Lehman, poca memoria y triste coincidencia

Durante estos días en que pueden estar a punto de entrar en default uno o varios Estados de la UEM, se cumple el tercer aniversario de la caída de Lehman Brothers. Curiosa coincidencia. Hemos aprendido mucho gracias a tan ingrato episodio pero, como tantas veces, al menos para algunos, la memoria histórica se desvanece rápido y tenemos de nuevo sobre la mesa otros dramas financieros de consecuencias difíciles de cuantificar.

 

Tras lo sucedido en septiembre de 2008, se ha venido hablando mucho de cambios regulatorios y de supervisión (mayor poder a la SEC y a otros reguladores), de nuevas normas de contabilidad y de auditoría (sobre todo a raíz de la polémica en la contabilización del programa Repo 105), de limitaciones ligadas a las operaciones de trading y gestión (especialmente en la concentración de riesgo de contraparte y las posiciones cortas), de las retribuciones económicas de los banqueros y gestores, etc.

Pero realmente, las medidas tomadas para que una crisis como la provocada por la caída de Lehman no volviera a producirse, han sido de tan poco calado y de implementación tan lenta que la percepción generalizada es que estamos como estábamos o peor. Porque efectivamente, en estos tres años algo se ha hecho, pero buena parte de lo hablado ha caído en el olvido o ha quedado escrito en papers que ahora se alojan en la papelera de ordenadores. No hay más que echar un vistazo a la actual burbuja de deuda soberana y al mercado de CDS para darse cuenta de lo fugaz de las lecciones. Esta industria es así.

 

Efectivamente, es un hecho objetivo que tras la recapitalización de numerosos bancos norteamericanos y europeos por parte de los Estados, volvemos a encontrarnos en una situación económica y financiera extremadamente delicada. Ahora, los que inyectaron los fondos que evitaron el colapso del sistema financiero y ayudaron a desbloquear el crédito e impulsar el crecimiento (al menos en algunos sitios), son los que necesitan ser capitalizados. Y lo peor es que, aparte de los chinos y de la máquina de imprimir dinero, no se vislumbran soluciones sostenibles.

 

Como prefiero ver el vaso medio lleno, creo que tenemos delante, tienen los políticos, la verdadera oportunidad para evitar en el futuro crisis de esta magnitud. No se trata sólo de tomar medidas para evitar el desastre inmediato, sino también de poner las bases para devolver la confianza al mercado y a los inversores, porque sin ella, tarde o temprano, se vuelve a caer. Además de establecer en la UEM los mecanismos (organismos y normas) para evitar su desaparición y, después de constatar de nuevo la incapacidad del sector financiero para autorregularse, propongo, por citar algunas medidas: la aplicación rigurosa de la normativa de Basilea III en cuanto a requisitos de capital, la regulación estricta del mercado de CDS y de sus participantes, la armonización de la normativa contable de valoración de activos en las entidades financieras y, como lo más relevante en cuanto a riesgos del sistema, la limitación en el tamaño y actividades de las entidades financieras. Si esto se lograra, de algo habría valido la caída de Lehman y lo que está ahora sucediendo.

 

Guillermo Santos Aramburo, responsable de estrategia de iCapital