Ciencias conductuales aplicadas a la gestión pasiva: casos prácticos

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Félix Prado on Unsplash

Después de explicar cuáles son los sesgos más importantes de comportamiento de los inversores que han detectado las finanzas conductuales, es hora de pasar de la teoría a la práctica con un ejemplo muy actual. Desde Old Mutual Global Investors (OMGI) el responsable de renta variable global Ian Heslop y el estratega Justin Wells indican que “ciertos aspectos de la irracionalidad de los inversores, probablemente son demostrables por el impacto de la evolución de los fondos cotizados (ETF) como fenómeno de inversión”.

Bucles de retroalimentación

“La proliferación de ETF nuevos y variados que pretenden ofrecer exposición a infinidad de temas diversos en la economía real es posiblemente debido a que una parte significativa de los inversores se han visto desproporcionadamente influidos por el atractivo de temas de inversión populares”, afirman Heslop y Wells. Ambos expertos indican, en referencia al fenómeno de los bucles de retroalimentación, que “interesantes explicaciones estructurales y anécdotas han apuntalado unas eficaces iniciativas de marketing para conseguir impresionantes ganancias de cuota de mercado por parte de estos productos a lo largo de un periodo relativamente corto”. Ponen como ejemplo de esta tendencia a un ETF denominado “Make America Great Again”, en alusión al lema de la campaña presidencial de Donald Trump, y que invertirá en compañías con empleados o actividades muy ligados a candidatos republicanos a cargos gubernamentales de relevancia.

Atajos

Heslop y Wells recuerdan que uno de los hallazgos de las finanzas conductuales tiene que ver con la tendencia de los inversores a tomar atajos cuando no disponen de conocimientos o tiempo suficiente para documentarse y tomar decisiones de inversión. En el caso de los ETF, esto se evidencia “por una aparente sobredependencia de algunas de estas estructuras que pretenden ofrecer exposición instantánea a temáticas específicas del mercado”.

Ponen como ejemplo el interés creciente por productos que ofrecen rentabilidad por dividendo, pues creen que los inversores podrían estar pasando por alto ciertas consideraciones de riesgo importantes: “Los ingresos pueden ser volátiles o menos volátiles, crecientes o estables, y que pueden generarlos empresas de todo el espectro de capitalización bursátil. Quizás no es tan sencillo como comprar exposición a empresas que ofrecen ingresos. El atajo podría crear fácilmente exposición a factores alternativos que no fueran únicamente los ingresos”.

Una segunda derivada de los atajos es la posibilidad de que los inversores no logren diferenciar entre ETF de ingresos "retrospectivos" y "prospectivos". Heslop y Wells se refieren por ejemplo a que el índice subyacente podría incorporar un dividendo histórico, un recorte de dividendos o uno prospectivo que podría no alcanzarse. “Si la selección de valores (del ETF) se basa en un dividendo histórico, puede ocurrir que la exposición también adopte un sesgo de valor. De forma alternativa, si se basa en dividendos futuros, puede suceder que la exposición asuma un sesgo más de crecimiento”, explican.

Enmarcado

Según la teoría del enmarcado, parte de la percepción de los inversores sobre una cuestión depende de la manera en que esa cuestión sea presentada por distintos emisores. Siguiendo con el ejemplo de los ETF, los expertos de OMGI plantean un ejemplo de enmarcado provocado por los gestores activos que se comparan con fondos índice: “Si el peso del valor en el índice sube, se torna más arriesgado que el gestor activo no invierta en él; a menudo, estos gestores lo compran y con ello incrementan el respaldo para el valor. Dado que los compradores de índices no tienen sensibilidad a los precios, tenderán a adquirir un valor según el peso que tenga en su índice, sin importar lo caro que les parezca”. Para Heslop y Wells, este comportamiento da pie a argumentar que se está socavando la habilidad para el descubrimiento de precios, aprovechando las ineficiencias de los mercados.

Gregarismo

Se entiende por gregarismo cuando los inversores optan por seguir a la masa en sus inversiones. Ambos expertos aplican este sesgo al comportamiento de los mercados en términos de volatilidad, partiendo de la aceptación de que “la volatilidad se ha convertido en una clase de activo por derecho propio”, al observar que la baja volatilidad de los mercados no se ha reflejado en la volatilidad realizada o implícita a nivel de valores. Así, afirman que “la estructura rotativa de los mercados de renta variable representó un indicador más realista de la incertidumbre que las mediciones de la volatilidad convencionales”. La reciente corrección de febrero es un buen ejemplo: “Las rotaciones en los mercados ocurren en todo momento, pero es raro que sucedan con tal brusquedad y ferocidad, sin ninguna noticia clave que cambie la narrativa de inversión”.

Pese a que los participantes del mercado se han apresurado a dar explicaciones sobre la naturaleza de la corrección, desde OMGI consideran que la influencia de los inversores convencionales en bolsa – que toman decisiones en función de los fundamentales- está disminuyendo. En cambio, afirman que “estas clases de correcciones y rallies técnicos aparentemente extraños parecen haber coincidido con la proliferación de estrategias de inversión algorítmica, como la beta inteligente”.

Así, los movimientos podrían verse exacerbados porque “aquellas estrategias y productos de inversión ligados a los vaivenes del mercado luchaban por contrarrestar posiciones en ofertas de volatilidad gestionada”, que asocian con características de gregarismo. Además, declaran que esta clase de episodios se han acentuado en los últimos años “ya que los participantes en el mercado tienen dificultades para comprender «en tiempo real» los factores que provocan tales vaivenes”.

Otro ejemplo: cuando las acciones tecnológicas se desplomaron en bolsa durante el segundo trimestre de 2007, la correlación de los llamados valores FAAMG —Facebook, Apple, Amazon, Microsoft y Google— con los factores de crecimiento, volatilidad y dinámica se situó en el 92º, 90º y 96º percentil, respectivamente.