La apuesta por la formación no es una opción es una necesidad

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Tribuna de Ángel Martínez-Aldama, presidente de INVERCO

La normativa MiFID II ha impulsado en muchos aspectos la modernización y adecuación de la comercialización y asesoramiento de productos financieros en España. En esa línea, la modificación de nuestra Ley de Mercado de Valores y la publicación de la Guía Técnica 4/2017 de la CNMV han desarrollado exigencias y requisitos organizativos para las entidades que comercializan y/o asesoran productos financieros que se exigen a su personal.

Una vez pasado casi tres años desde su implementación la valoración es muy positiva. Si bien es verdad que en la mayoría de entidades la formación de comercializadores y asesores ya era una constante, sin embargo, con la nueva normativa se ha sistematizado, homogenizado y se han establecido unos estándares mínimos comparables y evaluables.

Estamos hablando de algo tan básico como que la persona que nos orienta (en la comercialización), o nos asesora (en el asesoramiento), esté plenamente instruida para que con un análisis previo de conveniencia o de idoneidad del cliente, sepa ofrecer o asesorar los productos financieros adecuados.

A nadie debería extrañar que, al igual que un profesional médico o un abogado deben estar capacitados y actualizados permanentemente en sus conocimientos para prestar sus servicios, los profesionales financieros tengan ese mismo nivel de capacitación. Es verdad que para los profesionales financieros, y en aras del principio de protección del inversor, ahora esa formación continua debe justificarse y realizarse anualmente, ya sea mediante cursos internos o con proveedores externos.

El sector financiero sigue siendo un pilar fundamental de nuestra economía y sobre éste debe seguir pivotando la responsabilidad de hacer productos más atractivos para los ahorradores, que sean más sencillos de entender y que se les expliquen mejor en el proceso de venta o asesoramiento.

Sin duda existen muchos retos para los profesionales financieros, entre ellos:

Adaptación a la tecnología, que condiciona la manera de comunicarse con los clientes y en la de facilitarles la información necesaria. Precisamente, los medios digitales son una herramienta básica para personalizar e individualizar mensajes y recomendaciones, y además un canal para estar más cerca de los clientes.

La reducción relevante de los puntos de venta, debido al proceso de consolidación bancaria que recientemente se ha impulsado de nuevo, va a obligar a acelerar esa digitalización ante una menor capacidad de relacionarse físicamente con el cliente.

El entorno de tipos cero, en el que la selección de activos se hace más ardua, especialmente para los clientes más conservadores, obliga a una mayor y mejor capacitación técnica.

Pero también en este momento existen grandes oportunidades. La creciente longevidad de la población española va a obligar a transvasar activos inmobiliarios de las familias (80% de su riqueza, 5,5 billones de euros), hacia activos financieros (actualmente 20% de la riqueza), para mantener los estándares de vida durante 25-30 años de jubilación, y para gestionar ese volumen creciente de activos financieros va a ser necesario e imprescindible tener a los mejores profesionales capacitados.