¿Es la MMT una teoría tan moderna como la pintan?

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La MMT es una derivación que tiene su origen en la concepción del dinero y de la política fiscal de la escuela post-keynesiana de economía. Su idea fuerza es que un Estado que emite su propia divisa puede siempre garantizar el pleno empleo, comprando cualquier cantidad de trabajo al salario de mercado y sin restricciones financieras. Habitualmente se asimila con la simple monetización de la deuda, pero es más sutil: si se asume que el banco central y el Estado comparten balance, es el gasto el que crea ingresos y exceso de liquidez, y las emisiones de deuda vienen después para drenar el dinero inyectado.

La MMT ha irrumpido en el debate sobre la relación entre la política monetaria y la política fiscal y los límites de ambas en el entorno actual de tipos muy bajos. En los primeros escarceos sobre los programas económicos de los candidatos a las primarias en EEUU, el ala más a la izquierda del partido demócrata ha vuelto a apuntar la necesidad de políticas de incremento del gasto público para conseguir el pleno empleo y la estabilidad de precios que ahora son el mandato de la Reserva Federal. Una forma de interpretar estas propuestas es considerar que alteran la asignación de instrumentos a objetivos de política económica: la política fiscal tendría más protagonismo en empleo e inflación, mientras la política monetaria se limitaría a garantizar la sostenibilidad de la deuda utilizando los tipos de interés.

Esta visión no está muy alejada de la ortodoxia. De hecho, tienen puntos en común con los planteamientos de algunos estudios publicados recientemente por economistas como Blanchard: el ex economista jefe del FMI manifestaba que la carga de la deuda pública era más manejable en un entorno como el actual, con tipos de interés bajos. No obstante, las recetas de la MMT no están libres de problemas, entre los que destacamos dos.

El primero, en torno al sector exterior. Aunque un incremento del déficit público y de la deuda pública pueda no suponer un problema interno per se al no existir riesgo de impago, sí lo puede ser de cara al sector exterior. Un incremento del déficit tiende a incrementar las importaciones del país, lo que supone un incremento de la demanda de la divisa extranjera en detrimento de la divisa nacional y por tanto una depreciación. Por consiguiente, el límite a la aplicación de esta teoría estaría en la depreciación que se esté dispuesto a asumir, con el riesgo de que la divisa nacional pierda todo (o prácticamente todo) su valor y las importaciones terminen por encarecerse.

El segundo punto de debilidad viene por el lado de la inflación. Aunque la MMT considera que el déficit nunca será inflacionista si la economía no está en pleno empleo, la expansión del gasto y de la cantidad de dinero puede poner en cuestión la estabilidad de precios. El abuso de la monetización del gasto público ha sido una de las principales causas de inflación a lo largo de la historia. La inflación tiende a retrasar las decisiones de inversión y su solución pasa por periodos de elevados tipos de interés que deprimen aún más la inversión y el empleo.

Por último, la MMT introduce grandes riesgos en términos de economía política, pues apoya la peligrosa idea de que se puede gastar sin recaudar ingresos públicos mediante impuestos y sin incurrir en costes considerables.

Esta receta sólo sería aplicable en países con i) tipo de cambio flexible, ii) relativamente cerrados (para minimizar el impacto del sector exterior) y iii) cuya divisa sea considerada una divisa de reserva.  

El problema es que el único que parece cumplir estas características es EEUU. Ha sido precisamente el Presidente Trump quien, en cierto modo, ha aplicado la recomendación de la MMT. Si bien es cierto que no se ha ceñido a la teoría (incremento del gasto), sí ha llevado a cabo un incremento del déficit público a través de la reducción de impuestos que ha tenido un impacto, a corto plazo, positivo sobre el PIB y el empleo. Incluso en este caso, una nueva expansión fiscal podría ser contraproducente: como siempre ha señalado la teoría post-keynesiana, el déficit tiene que ser anticíclico y EEUU está en pleno empleo.