¿A quién quieres más,...a papá o a mamá?

Sé que muchos de vosotros conocéis los fondos value y los fondos growth. Y supongo que también muchos de vosotros conocéis el interés en mantener esta visión como excluyente ya que de esa forma se “aclaran” las diferentes alternativas estratégicas en la mano de los clientes,…o más o menos es lo que podemos ver que se les comenta a los clientes de banca privada (incluyendo también EAFIs y family offices). Da la sensación que en muchas ocasiones se trata de tener un supermercado financiero con todo tipo de productos para nuestros clientes- lo que en sí mismo está bien- y que se les fuerza, más o menos veladamente, en que es necesario que tengan de todo tipo de productos, lo que ya no está bien.

La obsesión por parecer super profesionales, tremendamente expertos en todo, con capacidad para diseñar cualquier estrategia de inversión por compleja que sea y que la medición de todo esto sea tener cuantos más productos y cuanto más raros mejor, lleva a que a la hora de hablar, por ejemplo, de fondos de inversión necesitemos tener TODO tipo de fondos: value, growth, core, blend, sectoriales, indexados, grandes, medianas o pequeñas capitalizaciones, ….etc. Incluso aunque tal diferenciación no tenga demasiado sentido y a lo mejor le resulte más eficiente para el cliente/ inversor tener la parte de renta variable invertida en un fondo indexado de bajas comisiones y a vivir… Recuerdo un cliente, en mi etapa de banca privada, que le pasaba algo parecido,…tenía de todo y de todo tipo, con lo cual suponía que su rentabilidad media anualizada no fuera mucho mejor que la que hubiera conseguido teniéndolo en un fondo indexado,…dado que no era cliente mío no me podía meter,…pero que era una tontería, tenedlo por seguro. Y la entidad había tenido no sé cuántos premios a mejor banca privada y esas cosas. En fin.

Respecto al enfoque value o growth visto como disyuntiva o como estrategias excluyentes no tiene mucho sentido, la verdad. Fue Warren Buffett quien lo dijo mejor al decir que era una falacia separar ambos factores como si fueran excluyentes, ya que el dato de crecimiento es un dato necesario para el cálculo del valor de un activo,…y tiene toda la razón, por lo que se les hace flaco favor a los clientes de banca privada cuando se les plantea utilizar unos u otros – dependiendo de la estrategia a seguir o de la visión sobre crecimiento económico que se tenga en la entidad respectiva- ya que de lo único que sirve, generalmente, es para incrementar el cobro de comisiones,…pocas veces la rentabilidad final.

En líneas generales se considera que el enfoque growth se centra en comprar compañías a las que se les espera un fuerte crecimiento futuro y se está dispuesto a pagar fuerte por dicho crecimiento; la primera parte me parece genial, la segunda no tanta, …el problema viene por otras dos vías: la primera, generalmente los datos de rotación de los fondos de inversión son tan elevados que es muy difícil que el gestor realmente pueda lograr conseguir beneficiarse de ese crecimiento futuro- que se producirá (si se materializa) en cuatro, seis o diez años,….¡no en meses!; el segundo problema es que el cliente, tanto por sí solo como asesorado “profesionalmente” normalmente no es capaz de conseguir la rentabilidad que sí consigue el gestor- sea la que sea-, ya que su forma de invertir generalmente se basa en comprar lo que está subiendo y suele cambiar mucho antes de que esas supuestas empresas de crecimiento generen esos brutales beneficios,…más que invertir yo lo llamaría especulación- lo que no tiene nada de malo.

En el enfoque value, por el contrario, se considera que no esperamos mucho crecimiento de nuestras compañías pero que nos basta con que podamos comprarlas baratitas y que luego nos vayan pagando unos buenos dividendos. Al menos en este caso, se supone que tanto el gestor como el inversor, serán más pacientes y rotarán menos su cartera,…lo que les permitirá cobrar esos dividendos y, con el tiempo, ver crecer su cotización,…pero sin prisas, ¿eh? No nos vayamos a lastimar.

Bueno, veréis, me considero un inversor value y no me siento cómodo con ninguna de esas definiciones estandarizadas. Tengo compañías de bajo crecimiento y alta rentabilidad por dividendo compradas muy baratas y tengo compañías con fuerte crecimiento compradas muy baratas. La diferencia no debería ser si la empresa crece mucho o poco, sino el precio que pagamos por dicho crecimiento. El objetivo debería ser comprar Rolls Royce a precio de Mercedes o, mejor aún, de SEAT 600, …pero tampoco está mal comprar SEAT 600 a precios de desguace o chatarra. Es preferible la primera opción, desde luego, pero la segunda también es coherente.

Si terminamos pagando el crecimiento previsto muy caro- lo que suele ser habitual- terminaremos encontrándonos en la paradoja de la inversión en mercados emergentes que, históricamente han crecido más que los mercados desarrollados pero se cotizan tan caros que, históricamente, su retorno no ha sido para tirar cohetes. En palabras de Buffett hace varias décadas: “Pagas un alto precio por un alegre consenso en Wall Street”.

Podemos estimar el crecimiento – y equivocarnos- en empresas muy maduras o muy novedosas (nos equivocaremos más en estas últimas, claro), pero en ambos casos terminaremos de una u otra forma estimando un cash flow futuro que descontaremos a euros de hoy a una tasa determinada. Ése es el quid de toda estimación de valor de un activo, sea el que sea. Con un bono lo tenemos más sencillo, con una empresa en liquidación estamos estimando un crecimiento cero, con el resto estimaremos que sus cash flows crecen más o menos, pero todos, todos, implican una estimación – la que sea – de crecimiento. Diferenciar los fondos de inversión por ese enfoque a la hora de recomendar una estrategia de inversión a vuestros clientes puede tener más que ver con las comisiones o con la necesidad de sentirse “tenemos de todo y somos la pera limonera” más que con la necesidad de estar bien invertido o gestionado del cliente.

Un abrazo a todos y hasta el próximo artículo, donde hablaremos de porqué los inversores no suelen conseguir las rentabilidades que sí obtienen los fondos de inversión.