Oro parece, value no es

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Es de sobra conocido y un dato empírico fácilmente constatable – en historia y enjundia- el escaso peso de los conocimientos financieros de nuestro país.

España es un mercado subdesarrollado en la gestión del dinero que se ha subido al tren de la modernidad y el desarrollo económico desde hace sólo medio siglo. Hasta hace cuatro días ir a la Bolsa consistía en desplazarse a un edificio, en la mayoría de los casos de fachada rococó, y comprar o vender unos pocos valores en función de la potencia vocal o gestual dentro de unos corros de operadores habituales.

A sensu contrario, en el país de referencia en el sector, Estados Unidos, disfrutan de un índice bursátil que mantiene su estructura desde hace prácticamente 150 años y son varias las generaciones de inversores que han negociado con acciones, bonos, materias primas, cracs de mercados, timos Ponzi y todo tipo de vehículos de inversión, lo que les ha servido como vacuna para no verse afectados por todo tipo de fiebres y modas.

Escasos de anticuerpos, los españolitos nos significamos por la facilidad a la que nos sumamos a la última fiebre de turno. Fenómeno del todo natural al carecer de defensas suficientes y ser automáticamente infectados por el último must en forma de soluciones financieras para nuestro patrimonio.

Viene a cuento todo esto por la proliferación de un adjetivo que en los últimos tiempos decora multitud de productos de inversión ofreciendo una cuasi garantía para obtener rentabilidades positivas. Eso sí, a muy largo plazo. Estoy hablando, como ustedes ya habrán adivinado, del Value Investing.

Y es que de un tiempo a esta parte no hay producto, estrategia o inversión que evite el ser calificada con un supuesto marchamo de seguridad, como value.

El value investing no es una fórmula mágica ni la piedra filosofal que convierte el plomo en oro a pesar de estar siendo así ofrecido por muchas gestoras y gestores que van aterrizando en nuestro país. Por supuesto esta última moda está siendo también abrazada efusivamente por la gestión nacional tan permeable a modas y modos de hacer foráneos.

El value investing no es más que un estilo de inversión que se caracteriza por buscar y comprar acciones de compañías con precios infravalorados y un potencial de apreciación supuestamente no reconocido por el mercado. Este hueco de infravaloración normalmente se refleja en unos múltiplos bajos como por ejemplo el que resulta de dividir el precio por el beneficio por acción (PER). Aunque les advierto que esto ya ha evolucionado y lo último de lo último es utilizar el PER/Shiller que no deja de ser lo mismo, pero tomando diez años como base de cálculo y no un solo año y ajustando por inflación los beneficios de cada año.

En realidad estamos frente a un estilo de inversión opuesto al estilo growth o crecimiento. Algunos gestores utilizan ambos estilos y entonces lo denominan mixto o Blended. Hay combinaciones con nombres más molones pero que no les comentaré para no aburrirles.

Es decir, son simplemente diversos estilos de inversión en las acciones. Para los que sean ajenos al mundo de la inversión comentarles que básicamente existen dos grandes estilos cuando se trata de formar una cartera de renta variable: estilo valor y estilo crecimiento.

Existen inversores muy famosos adscritos a ambos estilos de inversión pero quizás el más famoso, Warren Buffet, se ha convertido en uno de los paradigmas del estilo value.

Buffet se ha convertido sin buscarlo en una mezcla de inversor de éxito y yogui financiero que deslumbra a masas de seguidores aficionados o profesionales que en la mayoría de los casos y aun devorando cada una de las líneas de los cientos de libros de autoayuda financiera que ha producido el fenómeno, no pueden, no saben o no logran replicar el desempeño de su idolatrado caudillo por mucho que adjetiven con value todas sus iniciativas.

Efectivamente, el estilo valor tiene bastantes fans también al otro lado del atlántico pero no sólo por Warren Buffet sino por un supuesto desempeño claramente superior en el largo plazo de este estilo de invertir.

