Los efectos del Pervitin (I)

00
Gonzalo Lardiés, Alpha Plus

Después de que fuese lanzado al mercado en el año 1938, el Pervitin se convirtió en un éxito de ventas entre la población civil alemana. Básicamente, lo que ese nombre escondía detrás era una metanfetamina que, entre otros efectos, generaba euforia, aliviaba la fatiga y mejoraba el rendimiento en tareas simples. Sus efectos podían durar entre seis y 12 horas y su uso sostenido podía mantener al consumidor despierto durante días, con el consiguiente agotamiento físico, psicológico y cognitivo. No se consideraba popularmente como una droga y socialmente era equiparable al café en la actualidad.

Durante la Segunda Guerra Mundial, prácticamente todos los contendientes proporcionaron a sus tropas drogas estimulantes para disminuir la fatiga, elevar la moral y aumentar la resistencia y la concentración. De este modo, el Pervitin llamó la atención de algunos médicos militares alemanes, centrados en la búsqueda de una droga que convirtiese a los combatientes alemanes en súpersoldados. La famosa guerra relámpago de las tropas alemanas se caracterizaba por grandes avances en muy poco tiempo, lo cual requería por parte de la tropa de una intensidad muy sostenida. Poco a poco, comenzó a distribuirse entre los soldados pero con una recomendación en su uso de "sólo cuando sea necesario, para combatir el sueño”. Muchos médicos se percataron de que la efectividad de la droga disminuía con su uso continuado, apareciendo efectos secundarios no deseados. Comenzó a aparecer cierta preocupación entre las autoridades pero, aunque se trató de restringir el fármaco, los avances en este sentido fueron muy limitados.

Tras el Pervitin, los alemanes intentaron seguir avanzando en este campo, con el propósito de desarrollar un droga más completa a modo de píldora milagrosa para sus soldados. Un completo plan que no pudo terminar de implantarse tras la invasión de Normandía.

Son muchos los paralelismos que podemos ver entre esta historia del Pervitin y la política de los bancos centrales alrededor del mundo desde la crisis financiera de 2008. Al igual que los contendientes de la Segunda Guerra Mundial buscaban estimulantes que proporcionar a la tropa, prácticamente todos los bancos centrales han tratado implementar medidas poco convencionales con las que estimular sus respectivas economías. Es indudable que estas medidas han sido un factor clave en toda la estabilización del sector financiero y de los mercados desde la crisis del 2008. Han servido a modo de estímulo muy importante en momentos en los que los mercados globales se tambaleaban y el sistema financiero estaba en entredicho. Sin embargo, corremos el gran riesgo de que medidas y actuaciones que deberían haber tenido un carácter coyuntural ( “sólo cuando sea necesario, para combatir la incertidumbre”) cada vez parezcan más tener un carácter estructural.

Hasta el momento, hemos visto principalmente las bondades de toda esta batería de medidas, pero no cabe duda de que los potenciales efectos secundarios están ahí y en cualquier momento pueden aparecer. Algunas voces, al igual que en su día hicieron médicos alemanes, advierten de esos efectos secundarios, pero la realidad es que los mercados se han hecho dependientes de este tipo de medidas para mantener el tono y no decaer en sus avances. Es paradógico que algunas de esas voces sean precisamente los halcones alemanes quienes, con cierta recurrencia, alertan de los riesgos de este tipo de políticas. Esperemos que las autoridades monetarias encuentren el modo de revertir todas estas medidas extraordinarias en un futuro próximo. La dependencia de las mismas puede hacer que en algún momento se busquen medidas más extremas (¿compra directa de equity?), como un completo plan y que, quizás por caprichos de la historia, no se pueda llegar a implementar por un desembarco de Normandía a modo financiero.