Viviendo en el pasado

2011 no ha sido un año fácil para los inversores: muchos de los principales índices de renta variable registraron pérdidas con lo que no es extraño encontrar valores en las carteras de nuestros clientes cotizando por debajo del precio al que se compraron. En estas circunstancias resulta difícil vencer a la tentación de mantenerlos en cartera, esperando que recuperen el precio de compra. Sin embargo, esta decisión, mantener en cartera un ‘loser ‘con la mente puesta en que pueda acabar recuperándose puede acabar revelándose como una decisión perjudicial para la rentabilidad de la inversión a medio y largo plazo. Investigaciones desarrolladas en el campo de Behavioural Finance han revelado que cuando un inversor desea tomar una nueva posición para la que ha de llevar a cabo la venta de una existente, hay una disposición psicológica a vender aquellas inversiones que están por encima del precio de compra. Esto se explica porque cuando un inversor compra un valor realiza un seguimiento de su inversión en función del precio de compra y, cuando liquida esa posición, el inversor registra psicológicamente el haber obtenido una pérdida o ganancia. A este fenómeno se le denomina efecto de la disposición.

De esta forma, tendemos a asumir posiciones de riesgo excesivo con la esperanza de recuperar pérdidas. Esto se observa en una tendencia que se da con frecuencia: los inversores están más dispuestos a asumir riesgos cuando se enfrentan a la perspectiva de pérdidas, mientras que son más cautos a la hora de preservar las ganancias: prefieren vender posiciones para asegurar un cierto nivel de ganancias antes que correr el riesgo de intentar aumentarlas y acabar registrando pérdidas finalmente. Esto puede llevar a mantener en cartera valores sin potencial que pueden acabar pesando en la rentabilidad total y restar potencial al conjunto de la cartera de inversión. Para evitar esto, el inversor ha de concentrarse en posicionarse en aquellos activos que considera que pueden tener un mejor retorno en el futuro. Obviamente, la teoría puede parecer más sencilla que la práctica, pero hay una serie de recomendaciones a seguir para evitar acarrear la losa de nuestras decisiones pasadas:

• Concentrarse en expectativas de futuro más que en el pasado. Si un inversor se hace la pregunta “Si no tuviera esa inversión, ¿la realizaría ahora?” y la respuesta es no, entonces más vale que busque otros activos en los que invertir.

• Evaluar la cartera de inversión en su conjunto, de forma que cuando se liquida una inversión para invertir en otra no se está cerrando un balance si no readaptando la exposición de la cartera.

• No pienses en tus inversiones de forma individualizada, sino en el rol que desempeñan en tu cartera. El valor total de tu cartera es lo determinante, así que concéntrate en las ganancias y pérdidas a nivel global.

Reconocer los efectos de nuestras inclinaciones psicológicas a la hora de invertir y realizar pequeños ajustes puede ayudar a incrementar la rentabilidad de nuestra cartera. Al reconocer cómo los precios iniciales pagados afectan en nuestra forma de valorar una inversión, podemos evitar ser víctimas de este error.