Los argumentos que desmontan la teoría del mercado eficiente

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Foto cedida

Según la teoría del mercado eficiente desarrollada por Eugene Fama en la década de los 70, en un entorno en el que los precios de los activos reflejen toda la información disponible (histórica, pública, privada y privilegiada) resulta imposible batir al mercado: unos inversores no pueden obtener rentabilidades superiores a otros porque todos disponen de la misma información. Así, para los defensores de esta teoría, los inversores solo pueden aspirar a replicar las rentabilidades del mercado –base de la gestión pasiva– o, a lo sumo, a obtener rentabilidades superiores de forma ocasional y siempre a corto plazo, ya sea por pura suerte o porque han sido capaces de aprovechar cualquier ineficiencia puntual antes de que el mercado la incorpore al precio –base de las estrategias de arbitraje–.

Por suerte, los mercados no son eficientes, como defiende François Badelon, gestor y fundador de Amiral Gestion. Para validar esta afirmación, este fiel discípulo de Warren Buffett se apoya en teorías como la de la información –“las bolsas no son eficientes porque es imposible que todos los operadores dispongan de la misma información”– o, incluso, en principios matemáticos derivados de la física cuántica –“al igual que el mero hecho de observar ciertas partículas cambia su naturaleza, el mero hecho de que el mercado le ponga precio a una empresa en forma de cotización cambia su valor intrínseco, al influir de forma directa en el entorno competitivo de esa empresa”–.

La conclusión a la que llega Badelon es que solo podrán batir al índice aquellos gestores capaces de realizar “observaciones poco probables de gran valor informacional” que, además, no las compartan con otros inversores. “Por definición, solo unos pocos podrán hacerlo”. Pero, ¿cómo?

Aquí Badelon recurre a otro célebre economista: Bill Sharpe, premio Nobel de Economía y ardiente defensor de la teoría del mercado eficiente. Según Sharpe, los inversores activos definen la rentabilidad del mercado que los inversores pasivos replican, por lo que “el mercado no puede batirse a sí mismo”. No obstante, los productos pasivos son capaces de ofrecer mejores rentabilidades porque cobran comisiones muy inferiores a las de los productos activos.

Badelon sitúa esta diferencia en torno al 2% y lanza la siguiente reflexión: “Si los inversores activos replican al mercado -2% al año, podemos distribuirlos, como a cualquier otra población, en una campana de Gauss” (gráfico 1). Como puede observarse, solo unos pocos inversores serán capaces de batir al índice. “Por suerte, esta campana también es falsa. En realidad, no deberíamos hablar de distribución de personas sino de capital gestionado, ya que hay enormes cantidades de capital gestionadas por muy pocas personas y una amplia mayoría de inversores que gestionan muy poco capital”, explica el gestor.

Como muestra el gráfico 2, “cuanto más capital gestiones, más probabilidades tendrás de acercarte a la rentabilidad media del -2%. Y, cuanto menos capital gestiones, más probabilidades tendrás de situarse en la parte derecha de la curva”. Esa es la razón por las que, en Amiral, “nos esforzamos en que nuestros fondos crezcan de forma controlada y nunca convertiremos nuestra empresa en una máquina de captación de capital”, concluye Badelon.