Cómo integrar los ODS en la gestión de carteras

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jacinta lluch valero, flickr, Creative Commons

El término madurez hace referencia al estado de una cosa que ha alcanzado su pleno desarrollo, o de una persona que ha alcanzado su mejor momento en algún aspecto. Además, se asocia con la edad cronológica o años de experiencia en la vida.

Si aplicamos esta definición a la Inversión Responsable podríamos decir que, si bien no ha alcanzado su plena madurez, sí que se encuentra en una fase avanzada: podemos afirmarlo por la cada vez mayor concienciación de los inversores, ahorradores y las empresas de la necesidad de adoptar políticas responsables. También por el volumen de activos gestionados, cada vez mayor y experimentando tasas de crecimiento mayores que el resto de las estrategias. Pero quizá el mayor síntoma de madurez es la evolución de las estrategias empleadas para implementar políticas de inversión responsable. En los últimos años hemos pasado de la política de exclusión como estrategia casi única, a otras más sofisticadas y con mayor efecto transformador, como la integración de criterios medio ambientales, sociales y de gobierno (ASG) en el análisis financiero, políticas de best effort, o inversión de impacto, la estrategia de mayor efecto para dar respuesta a los retos sociales y medioambientales a los que nos enfrentamos.

En este sentido, una tendencia que está cobrando fuerza, y con razón, es enfocar los factores tradicionales de ASG hacia la consecución del cumplimiento de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para conseguir un mundo en torno a  cinco pilares esenciales: Prosperidad, Planeta, Personas, Paz y Alianzas. Según un estudio llevado a cabo por la consultora de sostenibilidad Novethic, de las 228 gestoras de activos europeas adheridas a PRI (Principios de Inversión Responsable) el 52% manifiesta su intención de reportar sus objetivos en torno a los ODS. Sin embargo, la mayoría tiene un enfoque generalista y no cuenta con un modelo concreto de aproximación a las inversiones en torno a los mismos.

Y es que no es sencillo: ¿Cómo podemos llevar a cabo una estrategia de inversión en la que integremos los ODS como base de nuestro análisis? En Portocolom, a la hora de analizar las empresas de nuestro universo tenemos en cuenta a qué ODS afecta cada empresa o sector de manera primaria o directa por la naturaleza de su actividad y a cuáles afecta de manera secundaria o indirecta por el desarrollo de su negocio y las consecuencias que tiene sobre los cinco pilares anteriormente mencionados. Por ejemplo, una empresa del sector de alimentación, tiene un efecto directo sobre el ODS 2, hambre cero, y ODS 12, producción y consumo responsable, por su actividad. Además, tiene efecto directo sobre los ODS 7, energía asequible y no contaminante, y ODS 13, acción por el clima, por la fabricación de los productos y el uso de envoltorios y cadenas de distribución. Pero además puede afectar de manera indirecta a los ODS 3, Salud y bienestar, ODS 8 trabajo decente y crecimiento económico y ODS 9 Innovación, industria e infraestructura.

Una vez determinados los ODS primarios y secundarios y el impacto positivo y negativo, buscamos las variables observables a tener en cuenta para poder cuantificar este impacto. Todo esto requiere de una adecuada estrategia, tecnología  para poder parametrizarlo, procesos sistemáticos de análisis y por supuesto de  un profunda reflexión y análisis cualitativo