Aquel Motorola blanco…

Si algo puede hacer cambiar la forma de hacer las cosas es la tecnología; con ella, las cosas pasan a ser escalables y muchos procesos se acortan. Hoy es posible hacer más, con menos recursos y, sobre todo, hacerlo a un precio generalmente asequible. Éste es el verdadero problema: ser el primero tiene muchas veces un coste de retorno imposible, sin que te garantice la supervivencia a largo plazo. La inmediatez hace que esa supuesta ventaja competitiva dure aún menos por lo que el riesgo se multiplica. Aún queda en la retina de todos nosotros ese primer móvil, el Motorola blanco (DynaTAC 8000X) lanzado en 1984 y que hacía las delicias de los yuppies engominados que escuchaban a Duran Duran de fondo. Pesaba casi un 1 kilo, diez horas de carga y 30 minutos de conversación… una castaña, que no por ello dejaba de atraer a todo aquel Gordon Gekko que se pudiera permitir un gasto de 3.000 euros, unos 8.000 euros de ahora. Otro ejemplo son las televisiones que costaban varios sueldos de un asalariado medio, hoy en día por 500 euros tienes una TV UHDT, dolby sourround, Wifi, bluetooth, GTI, cinco puertas…etc.

¿Significa esto que las entidades financieras deben abandonar en su empeño por innovar? No, ni mucho menos, pero lo que sí acota muchísimo es el ámbito en el que estas aventuras tienen sentido y potencia el uso del outsourcing a compañías que tienen verdadera experiencia y están obligadas en aventurarse en aquello que para ellos es vital. Ejemplos en nuestra industria hay muchos y no deja de ser paradójico que en un mundo cada vez más abierto y competitivo, no hagamos más que crecer en outsourcing, cada vez haciendo menos cosas por uno mismo, pero haciéndolas mucho mejor.