen que las actuales condiciones de los mercados proporcionan buenas oportunidades para comprar acciones latinoamericanas a valoraciones atractivas.

En una línea muy similar se pronuncian Will Landers, gestor del BGF Latin American Fund y del BSF Latin American Opportunities Fund, quien considera que “las cotizaciones en Brasil siguen situándose en la mitad inferior de las valoraciones globales y creemos que es uno de los mercados más atractivos del mundo. La pregunta es si dará sus frutos en materia de crecimiento”. Por ahora, la apuesta del gestor de BlackRock por el país carioca es clara. En el caso del BGF Latin American Fund, Landers sobrepondera Brasil al exponer el 68% de su cartera a este mercado, frente al 58% de la ponderación que tiene el país en el índice de referencia.

¿Comparaciones odiosas?

Pero Brasil no ha sido el único mercado emergente de peso en el que el descontento ciudadano está aflorando. El hartazgo social también ha alcanzado a Turquía, país cuyo mercado, curiosamente, logró cerrar 2012 como el más alcista del mundo y que además veía cómo agencias de calificación como Fitch elevaban su rating a grado de inversión. Según Marie-Aude Laurent, gestora del Amundi Funds Multi-Asset Emerging Markets, tanto Brasil como Turquía se encuentran en una encrucijada, aunque de diferentes maneras. “Turquía está experimentando cambios positivos, con un crecimiento más estable, un sistema financiero en una mejor situación y un riesgo crediticio que se ha visto reducido. Sin embargo, se enfrenta a dos grandes retos: las alteraciones sociales y urbanas tras los cambios demográficos que vive el país, en especial por la aparición de un clase media, y las elevadas necesidades de financiación a corto plazo, lo que implica una fuerte dependencia del capital extranjero”.

En cuanto a Brasil, la experta de Amundi considera que el país no sufre una dependencia tan importante de los flujos internacionales debido a una situación de la cuenta corriente más favorable, si bien el crecimiento de su economía ha sido bastante modesto este año, la inversión en infraestructuras no se ha desarrollado tan rápido como se esperaba y la inflación sigue siendo un problema. “Al igual que en Turquía, el surgimiento de una clase media está creando malestar social y los inversores no confían en la capacidad de las autoridades para poner en marcha las reformas económicas necesarias”.

En este sentido, los acontecimientos de las últimas semanas (disturbios, aumento de las tasas de interés, depreciación de la moneda y la retirada de liquidez) muestran que Brasil y Turquía se encuentran en un período de transición demográfica y social, lo que, según Laurent, justifica la persistencia de una prima de riesgo político en ambos casos. “En términos de impacto en los mercados financieros, estos elementos, sumados a la reciente fuerte subida de los bonos del Tesoro de Estados Unidos, están dando lugar a la salida de capitales: los inversores revisan el nivel de riesgo asociado a estos países y reequilibran sus carteras. Aconsejamos mantener la cautela en estos mercados y, en particular, sobre sus divisas. Sin embargo, más allá de estas incertidumbres a corto plazo, estos dos países ofrecen oportunidades de inversión en términos tanto de potencial de crecimiento económico como por la recuperación de los precios de los activos (acciones, bonos y divisas)”.

El caso turco

En el caso turco, AXA Investment Managers, en cuyas manos está el AXA WF Framlington Emerging Markets considera que la conmoción que se vive en el país tiene poco en común con las economías devastadas por la primavera árabe: tanto la desigualdad de ingresos como la pobreza están descendiendo en Turquía y el desempleo juvenil es bajo. “Lo que los manifestantes comparten es un profundo sentimiento de agravio contra el primer ministro, Erdogan, y el temor de que el carácter laico del Estado turco esté en peligro”, explican.

Para François Theret, director de renta variable emergente de Natixis AM, boutique perteneciente al grupo Natixis Global AM y responsable del Natixis Emerging Europe Fund, la violencia política desatada en Turquía plantea interrogantes sobre si el país se enfrenta a su propia versión de la Primavera Árabe. “Nuestra respuesta a esta pregunta es que no. Es cierto que Turquía comparte características estructurales con algunos de los países que han vivido revueltas pero, a diferencia de éstos, Turquía es una democracia”. La corrección del 13,7% sufrida por la Bolsa turca en junio no evita que, en los últimos 12 meses, su mercado haya sido uno de los que registran un mejor comportamiento. De hecho, sólo Filipinas, Tailandia o Malasia le consiguen batir. 

“Por criterios de valoración, empezamos hace tres meses a deshacer posiciones en Turquía. Actualmente, estamos infraponderados en el país y sigo pensando que es demasiado pronto para volver a mantener una posición agresiva. Los inversores deben tener en cuenta una prima de riesgo más alta en la valoración de las acciones turcas y una reducción de las estimaciones de beneficios. Sin embargo, en un horizonte de inversión a largo plazo, seguimos pensando que Turquía es una de las economías más prometedoras en el universo emergente”, concluye el experto.