Manías, pánicos y cracs en Japón

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Foto cedida

Un sol primaveral hace brotar las campanillas, pero las precipitaciones en el mercado bursátil abonan el terreno, propicio a temores de cracs. Es el mercado de renta variable de Japón. Tras un  período de fortaleza el año pasado, el índice de acciones Topix de Japón registra un notable retroceso las últimas semanas. ¿Se trata de una señal de un inevitable retorno del mercado japonés a la caída terminal?

Muy al contrario, sostenemos firmemente que esta vez es diferente. El sistema bancario en Japón está muy bien capitalizado, pues esta economía ya estaba saliendo de la deflación incluso antes de que el gobernador Kuroda del Banco de Japón iniciara un ingente programa de relajación cuantitativa y cualitativa.  Además su sector empresarial tiene en balance una tesorería neta equivalente a 30% del PIB y ha empezado a invertir.  Mientras los salarios están mejorando y por último –sinceramente, tal vez lo menos importante– el primer ministro Abe parece realmente inclinado a promulgar algunas reformas económicas.

Si no podemos encontrar razones de índole interna para esta caída, ¿es que se debe a los temores sobre los mercados emergentes? ¿Se trata de una repetición de la crisis asiática de 1997, cuando el mercado japonés cayó alrededor del 25% tras la devaluación de la moneda tailandesa?

De hecho suele afirmarse que el sector bancario fue el mecanismo de transmisión que llevó a Japón a la crisis tras 1997, pero el otro mecanismo, tanto entonces como ahora, es el comercio internacional.  Entonces, en 1998, las exportaciones japonesas hacia las naciones de ASEAN, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, cayeron casi un tercio. La repercusión en el comercio de Japón habría sido significativa de no ser por la fortaleza de la economía de Estados Unidos y el aumento de las exportaciones a ese país.  Sin embargo esta vez, a pesar de los temores sobre los mercados emergentes, no hay indicios de un efecto contagio a los mercados importantes para su comercio –ASEAN, China y EEUU-. Además otros mercados más vulnerables –que en cualquier caso parece están estabilizándose- no son excesivamente significativos para los exportadores japoneses ni para sus bancos.

No obstante hay temores sobre el crecimiento económico de China y EE.UU. Las autoridades chinas están ejerciendo presión en su propio sistema bancario y esto está causando la desaceleración del crecimiento. Sin embargo las exportaciones japonesas a China siguen creciendo con firmeza, a tasa interanual del 11% en dólares hasta diciembre de 2013. Además creemos que la economía china puede evitar un aterrizaje duro. Por su parte los temores sobre Estados Unidos se han agravado.  Los datos de enero del indicador ISM, que evalúa las expectativas de producción, han sido muy débiles, con un retroceso mensual desde 57 a 51,3, por encima de las previsiones de 56 y una de las caídas mensuales más extremas de los últimos años, lo que se ha recibido con alarma.  Pero ¿qué podría esperarse de este indicador en un mes de condiciones atmosféricas extremas, temperaturas árticas y caídas de nieve paralizantes en lugares tan al sur de Estados Unidos como Texas?  Sea razonable o no, el mercado se ha llegado a asustar.

De manera que parte de los inversores extranjeros cree que la inversión en Japón es realmente solo una apuesta por el crecimiento mundial o, alternativamente, que se puede ver afectado por los problemas derivados de Argentina y la crisis de divisas de países emergentes.  Pero los inversores nacionales disienten.  De hecho los vendedores de acciones de Japón han sido extranjeros pero no se ha dado señal alguna de liquidaciones domésticas.  En enero el flujo de entradas en renta variable nacional por parte de los inversores particulares ha sido el mayor de la historia.