Es obvio que Buffet ha vivido mucho. En concreto más de 86 años y ha sabido y podido aprovecharse de unos mercados con un nivel de sofisticación ínfimo si lo comparamos con el actual y un “laissez faire” que hoy por hoy, dudo mucho, que le reportase iguales resultados. En todo caso nunca lo podremos comprobar y daría para escribir el libro número 48 sobre su actividad y persona. *En un artículo de USA Today, publicado en octubre de 2008, se afirma que al menos 47 libros tenían en su título el nombre de Buffett.

En España el virus value nos fue inoculado por nuestro gestor estrella propio, Paramés y su gestora Bestinver. Creando una escuela española de gestores value que engrosa cada año sus filas a un ritmo trepidante.

En todo caso no estamos ante una evidencia científica sólida más allá del mejor desempeño a muy largo plazo de los mercados de acciones frente al de otro activos financieros. Estadística e históricamente el estilo Growth ha superado al Value y si nos fijamos en el año 2015, por goleada.

Los excesos de rentabilidad que provienen de seguir el estilo Value no se han registrado a lo largo de la mayor parte de segmentos del mercado, sean estos por ejemplo tamaño de las compañías o áreas geográficas.

Es bien cierto que apenas tenemos algo más de cuarenta años de historia al respecto, lo que estadísticamente no tiene porqué ser particularmente significativo, a menos que la goleada del estilo valor hubiese demoledora… Sin embargo no sólo no lo es sino que en el momento presente lo es menos que nunca, tras más de una década donde el estilo growth viene batiendo al estilo value.

En categorías de fondos de  renta variable europea o renta variable norteamericana se observa que a plazos ya muy largos - como de quince años por ejemplo - hay una ausencia casi absoluta en los primeros puestos de fondos de estilo valor puro. Al contrario los fondos estilo mixto, GARP (growth at a reasonable price) o crecimiento dominan con absoluta claridad

La conclusión y para ser ecuánimes, es que en estilos de inversión no se puede afirmar con seguridad que uno sea mejor que otro ya que no existe suficiente historia, datos y evidencia que lo validen.

Es por ello que se impone un saludable escepticismo y no dejarse infectar por modas que conocedoras de nuestro bajo nivel de defensas nos pueden hacer coger fiebres y calenturas  que al final pueden resultar no ser tan maravillosas.

Lo que no deja de sorprenderme es la adhesión incondicional de muchos inversores a productos de este sesgo, pues en la mayoría de los casos sus comisiones de gestión, entre suscripción y éxito, superan generosamente el 3% anual. Opciones que difícilmente van a aportar excesos de rentabilidad sobre índices o fondos.

La recomendación es como siempre la diversificación e huir de la tentación de casarse inequívocamente y para siempre con las filosofías o modas, sean estilos de inversión u otras muchas que se han desarrollado en los últimos años y que a buen seguro se seguirán desarrollando.

¿Es una opción? Sí. Pero ni mucho menos la única. Es únicamente adecuada para inversores de largo plazo y con un umbral de insomnio ante los vaivenes del mercado, propio del mismo Aquiles.

Conviene ser selectivos eligiendo gestoras y gestores value, pues ni mucho menos es oro todo lo que reluce. Adjetivarse es fácil pero no es garantía ni de resultados ni de alegrías financieras.

Pensar que leyendo cuatro balances de una compañía se está haciendo Value investing es engañar a la gente. Y es que muy poca gente hace de verdad value investing, muy pocos fondos de inversión o analistas lo hacen y definitivamente no es una fórmula mágica. No todos pueden ser Buffet y comprar acciones de Goldman Sachs al haber sido el propio Buffet, presidente de Salomon Brothers durante años.

Se impone pues, y más que nunca, en esta elección, el consejo profesional e independiente de profesionales bregados en el análisis y selección de activos que estudien en profundidad la metodología, equipos y estrategias de las casas de inversión que se denominen u ofrezcan productos value.

Rememorando a Keynes, ya sabemos que el mercado puede permanecer irracional más tiempo del que un inversor puede permanecer solvente, así que, más de lo mismo, precaución, información objetiva, diversificación (también en estilos) y sano escepticismo frente a ofertas relucientes que pueden hacer  caer a plomo el valor de sus inversiones.