Mientras brille el sol: oportunidades en el sector de la energía en África

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Foto cedida

Cuando se habla del continente africano, a menudo todavía se llama de manera equívoca "el continente negro". África, de la que se suele dar por sentado que desaprovecha sus tentadoras oportunidades –desde el turismo, pasando por la agricultura y la minería, hasta la distribución de su riqueza natural entre una población de mil millones de personas en rápido crecimiento– da la impresión de ser un continente de capa caída, a la espera de que el toque de una varita mágica libere todo su potencial. No obstante, a pesar de que esto sea cierto en muchos casos, la inmensa multitud de países, tribus y facciones ha sido testigo de una amplia selección de historias de éxito en ámbitos a veces novedosos.

Evitando casi por completo el tedioso proceso de despliegue de redes de telecomunicaciones de línea fija, servicios como los pagos vía teléfono móvil se han implantado en un periodo de tiempo más rápido que en ningún otro lugar del mundo. Ello no solo facilita el hecho de hacer negocios y sobrellevar el día a día, sino que también ayuda a establecer una serie de nuevas actividades comerciales en todo el continente africano.

En consecuencia, el crecimiento económico en África, y sobre todo en el África subsahariana (ASS), ha registrado un promedio del 5,8% en los últimos 10 años, superando a Europa y a Asia en determinados años. Las previsiones de crecimiento para los próximos cinco años sugieren niveles medios del 5,5%. Asimismo, los niveles de ingresos en el sector formal han mejorado, aunque hay que reconocer que el punto de partida era bajo.

Con estas tendencias, las empresas multinacionales ahora están desplazando cada vez más su enfoque hacia estos mercados en expansión, donde solo el crecimiento de la población abarca desde el 1% anual en Botsuana al 3,6% anual en Níger. Así pues, no es sorprendente que en los últimos años haya aumentado el llamamiento a las reformas y las mejoras estructurales. Impulsados por los elevados precios de las materias primas y un crecimiento consecuentemente alto del PIB, nuevos actores como China se han unido a las asociaciones de participantes activos, que a menudo se han situado a la cabeza de empresas y países más conservadores con intereses en el desarrollo local.

Uno de los prerrequisitos para el desarrollo local y, de hecho, la piedra de anclaje que funciona como uno de los detonantes más importantes, es sin duda el suministro de electricidad. Hoy en día África cuenta con una de las tasas de consumo per capita más bajas del mundo, y del mismo modo está fuertemente enfocada a la biomasa tradicional, con un impacto medioambiental por consiguiente marcadamente negativo. Así pues, la capacidad total de generación eléctrica en el ASS es aproximadamente igual a la de España, mientras que si se excluye a Sudáfrica cae al nivel de Argentina. Durante varios años, el consumo de electricidad generado en instalaciones modernas había estado disminuyendo, mientras que las tendencias eran más positivas (aunque no satisfactorias) principalmente en el norte de África y Sudáfrica.

A modo de ejemplo, las tasas de electrificación rurales se situaban en torno al 17% a principios del año 2000, y 10 años más tarde todavía están por debajo del 33%, mientras que Egipto aumentó de un 60% en 1980 a casi el 100% en el mismo periodo de tiempo. Al ritmo actual, menos del 40% de los países africanos lograrán el acceso universal a la electricidad en 2050. Con un crecimiento económico en proceso de aceleración y un importante potencial de alcance cada vez más obvio, la acción de los sectores público y privado se convierte en sumamente necesaria para proporcionar a los consumidores locales soluciones sostenibles y asequibles desde el punto de vista financiero.

Como regla general, puede preverse que el consumo de electricidad crecerá de 1 a 1,5 veces la tasa de crecimiento del PIB, con los mercados subpenetrados rebasando esta desviación. Esta acción claramente va a la par con el aseguramiento del suministro de alimentos y la subsanación de los problemas sanitarios en una población en rápida expansión. De aplicar estrategias inteligentes, África podría dar un salto de desarrollo económico en materia de generación de energía, al igual que hizo con las comunicaciones móviles, pasando por alto las fases de, por ejemplo, los combustibles tradicionales o las redes de telecomunicaciones de línea fija.

Por ahora, sin embargo, más que saltarse una fase o dos, el reto todavía consiste en empezar. Los cálculos indican que abordar el déficit de corriente eléctrica en África podría estimular el crecimiento económico casi en un 2% anual. Un punto porcentual podría lograrse únicamente retirando paulatinamente el suministro de corriente eléctrica de "emergencia" procedente de generadores diésel, los cuales funcionan con un coste que dobla el de las fuentes de energía comunes, a saber, 0,35 USD.

Los ejemplos de fuentes de alimentación de reserva todavía son abundantes y, literalmente, un día sin apagones en Nigeria es como un día sin sol: inconcebible. No obstante, la financiación es uno de los mayores obstáculos a superar. Aunque difíciles de calcular, las previsiones actuales de las necesidades financieras totales para que África satisfaga su déficit de consumo de corriente eléctrica anual son de 40.000 millones de dólares anuales. Una cantidad equiparable a más del 6% del PIB total de la región, mientras que el gasto actual solo es una cuarta parte de dicha cifra. Si lo traducimos a cifras reales, dejando de lado otras necesidades de inversión como la renovación de partes más amplias de la base de generación operativa, ello significa añadir una capacidad de 7 gigavatios por año.

