Las necesidades de equilibrio entre seguridad y libertad en el ecosistema financiero

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Qué preferís, ¿campo o ciudad? No cabe duda que en la diversidad está la riqueza, y que para gustos, colores. Sin embargo hay un factor innegociable que las diferencia; el bullicio. Llevo unos meses en Madrid y es tal el alboroto y el movimiento que por el simple hecho de caminar por las calles eres susceptible de desviarte de tus objetivos y desconcentrarte. Si te dedicas al asesoramiento, trabajas en el mundo financiero o simplemente eres un inversor, probablemente en algún momento te hayas desviado con tanto ruido de tu objetivo básico, y le hayas dado prioridad a lo que el cliente quiere (rentabilidad) ante lo que necesita (seguridad) dado un perfil de riesgo.

Sí, vamos a hablar de emociones. Análisis técnico, fundamental...son necesarios y complementarios, pero no olvidemos que la economía es una ciencia social, donde estudiar el comportamiento del ser humano es crucial. El miedo es inherente al ser humano, y el inversor no es una excepción. Mientras que el binomio rentabilidad-riesgo depende tanto de factores controlables como incontrolables, el miedo sí que lo podemos canalizar, con inteligencia emocional, hacia la búsqueda de seguridad. Si lo extrapolamos al inversor racional, ante la sensación de miedo va a demandar protección, transparencia y eficacia.

Y esto es lo que precisamente se quiere reforzar a partir de enero de 2017. Ya existen herramientas para proteger al inversor, pero se va a dar un paso más con MiFID II, acrónimo resultante de Markets in Financial Instruments Directive que pretende mejorar a su predecesor, poniendo en contacto a mercados, instrumentos, intermediarios y clientes con una serie de acciones encaminadas a proteger al pequeño inversor. Ya se ha hablado en artículos anteriores de las especificaciones y los cambios respecto a MiFID I y lo que esto conlleva, por ello quería hablar de su esencia, desde un punto de vista global e interpersonal, más allá de unas reglas predeterminadas.

No cabe duda que desde la parte inversora y regulatoria se vislumbra un panorama positivo. Así que, a fin de cuentas, los peor parados somos los profesionales. ¿Estamos preparados para este cambio tan grande en España? Va a ser complicada la operativa para pequeñas empresas de servicio de inversión a partir de ahora, donde el exceso regulatorio les puede pesar más que a sus competidores de mayor tamaño debido a sus menores recursos y la dificultad que supone para ellos practicar economías de escala. Quizás el futuro para estas empresas sea buscar economías de alcance y sinergias entre empresas complementarias, concentrando mucho más el sector. Lo que sí van a sentir tanto grandes como pequeños es la contraposición de la libertad de actuación del profesional frente a la seguridad del inversor. Pero todo sea por el bien común. Tenemos que ver los nuevos cambios como una oportunidad, a pesar de la pérdida de libertad de actuación. El cliente va a percibir mejor el valor añadido que aporta su asesor, facilitando la consonancia entre servicio y retribución.

Financieramente hablando, la necesidad primaria del inversor es la de la seguridad. Como, en mi opinión, seguridad y libertad van en la mayoría de las ocasiones correlacionadas negativamente (no confundir libertad con regulación) debemos de buscar el equilibrio para que el ecosistema financiero sea un hábitat más transparente, seguro y libre. Entonces, ¿qué elegís? ¿campo o ciudad? ¿Libertad o seguridad?