Por qué las previsiones económicas de los organismos internacionales difieren de las que realizan los gobiernos locales

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Nadie tiene una bola de cristal que le permita saber cómo será el mundo dentro de 30 años, qué crecimiento económico tendrá cada país o, lo que más persiguen los inversores, cuánto subirán o caerán las bolsas en un plazo determinado. Pero eso no impide que unos y otros traten de hacer predicciones sobre lo que deparará un futuro más o menos cercano en diferentes materias. Otra cosa es que esas predicciones se parezcan entre sí. De hecho, la brecha entre lo que estiman unos y otros no ha hecho otra cosa que ampliarse en los últimos años en los que los mercados y la economía no solo se han movido al calor de los datos macroeconómicos y microeconómicos sino sobre todo al son de la batuta que han mostrado los bancos centrales.

Los economistas Agnieszka Gehringer y Kai Lehman del Instituto Flossbach von Storch Research han publicado un interesante informe titulado Make a wish come true  sobre la importancia de las previsiones económicas, los factores que pueden conducir a las empresas y los expertos en macroeconomía a hacer pronósticos inexactos o equivocados y las consecuencias que estos podrían tener. Uno de los aspectos que analizan en el mismo es la divergencia que ha habido en los últimos años entre las predicciones económicas que ha realizado el FMI con las que han llevado a cabo los gobiernos locales de algunos de los principales países del mundo, España entre ellos.

“Para probar la calidad de los pronósticos macroeconómicos, utilizamos los pronósticos económicos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Además, analizamos las previsiones económicas y presupuestarias de los respectivos gobiernos nacionales de los cuatro miembros más grandes de la zona del euro, Alemania, Francia, Italia y España. Estas previsiones se emiten en el marco de los programas de estabilidad a medio plazo. Calculamos el error de pronóstico para el período de pronóstico de uno, dos, tres y cuatro años como la diferencia entre el pronóstico y los valores reales del crecimiento del PIB real o el presupuesto del gobierno como porcentaje del PIB. Los valores positivos por lo tanto indican predicciones excesivamente optimistas mientras que los valores negativos indican previsiones excesivamente pesimistas, afirman los autores.

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Los responsables de este estudio tratan, además, de identificar las causas que llevan a organismos internacionales y a gobiernos a exagerar al alza o a la baja en sus previsiones. “Las razones para el exceso de optimismo en las previsiones del FMI siguen en gran medida inexploradas. Dado que el FMI es un organismo independiente, no debe estar sujeto a ningún conflicto de intereses aparente. Las consideraciones político-económicas sugieren, sin embargo, que el optimismo puede ser una expresión de la intención de no nublar innecesariamente el sentimiento de los actores económicos al suscitar temores de recesión que, en la ola de una narrativa emergente, en realidad conducen a una desaceleración”, afirman.

En cuanto a por qué se produce el optimismo por parte de los gobiernos . “El excesivo optimismo en las previsiones gubernamentales sobre el saldo presupuestario se debe a una serie de factores interdependientes. Por un lado, nuestros resultados muestran que las estimaciones del crecimiento del PIB real (y la inflación) también son demasiado optimistas por parte del gobierno. Sobre la base de estos supuestos, no es sorprendente que los presupuestos gubernamentales también se sobreestimen”, afirman los autores. Además, destacan que con esas optimistas previsiones, los gobiernos buscan crear a corto plazo una percepción positiva sobre sus acciones del pasado y también futuras y teniendo en cuanta que esas previsiones carecen de ningún tipo de responsabilidad ya que pueden ser siempre revisadas se tiende siempre a ser maximizar los ingresos esperados y a minimizar los gastos esperados.

 

Qué consecuencias trae un exceso de optimismo

Los autores tratan también en su informe de arrojar luz sobre las consecuencias que unas erróneas previsiones pueden traer tanto desde el punto de vista económico como monetario. “Dado que las previsiones del FMI sirven como base para la planificación, especialmente para los actores privados, las sobreestimaciones del crecimiento económico pueden llevar a asignaciones erróneas. Una sobreestimación del crecimiento futuro podría llevar a un impulso positivo de crecimiento a corto plazo, pero aumenta la probabilidad de sorpresas negativas o incluso recesiones”, afirman.

Las consecuencias de un excesivo optimismo por parte de los gobiernos puede tener un impacto más negativo en lo referente a las políticas monetarias que se adaptan en el presente pero para alcanzar un objetivo de futuro. “Los pronósticos demasiado optimistas de los gobiernos nacionales tienen consecuencias macroeconómicas indirectas, ya que conducen a déficits públicos excesivos y la acumulación de deuda pública. Si los gobiernos nacionales carecen de soberanía monetaria, como es el caso en la zona del euro, el deterioro resultante en las finanzas públicas se traduce en un deterioro de la capacidad crediticia y, por lo tanto, en un empeoramiento de las condiciones de financiamiento en el sector privado. Esto, a su vez, aumenta la presión sobre los responsables de la política monetaria al obligarlos a intervenir en el mercado más allá de sus competencias habituales”, concluyen los autores.