Aunque se trata de una capacidad moderada para una economía desarrollada de proporciones considerables, ello casi triplicaría la flota de generación operativa de forma inmediata, un mercado con carencias crónicas en el ámbito de las infraestructuras de electricidad modernas. A la vez que se enfoca la necesidad de inversión, por lo visto el aspecto de la financiación destaca como uno de los principales obstáculos; no obstante, en este caso, la mejora es notable. Las donaciones anuales aumentaron en 3-4 veces desde mediados de la primera década del nuevo milenio, a partir de aproximadamente 500 millones de dólares anuales. Sin embargo, es obvio que existe una gran brecha no financiada que debe encontrar algún apoyo en el sector privado.

De nuevo, China ayuda en lo que se refiere al tamaño. Además de todo lo mencionado anteriormente, los inversores chinos y los programas de subvenciones inyectaron 1.700 millones de dólares anuales de media durante el periodo 2001-2006. En su mayor parte se destinaron a la construcción de instalaciones de hidroelectricidad de más de 7 gigavatios, y de 2,5 gigavatios en centrales térmicas en el ASS; en paralelo, organismos indios han demostrado gran entusiasmo por este potencial, con la esperanza general de que también refuercen financieramente los proyectos.

De cara al futuro, seguramente los proyectos multinacionales serán los principales impulsores del crecimiento de generación de energía. Los proyectos multidécada, como la fundación DESERTEC o el proyecto de la presa Inga en la República Democrática del Congo añaden una pizca de sabor a este increíble potencial. En este último proyecto se añadirán 40 gigavatios de generación de electricidad por un coste de aproximadamente 80.000 millones de dólares; incluso con una realización más modesta, proyectos de este tamaño podrían transformar materialmente la totalidad del continente africano.

Por muy bien que el comercio de electricidad transfronterizo sea capaz de aliviar el déficit en un país con excedentes generados en otros lugares, a un coste más barato con un impacto medioambiental inferior, la comisión del Sistema de Intercambios de Energía Eléctrica de África Occidental en la CEDEAO no bajará el listón.

Nigeria es la campeona de una serie de problemas que no le permiten desplegar todo su potencial escondido. Con una población en rápido crecimiento –los 160 millones de hoy se convertirán en 740 millones en 2100– existe un fuerte impulso por aumentar la producción agrícola. No obstante, a pesar de contar con uno de los territorios agrícolas con más perspectivas de futuro, la productividad sigue siendo pésima; a medida que las tierras requeridas para la producción aumentan se acentúa el problema para los habitantes locales de no poder encontrar leña en los aledaños, una materia prima esencial para las necesidades energéticas diarias de gran parte de la población.

Al mismo tiempo, los miembros de grupos de presión están ralentizando proyectos que intentaron poner solución a algunas limitaciones, como algunas partes involucradas en el comercio de diésel y generadores. Los sistemas de subvenciones, destinados al apoyo de grupos con bajos ingresos, también hacen más mal que bien al desalentar las nuevas inversiones. Se trata de algo especialmente decepcionante, ya que las tasas de electrificación de Nigeria se sitúan bastante por encima de la mayoría del resto de países del ASS, y situándose ligeramente por debajo de Sudáfrica, que multiplica por diez la capacidad de generación de Nigeria.

Sin embargo, aparte de la falta de inversión y de unas tasas de siniestralidad superiores al 60% (debidas en gran medida al robo y a redes anticuadas), las tarifas eléctricas son otro de los factores culpables. Bastante subvencionadas y con un coste de 0,06-0,08 USD durante muchos años en países como Kenia y, por lo tanto, a un tercio de los precios del mercado libre, estas tarifas espantan a cualquier inversor de dicho mercado.

Mientras estos países no puedan ofrecer condiciones lo bastante atractivas para los nuevos candidatos al mercado, parece imposible la generación de electricidad nueva a partir de fuentes no estatales. Sobre todo permanecen fuera del mercado las inversiones con elevados costes de puesta en marcha, como en el caso de la energía solar, a pesar de que esta solución tan ecológica parezca la opción natural en un mercado tan atractivo como la soleada África.

De cara al futuro, y si buscamos historias de éxito en África, el Reino de Marruecos aparece tarde o temprano como guía en la senda del desarrollo. A pesar de que hace algunos años tenía muchos de los problemas que hoy acucian al continente, para 2013 todos los pueblos de Marruecos estarán conectados a la red eléctrica nacional estatal. Al unir fuerzas con socios extranjeros, sobre todo de Francia, algunas aldeas remotas fueron punta de lanza en el abastecimiento independiente de electricidad a mediados de los años noventa del siglo XX, antes de conectarse a la red nacional.

Hoy en día, los apagones parecen un recuerdo lejano del pasado, mientras que las empresas que operan en el ASS todavía registran unos 56 días de apagones al año. Por otro lado, la nueva realidad de Marruecos es la generación de electricidad con paneles solares en las montañas del Atlas, con el potencial de alcanzar los 2 gigavatios a finales de la década, aumentando en diez la capacidad actual y siendo, para entonces, una parte importante del conjunto de la flota de generación de electricidad. Forzada a importar casi el 95% de sus necesidades de combustible fósil, las plantas eólicas, la biomasa y la energía solar eran opciones naturales que solo necesitaban un poco más de empuje por parte del Gobierno, la participación del sector privado y la apreciación pública, una mezcla que ahora funciona a la perfección.

Las economías que se benefician de haber sido o ser nuevas productoras de combustibles fósiles, como Nigeria, Ghana y tal vez en el futuro también Kenia, podrían tener aquí un punto de inicio. Los anuncios recientes realizados por General Electric y Siemens en Nigeria están mandando señales positivas. Veamos si los responsables de las decisiones finalmente toman cartas en el asunto y ponen en marcha un proceso que debería haberse iniciado mucho antes: ¡Las tareas a realizar y los beneficios que se obtendrán no podrían ser más obvios!