Bali: esperanza de desarrollo del comercio mundial

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Joel Filipe (Unsplash)

La 9ª conferencia ministerial de la Organización Mundial de Comercio perseguía un objetivo muy claro: la superación de obstáculos al comercio mundial. Los ministros de las 159 naciones congregadas en la isla indonesia de Bali perseguían desencallar la ronda de Doha, estancada desde 2008.

El acuerdo se ha logrado por pura voluntad política de todos los allí presentes. La agenda oficial se prolongó un día adicional para, precisamente, terminar de cerrar un acuerdo de mínimos.

La sombra de un cierre en falso de la cumbre planeó desde el día anterior. India no estaba dispuesta a prescindir de sus programas alimentarios de ayuda a su población más necesitada. Afortunadamente el acuerdo final –que remite a posteriores negociaciones de corte más técnico- conjuga los objetivos perseguidos por todos los países.

El sector agrícola es sin duda uno de los más problemáticos a la hora de negociar cualquier nuevo acuerdo amparado bajo el seno de la OMC. Los países desarrollados quieren que los menos desarrollados se desarmen de sus barreras proteccionistas para, de esa forma, lograr nuevos clientes. El sector agrícola es si cabe más importante para los países en vías de desarrollo que para los países desarrollados.

Algunos movimientos asociativos han criticado el acuerdo final alcanzado porque, según ellos, supone dejar el futuro de los ciudadanos de ciertos países en manos de las grandes corporaciones. Quizás tengan algo de razón. Pero tampoco ha de obviarse que para que todos los países se beneficien de la globalización se necesita del concurso de esas grandes empresas. Y al mismo tiempo también se necesita del concurso de una  legislación efectiva que provea a los países de defensa frente a quienes pretendan abusar de su posición.

España ha estado representada en esta cita del comercio mundial por su ministro de agricultura, Miguel Arias Cañete. Los grandes focos de la atención española se resumen en:  la fijación de un marco global para el crédito a la exportación con apoyo oficial, la política arancelaria mundial, y por último, en la configuración de un marco jurídico que ofrezca seguridad a los inversores internacionales.

Los resultados de la cumbre de Bali se observarán a lo largo de los próximos años. Una vez alcanzado un pacto, toca desarrollarlo a un doble nivel, técnico y práctico. De llegar a buen puerto los resultados de Bali, se traducirán en una inyección de un billón de dólares a la economía mundial y en 21 millones de puestos de trabajo.

No hay duda del buen hacer del director general de la OMC, el brasileño Roberto Azevedo. Ahora sólo hace falta que los países cumplan lo escrito sobre el papel para que las estimaciones positivas de impacto redunden en un mayor y mejor desarrollo económico mundial.