Cuatro riesgos climáticos que pueden afectar a una cartera de inversión

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La ola de calor que está azotando España en septiembre ha levantado múltiples quejas, pero también reflexiones sobre cómo el calentamiento global está teniendo un impacto cada vez más evidente sobre la vida cotidiana. El impacto del cambio climático sobre las carteras de inversión es un tema menos conocido, y sin embargo cada vez parece más claro para gestoras de fondos que también tiene impacto que se puede cuantificar en términos de rentabilidad.

Al hilo de este debate, el BlackRock Investment Institute (a través del que BlackRock elabora y difunde contenidos de liderazgo intelectual) acaba de publicar un informe en el que indaga sobre las formas de adaptar las carteras de inversión al cambio climático. Los expertos de la firma identifican cuatro riesgos principales vinculados al cambio climático a tener muy en cuenta en la construcción de las carteras.

Riesgo de impacto físico

El primer impacto hace referencia a los daños que causan los cambios climáticos extremos, principalmente de dos formas: mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos (tormentas, inundaciones, sequías, fuegos incontrolados) y el aumento de las temperaturas y del nivel del mar.

Según indican desde BlackRock, a partir de datos de organismos gubernamentales estadounidenses, se ha incrementado espectacularmente durante la última década la frecuencia de fenómenos medioambientales extremos que generan pérdidas de 1.000 millones o más (como ejemplo los huracanes Katrina y Sandy), con riesgos inherentes para “el sector inmobiliario costero, la agricultura y las compañías cuyas cadenas de valor están situadas en áreas geográficamente vulnerables”. El crecimiento económico en estados sometidos a esta clase de fenómenos es entre un 10% y un 15% inferior al habitual en el mes del suceso y se mantiene por debajo de la tendencia nacional en los 12 meses posteriores.

Desde BlackRock hacen notar adicionalmente que “las temperaturas al alza tienen claros efectos económicos, incluso en naciones desarrolladas con los medios financieros y las tecnologías para poder adaptarse”. Según un estudio académico realizado en EE.UU. en 2014, la productividad diaria suele caer un 1,7% por cada grado que sube el mercurio (con temperaturas a partir de 15 grados).

Riesgo tecnológico

“Los avances tecnológicos y la caída de costes en energías renovables y redes eléctricas, energía fotovoltaica y baterías plantean una amenaza para las industrias preexistentes y para la demanda de combustibles fósiles”, declaran desde BlackRock. Sus expertos detallan: “Los cambios tecnológicos son disruptivos y podrían acortar los horizontes de inversión. Los avances exponenciales en energía solar, junto con los coches autónomos y los viajes compartidos, podrían llevarse una porción de la demanda de coches tradicionales y de gasolina de forma mucho más rápida de lo que puedan esperar los mercados”.

Algunos de los esfuerzos que están realizando diferentes industrias para reducir sus emisiones de carbón ya son cuantificables. Por ejemplo, según el Departamento de Energía de EE.UU, el aumento del uso de LED recortará el consumo de energía en un 40% en el periodo 2013 – 2030. Según Goldman Sachs, la generación de energía eólica y solar podría aportar en el periodo 2015- 2020 el mismo suministro que el shale oil en el lustro anterior.

“La energía con un uso bajo de carbón se ha vuelto competitiva en costes y menos dependiente de subvenciones. Además, muchas compañías quieren comprar energía directamente de fuentes sostenibles. Las renovables permiten a los compradores adquirir paquetes con precios fijos a 20 años, sin exposición a variaciones en el precio de las materias primas. Este ajuste crea oportunidades, particularmente en las infraestructuras renovables y con una renta estable y de largo plazo”, detallan desde la gestora. La contraparte de estos avances es que pueden “deteriorar los ratings de las utilites tradicionales y su habilidad para pagar dividendos”.

Riesgo regulatorio

“Pensamos que muchos gobiernos continuarán con la reducción de sus emisiones, y podríamos verles ajustando sus objetivos con el paso de tiempos”, indican desde BlackRock. Los autores del informe alertan del incremento del tsunami regulatorio: “Las nuevas regulaciones pueden aparecer en cualquier momento, sorprendiendo a los inversores. Pueden molestar al statu quo, al favorecer a algunas industrias y compañías sobre otras.  A diferencia de los eventos climáticos esporádicos y retardados, los riesgos regulatorios son del aquí y el ahora”.

Como consecuencia de los cambios regulatorios, los expertos prevén repercusiones inmediatas y probablemente negativas sobre los flujos de caja y un mayor riesgo de que fracasen las políticas de compliance, con sus consecuencias económicas y legales asociadas. El ejemplo más reciente ha sido el escándalo de Volkswagen. También puede suceder que se propague el riesgo regulatorio a otros países: por ejemplo, el tsunami de 2011 en Japón fue el aliciente para aplicar una regulación más restrictiva sobre el uso de energía nuclear en Alemania.

En la firma observan que el cambio regulatorio también puede tener consecuencias sobre el apetito de los consumidores, pueden alentar la innovación empresarial o incluso cambiar el modelo de negocio de un sector entero. Un caso paradigmático es el de la introducción generalizada de luces LED, con una reducción del gasto en energía (sólo luces LED) del 90% desde 2010.

Riesgo social

En BlackRock observan que el cambio climático también está teniendo influencia sobre el comportamiento de individuos y sociedades. Por ejemplo, un panel elaborado por Nielsen en 2014 reveló que dos tercios de los consumidores estarían dispuestos a pagar más por una marca que fuera sostenible.

A un tiempo, se ha incrementado el número de consumidores, activistas, accionistas y ONGs que están ejerciendo presión sobre las empresas para que sus cadenas de valor sean más sostenibles y están introduciendo el cambio climático en las agendas de propietarios de activos, especialmente fondos públicos o endowments universitarios. Paralelamente, comentan los expertos, “los grandes inversores se están comprometiendo a descarbonizar gradualmente sus carteras, eliminando la inversión en compañías de combustibles fósiles o publicando la huella de carbón”.

De cara a la construcción de la cartera, en BlackRock realizan las siguientes puntualizaciones: “Los inversores de largo plazo están probablemente más expuestos a los riesgos físicos, los activos abandonados y el impacto del cambio climático sobre el crecimiento económico. También los vemos como mejor posicionados para invertir en nuevas tecnologías que necesitan tiempo para dar frutos”. En cambio, señalan que “los inversores de corto plazo tienden a ser más vulnerables a los riesgos regulatorios del ahora”.