Una cervecita, con o sin crisis

Nuestro post de hoy es, otra vez, hijo de la crisis. La baronesa Thyssen ha anunciado que, lamentándolo mucho, ha de deshacerse de uno de los cuadros de su colección: “La crisis nos afecta a todos. También a los coleccionistas. Necesito cash”. A lo que añadía que ella era rica en arte, pero no en liquidez.

La falta de liquidez. Habrán oído hablar de ella.

Estas declaraciones las hizo en rueda de prensa con motivo de la presentación del patrocinador del nuevo museo en Málaga que lleva su nombre. Y porque, a pesar de la crisis, en España no se perdona la cervecita, será la cervecera San Miguel la que aportará 250.000 euros anuales a la pinacoteca. En efectivo.

Muchas veces me he preguntado qué sería España sin sus bares…

Por cierto, no sé si sabrán que la cervecera San Miguel tiene sus orígenes en “Las Filipinas”. La cerveza se producía en un pequeño convento de frailes agustinos allá por 1885. No fue hasta 1957 que nació la compañía “San Miguel, Fábrica de Cerveza y Malta, S.A.”, independiente de la matriz filipina.

La “San Miguel” original que quedó por Filipinas creció y, a día de hoy, se ha convertido en uno de los mayores conglomerados empresariales de dicho país.

Pero volviendo al patronazgo museístico, contarles que si el museo malagueño de Tita ha encontrado su inyección de cash gracias a la cerveza, no puede decirse lo mismo de su hermano mayor. El museo Thyssen-Bornemisza era financiado por Bankia. Ya no. Y es sintomático de nuestros tiempos el hecho de que próximas grandes exposiciones hayan quedado sin patrocinador. Y me refiero en concreto a la inminente exhibición dedicada a Edward Hopper.

El museo Thyssen Bornemisza alberga la colección más importante de obras de Hopper fuera de los Estados Unidos. Un artista clave del siglo XX, reconocido por concretar de manera tan atractiva la estética del “american way of life”.

Sus cuadros hoy en día valen millones. Sin ir más lejos, su obra “Chair car” alcanzó los 14 millones de dólares el pasado mes de mayo en Christie´s. Aunque paradójicamente, y como suele ser frecuente en los artistas, Hopper no logró vender un lienzo hasta los 31 años. Y no sería hasta la década siguiente cuando el pintar se permutó en cash para permitirse comprar un coche.

Cash, cash, todos necesitamos cash…