Los coronabonos y la respuesta europea a la pandemia

2280734138_c5cc364b58
Celso Flores, Flickr, Creative Commons

Artículo escrito por Gonzalo García Andrés, director de Economía de Afi

La fuerte sacudida económica que va a generar en Europa la pandemia del Covid19 ha reactivado el debate sobre los eurobonos. En el diseño inicial de la unión monetaria, se puso en común la política monetaria (atribuyéndola a una institución federal como el BCE) pero las políticas fiscales nacionales solo se sometieron a un marco de coordinación reforzada. De hecho se introdujo una cláusula en el Tratado para prohibir la asunción de deudas de algunos de los Estados Miembros. Este esquema perseguía evitar los incentivos a que, beneficiándose de la credibilidad de la moneda común, los Estados Miembros aplicaran políticas fiscales irresponsables.

Sin embargo, durante la crisis del euro (2010-2012) quedó claro que este diseño tenía fallos graves. Entonces se suscitó tanto desde la academia como desde varios Estados Miembros (los más afectados por aquella crisis y, en algún momento, también por Francia) la posibilidad de emitir deuda de manera conjunta. En la idea primitiva, los eurobonos supondrían que se emitiera deuda con garantía solidaria de todos los Estados Miembros (todos garantizarían el total de las emisiones). Desde la primera formulación (la idea de un eurobono azul y un bono rojo subordinado nacional que lanzaron Delpla y Von Weizsacker), ha habido múltiples variantes. Todas comparten la emisión de deuda en el mercado por la que responden todos los Estados Miembros.

En aquella primera discusión, los gobiernos de Alemania, Holanda y otros países centroeuropeos se negaron a aceptar los eurobonos. No obstante, sí aceptaron la creación del Mecanismo Europeo de Estabilidad, una entidad creada por un tratado intergubernamental firmado por los países miembros de la unión monetaria, que emite puede emitir deuda en el mercado para conceder asistencia financiera a los Estados Miembros que la soliciten, a cambio de condicionalidad en sus políticas económicas y financieras. Además, ya existían antes algunas instancias donde se utilizaban instrumentos similares a los europeos. Por ejemplo, en el Banco Europeo de Inversiones (la institución financiera supranacional más grande del mundo), que emite bonos en el mercado apoyándose en el capital suscrito por todos los Estados Miembros de la Unión Europea.

Durante los últimos años, se ha ido extendiendo la idea de que la unión monetaria europea requerirá, en algún momento, una capacidad fiscal común (un Tesoro europeo que pueda emitir deuda y obtener ingresos propios). No obstante, como enseña la historia de EE.UU. y de otros países federales, la creación de una hacienda federal es un proceso lento. Draghi, con su habitual presciencia, ya lo dijo en su despedida hace unos meses: el euro necesita su propia política fiscal. Pues bien, la pandemia constituye el tipo de catástrofe humana y económica que hace más evidente la conveniencia de una respuesta fiscal común.

En la discusión que ha vuelto a tener el Consejo Europeo en sus últimas reuniones, Italia, España, Francia y otros países defienden la necesidad de que el área euro responda con emisión conjunta de deuda para financiar una parte del impulso fiscal requerido. Aunque la acción del BCE para aumentar de manera contundente su programa de compra de activos relaja las posibles restricciones del mercado de deuda soberana a la acción fiscal de los gobiernos nacionales contra la pandemia, es necesaria una señal.

La magnitud del impacto económico, con una recesión que será mayor que la de 2009, aconseja que el apoyo de la política fiscal sea de una magnitud mayor a lo anunciado hasta el momento. Por otra parte, esta crisis proviene de un factor exógeno, ajeno al control de los Estados y que afectará a todos. Para no dejar toda la responsabilidad en las espaldas del BCE y de los gobiernos nacionales, una decisión para mutualizar los costes de esta crisis sería muy útil. Una opción razonable sería que se emitiera deuda común para cubrir el aumento de la deuda pública asociado con el combate de la pandemia así como para financiar un ambicioso programa de inversiones orientado a impulsar la recuperación. Estos coronabonos serían un instrumento excepcional y temporal que atenuaría los costes de esta crisis, haría más eficaz la respuesta y contribuiría a recuperar la confianza y el sentido de comunidad entre los Estados Miembros y los ciudadanos. Esperemos que esta vez, no haya que asomarse al abismo para que se tomen las decisiones adecuadas.