La deuda pública marca récords: ¿cómo conseguir la sostenibilidad de la economía?

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Gino Carteciano, Flickr, Creative Commons

El año 2020 será recordado por el virus Covid-19. Esta pandemia, que empezó a preocupar en los primeros meses del año por su rápida propagación y que ahora está asestando el segundo golpe registrando cifras record de contagiados y fallecidos, también ha hecho mella en las finanzas públicas. Según los últimos datos publicados por el FMI sobre las perspectivas de la economía mundial, la deuda pública mundial superará el 100% del PIB mundial en 2020, lo que supone mas de 17 puntos porcentuales sobre lo registrado en 2019 –que se situó en el 83%-. Estamos hablando de cifras récord nunca vistas. Además, según pronostica el organismo internacional, el déficit fiscal global promedio aumentará al 14% del PIB en 2020, 10 puntos porcentuales más que el año pasado. ¿De qué manera se puede abordar estos niveles de endeudamiento para conseguir economías sostenibles en el futuro?

Por el momento se trabaja en el presente. Los gobiernos han sacado toda la artillería que está a su disposición y han intensificado las medidas de emergencia para proteger a la población, preservar puestos de trabajo y evitar quiebras. Si analizamos el montante al que asciende las medidas fiscales puestas en marcha, observamos que los gobiernos se han tomado la pandemia como lo que es: una situación de guerra -en este caso sanitaria-. El FMI cifra las medidas fiscales anunciadas a nivel mundial en cerca de los 11 billones de dólares. La mitad de estas medidas –alrededor de 5,4 billones- representarían gastos adicionales y pérdidas de ingresos que afectan directamente a los presupuestos públicos. Mientras que la otra mitad correspondería a implementar medidas de liquidez, como la concesión de préstamos e inyección de capital, entre otras. Estas últimas ayudarían a mantener los flujos de caja y limitar las quiebras. Sin embargo, también existe el riesgo de un incremento mayor de la deuda y déficit público si estas intervenciones públicas resultan fallidas y provocan pérdidas.

Tal como se observa en el gráfico, las economías del G-20 representan el grupo que mayor apoyo fiscal están realizando. Según el FMI, estas medidas presupuestarias ascienden al 6% del PIB en promedio y se sitúan en un nivel mucho más alto que el que se realizó en respuesta a la crisis financiera mundial de 2008-2010.

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Fuente: FMI "Actualización de las perspectivas de la economía mundial" Junio 2020

Este notable aumento del endeudamiento en el que han tenido que incurrir los gobiernos puede afectar a la capacidad de crecimiento futuro. Bank of America advierte que aunque los bancos centrales están ampliando sus políticas expansivas para absorber parte de la deuda generada, “los puntos calientes de la deuda generada significan vulnerabilidades para la economía mundial”:  ¿De qué manera se puede reducir este nivel de deuda?

Echar la vista atrás puede ayudar a encontrar el camino adecuado que se debería seguir en esta ocasión. AllianceBernstein analiza diferentes momentos históricos y se centra en dos situaciones concretas: la situación en la que estaban las economías de occidente después de la Segunda Guerra Mundial y la situación de Japón en los años posteriores a los 90. Mientras la primera basó su línea de actuación en un fuerte crecimiento económico, inflación y tipos de interés ultra bajos. La situación de Japón, en cambio, envolvió otra realidad: crecimiento débil, demografía desfavorable, aumento de la deuda, tasas ultra bajas… que originó un cuadro deflacionista.  

Visto que en la actualidad el fuerte crecimiento no está en la derivada, los expertos explican que “la combinación de mayor inflación y represión financiera” puede ser el camino. Sin embargo, echan en falta un factor: la inflación. A este respecto argumentan que aunque “estamos empezando a ver signos concretos del cambio de régimen necesario para apuntalar una mayor inflación” -en referencia al giro en la hoja de ruta de la Fed respecto a la inflación promedio-, este punto aún no ha llegado. Señalan que es necesario “un compromiso creíble para aumentar las expectativas de inflación”.

Más bajado a tierra, el FMI insta a los gobiernos a implementar políticas que reactiven el crecimiento económico. Para ello aboga por “invertir en sistemas sanitarios, infraestructura, tecnologías con bajos niveles de carbono, educación e investigación para impulsar la productividad; adoptar políticas discrecionales bien planificadas, y reforzar los estabilizadores automáticos, incluidos los aspectos del sistema de impuestos y prestaciones que estabilicen los ingresos y el consumo, como la fiscalidad progresiva y la asistencia por desempleo”.