Primeras conclusiones sobre el XIX Congreso del Partido Comunista Chino

China, emergentes, reunion
Elio Di Rupo, Flickr, Creative Commons

Una de las grandes consignas que ha aguantado a lo largo de 2017 ha sido la de esperar a la celebración del XIX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) para poder reevaluar los fundamentales de China y, por consiguiente, las tesis de inversión. El consenso inicial sobre esta cita, celebrada tan solo una vez cada cinco años, es que las novedades se han producido fundamentalmente en el terreno político, no en el económico.

Este Congreso está marcado por la peculiaridad del gran relevo esperado entre los miembros de la cúpula del partido, al alcanzar muchos miembros edades avanzadas. También por la consolidación en el poder del presidente Xi Xinping: renueva su mandato por cinco años y ha conseguido que su doctrina del “sueño chino” sea inscrita junto con su nombre en la Constitución del Partido; será el tercer mandatario de la China moderna en conseguirlo, después de Mao Zedong y Deng Xiaoping. 

“Si algo nos han enseñado los últimos cinco años bajo la presidencia de Xi Jinping, es que le importa poco la imposición de una agenda occidental de reformas para China”, comenta Mark Tinker, responsable de renta variable asiática de AXA IM. Durante este último lustro, la economía china se ha expandido y lo ha hecho de una forma “más equilibrada que la predicha por muchos economistas occidentales”, tendencia que, en su opinión, se prolongará durante los próximos años.

Para Tinker, una de las mayores asignaturas pendientes sigue siendo la menor dependencia de los bancos a cambio de una mayor apertura hacia los mercados capitales, mediante reformas de calado. “Los chinos vieron claramente prioritaria la introducción del renmimbi en la cesta de divisas con derechos especiales de cambio del FMI hace un año, y la convertibilidad avanzó sólo lo justo para conseguirlo. De forma similar, las iniciativas Stock Connect y Bond Connect están cumpliendo las necesidades chinas de control de los flujos de capital de salida y de diversificación, no las necesidades occidentales de hacer beneficios en China”, resume.

Legado versus reformas pendientes

Kim Catechis, responsable global de mercados emergentes de Martin Currie (filial de Legg Mason Global AM), espera ver en el próximo lustro “un liderazgo más unificado y efectivo que durante el primer mandato de Xi Jinping, y que se enraícen más en los planes de China algunos de los sellos distintivos de su política económica, dando forma a su legado”.

La experta describe el “sueño chino”, como un concepto que ha utilizado el mandatario para impulsar un “rejuvenecimiento nacional” con el que hacer del país una nación “más próspera, con un papel más importante en el mundo y proporcionando mejor calidad de vida a sus ciudadanos”. Dentro de ese sueño han destacado grandes iniciativas como la lucha contra el cambio climático y a favor del medio ambiente, así como los esfuerzos por reducir el descomunal peso de la deuda.

También han sido hitos importantes la iniciativa “One Belt One Road” -la versión moderna de la Ruta de la Seda- mediante inversiones multimillonarias en infraestructuras estratégicas para China en más de 60 países. “Además de realizar un uso efectivo de la capacidad de almacenamiento de las industrias relacionadas con la infraestructura del país, este plan es una proyección de “soft power” para expandir la influencia internacional de China”, comenta la experta. 

En estos cinco años se ha reducido capacidad en industrias pesadas ineficientes y contaminadoras – tendencia que se espere que continúe-, así como la retirada del apoyo gubernamental a empresas zombies. Finalmente, se impulsó la reforma de las empresas estatales para hacerlas más eficientes, aunque con resultados decepcionantes.  

En cambio, no se ha conseguido atajar el gran endeudamiento en el sector inmobiliario. Catherine Yeung, directora de inversiones de Fidelity International, considera que este sector es el principal foco de riesgos: “Los inmuebles siguen siendo el punto de apoyo de China, ya que casi todo se avala con inmuebles. Podríamos ver políticas encaminadas a suavizar el ciclo inmobiliario o la introducción de herramientas que serán necesarias para conseguir la estabilización. Podría articularse mediante mecanismos fiscales o un programa de alquiler a largo plazo”. 

Repercusiones para los mercados

El PIB chino creció un 6,8% en el tercer trimestre, una décima menos que durante el primer semestre. En cambio, el PIB nominal registró un sólido 11,2%, una décima más respecto a la revisión anterior. “El desglose del dato del PIB revela una aceleración de los sectores primario y terciario, que dieron apoyo al crecimiento mientras que el sector secundario se desaceleró”, observa Craig Botham, economista especializado en emergentes de Schroders.

Sin embargo, el economista observa que muchos indicadores de la actividad económica han caído bastante más que el PIB: la inversión interanual en activos fue del 5,8%, frente al 8,3% anterior, mientras que las exportaciones crecieron un 6,9%, frente al 9% previo; la producción industrial se ralentizó tres décimas (6,3%), y las ventas minoristas retrocedieron del 10,8% al 10,3%. Para el economista, estos datos no son coherentes con la caída de sólo una décima, y por ello vaticina que el PIB seguirá en descenso.

Jeik Sohn, Director de Inversiones de M&G Investments, comenta la evolución de los activos financieros. Empieza por el encarecimiento del yuan a lo largo de 2017, que atribuye a “un rendimiento económico mejor de lo esperado, la debilidad del dólar y los controles del capital”. Ve posible que el cambio en el mecanismo de fijación del tipo de cambio también haya influido. Esta tendencia podría revertirse en el medio plazo: “La divisa podría depreciarse a medida que la economía china se ralentice gradualmente”. Paralelamente, la deuda soberana china ha subido casi un 1% en todos los tramos de la curva desde que el país endureció sus controles financieros en 2016; a pesar de la corrección, Sohn considera que sigue estando cara.

Finalmente, el experto comenta la divergencia entre los sectores de la vieja y la nueva economía china. Los primeros han contribuido enormemente al endeudamiento, pero están baratos y precisan reformas. Sohn advierte que “llevará años alejarse gradualmente de esta situación, por lo que estas empresas podrían convertirse en trampas de valor”. Con la nueva economía pasa lo contrario: “Las firmas tecnológicas están creciendo muy rápidamente, pero gran parte de la confianza y las esperanzas de futuro ya están descontadas en las valoraciones”.