TRIBUNA de Ladislas Smia, coresponsable del Equipo de Investigación de Inversiones en Natixis Investment Managers. Comentario patrocinado por Natixis IM.
El paisaje de la inversión socialmente responsable (ISR) tiene muchos matices de verde. Pero, aunque el mundo financiero avanza inevitablemente hacia la ISR -también llamada ESG (environmental, social and governance), según el acrónimo que se prefiera utilizar-, la transparencia de los datos y su medición necesitan ponerse al día.
Y es que todos los inversores, así como sus asesores, tienen que hacer sus propios deberes de ISR. No toda la actividad relacionada con ISR es equivalente: en el panteón de gestores de activos, son muchos los que abusan de sus credenciales de ISR. No obstante, el sector de la gestión de activos en general está obligado a ayudar a los inversores a tomar la decisión correcta.
Pero debemos ir más allá de la retórica y definir unas normas claras de medición del impacto que posibiliten la comparación y supervisen los avances, de un modo similar al de las métricas financieras tradicionales. Unos mercados saludables requieren directrices y parámetros comunes que se respeten y se fomenten, y lo mismo puede decirse de unos mercados financieros sostenibles.
Explicar las emisiones de carbono directas e indirectas
Una de las áreas de enfoque de los gestores de activos en los últimos años ha sido la medición del impacto de carbono. El problema reside en que, en ausencia de un acuerdo universal sobre cómo medirlo, muchos gestores de inversión están aplicando análisis ESG que solo atienden a las empresas de forma aislada y no tienen en cuenta el modelo de negocio de la empresa en su totalidad.
En 2018, Mirova desveló su “metodología de impacto climático”, que muestra la alineación de una cartera con escenarios climáticos mediante el cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero, tanto inducidas como evitadas, durante el ciclo de vida.
Las emisiones de carbono de una empresa suelen dividirse en medidas de ámbito 1, 2, y 3 (“Scopes 1, 2, 3”). La mayoría de los métodos de evaluación basados en carbono solo tienen en cuenta las emisiones directas a través de los ámbitos 1 y 2: emisiones directas de la empresa y resultado del uso de electricidad de la empresa, respectivamente.
Las emisiones indirectas del ámbito 3 que surgen del uso de los productos y servicios, transporte, distribución, cadena de suministro y otros aspectos de una empresa, pueden ser mucho más trascendentales que las de los ámbitos 1 y 2 en algunos sectores (petróleo y gas, por ejemplo). Además, las empresas también pueden contribuir a evitar las emisiones de CO2 mediante soluciones verdes o energías eficientes.
Entre los enfoques existentes basados en emisiones de carbono, casi todos excluyen las emisiones de ciclo de vida de los productos de la empresa y no tienen en cuenta su potencial de reducción. Otros métodos tratan de evaluar las carteras en relación con un desglose de inversiones por subsector energético necesarias para conseguir un determ
No obstante, medir una cartera frente a una selección de inversiones tiene sus límites. No todas las carteras pretenden ser representativas de la economía en su conjunto y, lo que es más importante, no hay un escenario de inversión único y acordado para conseguir objetivos climáticos.
Otras metodologías, como la desarrollada por Mirova, utilizan las emisiones de carbono de una empresa (tanto emisiones inducidas de los ámbitos 1 y 2 como emisiones evitadas del ámbito 3) para estimar la huella de carbono de las inversiones en comparación con los escenarios de clima, con el objetivo de ajustarse al consenso internacional de limitar la temperatura a menos de 2°C.
Estrategias adecuadas para un mundo de 1,5°C
El hecho, simplemente, es que invertir en estrategias no conscientes del clima es añadir carbono a la atmósfera. Por lo tanto, esa práctica está contribuyendo a algunos de los desastres relacionados con el cambio climático a los que hemos asistido en 2018: desde las tremendas olas de calor sufridas en Europa, hasta el rumbo inusual que tomó el huracán Florence en la costa este de EE.UU.
Las consecuencias económicas para las compañías aseguradoras, los inmuebles y los negocios locales situados en las zonas afectadas son enormes. Dado que las rentabilidades financieras son consecuencia directa del funcionamiento de las empresas y proyectos subyacentes, el cambio climático no puede ignorarse al analizar los activos financieros, y quienes subestimen los riesgos relacionados podrán registrar menores rentabilidad relativas.
Las empresas de inversión innovadoras, como Mirova, están dirigiendo su atención hacia soluciones adecuadas para un mundo sostenible, y esas soluciones empiezan por la trayectoria de 2°C. Sin embargo, con carácter más general, apoyan los logros de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (y las asociaciones surgidas de ellos), que ofrecen una hoja de ruta para responder a algunas de las grandes transiciones del mundo actual.
Mirova ha trabajado para mejorar el impacto de carbono de sus estrategias, reduciendo al mismo tiempo sus emisiones inducidas y aumentando su contribución a los ahorros de emisiones para alinearse con el objetivo de 2°C, sin por ello perjudicar su rentabilidad. Sus fondos consolidados de renta variable son compatibles con un escenario de 1,5°C frente al de 2,9°C de hace dos años.
Y ahora está aplicando el éxito de su trayectoria de gestión de proyectos de sostenibilidad a la creación de valor para los inversores e impacto social, al aportar capital de crecimiento a empresas que se interesan por el capital natural de los océanos. También se ha lanzado una estrategia neutral en carbono.
Conclusión
El sector de la gestión de activos tiene el deber de ayudar a los inversores a tomar la decisión correcta sobre la ISR. Debemos ir más allá de la retórica y definir unas normas claras de medición del impacto que posibiliten la comparación y supervisión de los avances, de un modo similar al de las métricas financieras tradicionales.
Por definición, la ISR aporta una perspectiva a más largo plazo sobre la inversión y alinea las ideas de inversión de nuestro sector a largo plazo con el futuro de las próximas generaciones. El crecimiento de ESG y los numerosos productos de inversión que se han lanzado pueden y deben ser bien acogidos.
No obstante, ahora el sector necesita establecer regulación y supervisión para esos productos a fin de proteger a los inversores y sus ahorros. La educación de los inversores es importante, pero también hacen falta que los responsables de establecer las políticas y los reguladores intervengan para impulsar una taxonomía y unas normas de etiquetado claras y robustas para todo el sector en todas las jurisdicciones.
Este material se proporciona únicamente con fines informativos y no debe interpretarse como un consejo de inversión. Los puntos de vista y opiniones expresados son los de la fecha indicada y pueden variar en función de las condiciones de mercado y de otro tipo. No se puede asegurar que los acontecimientos vayan a ocurrir como se había previsto.
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