Argumentos a favor de la deuda emergente

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Cedida por Schroders

TRIBUNA de Duncan Lamont, responsable de Análisis e Investigación de Schroders. Comentario patrocinado por Schroders.

Pese a que, en los últimos años, las economías de los mercados emergentes han ido creciendo en importancia y hoy en día representan aproximadamente el 40% del PIB mundial (el doble que a comienzos del milenio), todavía existen muchos reparos entre los inversores para invertir en deuda emergente. Así, aunque la deuda de los mercados emergentes representa actualmente el 18% del mercado mundial de bonos, su peso en las carteras sigue siendo escaso.

Una de las razones de esta infraponderación en las carteras, es la percepción común de que en las carteras de deuda emergente los riesgos de crédito son difíciles de analizar. Sin embargo, si analizamos la totalidad de oportunidades existentes, la realidad es muy diferente. De hecho, pensamos que los inversores podrían mejorar el potencial de rentabilidad ajustada al riesgo si optaran por una asignación estratégica. A continuación explicamos por qué.

En primer lugar, la deuda emergente ofrece una mayor diversificación, ya que abarca una gran variedad de sectores y países cuyo comportamiento es impulsado por motores muy diferentes. Así, por ejemplo, la deuda emergente en divisa fuerte o deuda corporativa (hard and corporate EMD) está más relacionada con los préstamos en dólares  a los gobiernos (deuda soberana y cuasi soberana) y a las compañías en dólares estadounidenses. Sus rendimientos son una combinación del Tesoro de EE.UU. y el diferencial del crédito. Por tanto, sus retornos vendrán determinados por los movimientos en los tipos de interés en EE.UU. y por las fluctuaciones de la inflación. Además, al tratarse de otra moneda diferente a la del prestatario, están sujetas a los vaivenes de las divisas. Por el contrario, en la deuda emergente en divisa local (local EMD), los inversores asumen el riesgo de tipo de cambio. Esto hace que la deuda emergente local sea mucho más volátil que la fuerte o corporativa. Los rendimientos de la deuda emergente local se calculan en función de los tipos de interés locales.  

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En segundo lugar, y a diferencia de lo que se suele pensar, las tasas de impago de los componentes de alto rendimiento tanto de la deuda emergente fuerte como del crédito han sido inferiores a las de la deuda de alto rendimiento de EE.UU. Esto ocurre hasta con la deuda emergente en divisa local, ya que los países pueden imprimir dinero para reembolsar el préstamo.

En tercer lugar, podemos afirmar que una vez que se ajusta la calificación crediticia y la duración, los componentes investment grade de la deuda emergente fuerte y corporativa (que constituyen más del 50% de cada mercado) no son mucho más volátiles que el crédito de EE.UU. En otras palabras, los inversores se han beneficiado de un aumento de los diferenciales y del rendimiento, sin exponerse a una volatilidad notablemente mayor.

Por último, nos gustaría insistir en esta ventaja de generación de ingresos histórica que presenta la deuda emergente. Según un estudio publicado por el National Bureau of Economic Research que analiza los precios de la deuda emergente cotizada en Londres y Nueva York entre 1815 y 2016, la rentabilidad real de la deuda emergente superaba a la de los bonos gubernamentales de EE.UU. o del Reino Unido en un 4% anual, comparable con la de la renta variable y por delante de los bonos corporativos.

En Schroders creemos que hay razones de peso para pensar que las perspectivas para todo el ámbito de deuda emergente son prometedoras. Así, si nos basamos en las condiciones del mercado a 31 de diciembre de 2018, prevemos que la deuda emergente local tendrá una perspectiva de rentabilidad del 6,5% anual, superando tanto a la deuda fuerte (hard EMD) (5,1% anual) como a la corporativa (corporate EMD) (4,6% anual) durante la próxima década. También esperamos que supere a otras clases de activos de renta fija y se acerque a las acciones globales. El repunte de esta deuda emergente local está impulsado por una combinación de dos factores: un rendimiento atractivo y un riesgo de impago limitado. Una de las verdades ineludibles para la próxima década es que los rendimientos esperados serán menores a los obtenidos en el pasado. En este entorno, los inversores deberían aprovechar la oportunidad que ofrece la deuda emergente en todas sus variantes.

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