¿Y si el euro se abarata tanto que también pierde la paridad contra el dólar?

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Foto cedida

El euro nació con un tipo de cambio de 1,18 dólares el 1 de enero de 1999. En sus primeros años de vida, la moneda única se depreció de forma continuada hasta registrar el que es su mínimo histórico hasta la fecha, los 0,83 dólares. Una caída que Didier Borowski, estratega de Amundi, atribuye a la diversificación en las carteras de los residentes europeos, que se vieron obligados a ajustar su exposición a divisas. 

Haciendo memoria, Borowski recuerda que entre 2000 y 2002 llegaron a salir 200.000 millones de euros de la eurozona al año, mientras que se registraron flujos de entrada en renta fija positivos, pero no suficientes como para contrarrestar las pérdidas en bolsa. Para cuando el euro tocó su mínimo histórico, en octubre del 2000, la zona euro presentaba un déficit cercano al 5% del PIB que provocó que la moneda se mantuviera por debajo de la paridad contra el dólar durante tres años consecutivos.

El experto continúa su repaso al pasado explicando que los dos grandes máximos del euro (1,6 dólares en noviembre de 2008 y 1,5 dólares en octubre de 2009) también se produjeron como consecuencia de un reajuste en la diversificación de las carteras, en este caso la de inversores de otras partes del mundo y particularmente de los asiáticos. En este periodo, los bonos europeos repuntaron, de la mano de las inversiones en instrumentos monetarios, y los bancos centrales tiraron de euros para sus reservas de divisa. El experto de Amundi atribuye estas tendencias en parte al diferencial que presentaba en aquellos momentos la deuda alemana frente a la estadounidense: entre 2008 y 2009, se incrementaron las compras de bolsa europea por parte de inversores estadounidenses. 

La cuestión para Borowski es si, dada la debilidad de la divisa común provocada por el BCE, se podría volver a ver un gran ajuste en el euro como consecuencia de cambios masivos en la diversificación de las carteras. Y, de hecho, observa que, desde mediados de 2014, la diversificación en renta fija presente en las carteras de residentes de la eurozona ha reducido la exposición a euros. 

El estratega explica que esto se ha debido a que los inversores se han ido a buscar rentabilidad a otros mercados de renta fija fuera de la zona euro, de tal modo que las compras de activos extranjeros en los últimos 12 meses supusieron un 3,2% del PIB en enero de 2015, mientras que entre el verano de 2013 y el de 2014 fueron prácticamente nulas. Entre tanto, las compras de deuda en euros de inversores de otras regiones han caído tanto que ya sólo representan un 0,5% del PIB (datos de enero de 2015), frente al 1,5% del verano de 2013. Para el experto, “esta tendencia dual explica en gran parte la reciente caída del euro”.  

Borowski trata de avanzar la evolución de esta tendencia: “Si los inversores extranjeros incrementan su salida de bonos europeos, podría prolongar la caída del euro por debajo de la paridad con el dólar”. De hecho, considera que es bastante probable que se sigan deshaciendo posiciones en deuda europea: “Con el QE del BCE, los inversores tienen esencialmente una oportunidad ideal para vender la deuda soberana de sus carteras al BCE a un precio elevado”.

¿Nuevos mínimos?

El experto de Amundi carga las tintas con sus pronósticos: cree que hay al menos dos razones que respaldan que la caída no será tan dura como la de hace 15 años. La primera, que está creciendo el superávit por cuenta corriente de la eurozona, y de hecho está en máximos del 2,5% del PIB. Todos los países de la eurozona ya presentan una tendencia positiva en sus respectivas cuentas corrientes, gracias a la reciente recuperación de los países del sur, que han hecho un gran esfuerzo por recuperar competitividad. Borowski predice que “en 2015 y 2016, la recuperación de la demanda doméstica probablemente pesará sobre la balanza de pago (incremento de las importaciones). Sin embargo, esta tendencia probablemente será compensada por el incremento de las exportaciones generadas al haber ganado competitividad”. 

La segunda razón tiene que ver con que la debilidad del euro va a contribuir positivamente a la expansión de los beneficios de las empresas europeas, lo que a su vez impulsará a los inversores de otras regiones a comprar bolsa europea. “Ya notamos un ajuste en la tendencia del BPA (beneficio por acción)”, asegura Borowski. Éste razona en consecuencia que, “cuanto más cae el euro, más inversores extranjeros serán alentados a incrementar su exposición”. Especialmente si se tiene en cuenta que la renta variable europea todavía cotiza con descuento frente a la estadounidense tanto por PER como por valor en libros. Además, cree que las acciones pueden llegar a resultar todavía más convincentes si el entorno económico en Europa enfila el buen camino, al iniciar un ciclo de expansión económica. “Por tanto, las compras de renta variable de la eurozona por inversores extranjeros deben jugar, al final, un rol estabilizador y en parte compensar los significativos reembolsos en renta fija”, concluye el estratega en este punto.

Conclusión

¿Con qué mensaje debe quedarse el inversor después de este conjunto de recordatorios y reflexiones? Según Borowski, el euro seguirá afrontando obstáculos en el corto plazo, aunque la previsión con la que trabaja Amundi es que el riesgo de pasar de largo de la paridad prevalecerá en los próximos seis meses, al seguir los inversores extranjeros deshaciendo sus posiciones en deuda soberana europea. No obstante, la conclusión final del estratega es que el euro terminará por estabilizarse y después se recuperará, lo que marca las distancias con el comportamiento que presentó durante sus dos primeros años de vida.