La importancia de tener una cartera diversificada

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La diversificación es una herramienta clave a la hora de determinar la asignación de activos con el objetivo de reducir el riesgo total de la cartera y la pérdida de rentabilidad. Una cartera bien diversificada ayuda a que se mantenga equilibrada cuando otros activos de la misma tienen problemas. Esta contribución no solo puede estabilizar la rentabilidad total de la cartera acortando los periodos de pérdidas, sino que también puede aumentar la rentabilidad a largo plazo.  Ciertamente, la diversificación es esencial, pero, ¿cómo pueden los inversores hacerlo eficazmente encontrando inversiones diferenciadas que mejoren la cartera?

Una buena manera de obtener una cartera descorrelacionada es la de invertir un 60% por renta variable y un 40% por bonos. La renta variable suele comportarse mejor a largo plazo y los bonos además de generar rentabilidades positivas a largo plazo, suelen tener un buen comportamiento durante los periodos de turbulencias económicas en los que la renta variable tradicional tiene problemas. Por lo tanto, de esta manera se consigue aprovechar el potencial de subida de la renta variable pero teniendo cierta protección frente a las caídas a través de los bonos.

Sin embargo, y pese a que aparentemente este tipo de carteras 60/40 parecen bien diversificadas, la realidad es que se suelen obtener rentabilidades positivas cuando la renta variable está en alza; y por el contrario se pasa por un periodo difícil, cuando nos enfrentamos a un mercado bearish dentro de la misma. Examinando la correlación entre las dos clases de activos en los últimos 10 años observamos que existe una correlación superior al 95% entre la cartera 60/40 y los valores mundiales. Dada la alta volatilidad que hemos tenido recientemente en los mercados en donde tanto los bonos como la renta variable se han visto perjudicados. Y con la posibilidad del inicio del ciclo de subidas de tipos de interés, en donde estas clases de activos tradicionales pueden seguir teniendo problemas, se acentúa aún más la necesidad de diversificar.

Es en este tipo de entornos es donde las estrategias alternativas pueden ser clave para los inversores y gestores. El objetivo de este tipo de estrategias no solo es ofrecer rentabilidades positivas, sino también diversificar. Una buena estrategia alternativa es el seguimiento de tendencias o de momentum, cuyo objetivo es captar tendencias prolongadas en cualquier dirección (ya sea alcista o bajista) en una amplia gama de mercados. Una de sus características importantes es que puede generar rentabilidad en mercados bajistas, ofreciendo cierta protección frente a las caídas en momentos críticos. Analizando la correlación existente entre las estrategias de seguimiento de tendencias y la renta variable o las carteras 60/40 se puede comprobar que es prácticamente cero.

Como en cualquier inversión, lo importante no es solo examinar la rentabilidad de una única inversión aislada, sino su impacto sobre la cartera total. Al elaborar la siguiente tabla se ha añadido una asignación del 20% al seguimiento de tendencias únicamente con fines de estimación. En la tabla se pueden comprobar los verdaderos beneficios de estar bien diversificado. Observándose que la volatilidad de la cartera total, una preocupación esencial para muchos inversores (sobre todo para los que se acercan a la jubilación), se ha estabilizado. Además, las pérdidas no solo se han reducido sino que los periodos de recuperación de la rentabilidad se han acortado. Al tiempo que se ha mejorado la rentabilidad total a largo plazo. 

Dado el grado de incertidumbre existente en los mercados, tener una cartera descorrelacionada es más importante que nunca. La simple diversificación entre valores y bonos es un buen comienzo, pero una cartera bien diversificada necesita algo más. Las estrategias de seguimiento de tendencias ofrecen una trayectoria probada de diversificación que ayuda a los inversores no solo a estabilizar sus carteras sino también a incrementar la rentabilidad total.