La nueva frontera

Un efecto no esperado de la caída de las tasas de interés denominadas en dólares ha sido la popularidad que han adquirido entre los inversionistas individuales instrumentos y estrategias, que hasta hace muy pocos años se consideraban del dominio exclusivo de los grandes jugadores institucionales. Un buen ejemplo de ello ha sido la aceptación de los bonos de alto rendimiento como una opción adicional dentro de cualquier portafolio diseñado para el retiro, o la incorporación de acciones pagadoras de dividendos como sustitutos de instrumentos de renta fija.

En esa búsqueda obsesiva por generar ingresos o por mejorar la rentabilidad de los portafolios, en un mundo de bajas tasas de interés, la nueva frontera a cruzar es la de la iliquidez.

En la medida de lo posible, se buscaba construir portafolios de instrumentos de oferta pública ya que son fáciles de monitorear y rebalancear a lo largo del ciclo económico, y pueden volverse efectivo ejecutando una simple instrucción de venta. Sin embargo, si se busca un mayor retorno, los caminos de inversión más obvios y transitados dejan de ser interesantes y en el recorrido a través de nuevos senderos, muy rápidamente se identifican activos que no tienen alta demanda, que se transan en mercados secundarios poco profundos o en engorrosas negociaciones con un grupo reducido de potenciales compradores que no pierden la oportunidad de sacar ventaja de su potencial de negociación.

Una vez conocido el beneficio que los activos ilíquidos han proporcionado a los entes recién mencionados, la industria del manejo de fondos de retiro empezó a considerar la idea de extender su uso al público en general.