“La concentración en valores de calidad reduce el riesgo”

Una marca fuerte es un elemento de mucho valor. Los gestores del Morgan Stanley American Franchise Strategy se centran en buscar compañías estadounidenses muy sólidas y que dispongan de activos intangibles importantes como su marca, patentes de producto, redes de distribución o procesos difíciles de copiar.

Este fondo, que nació en 2005, cuenta con una cartera “con una exposición relativamente baja al mercado y que genera la mayor parte del alfa cuando el mercado cae. El objetivo es invertir en compañías con una rentabilidad por flujo de caja libre superior a la del bono a diez años y conseguir una rentabilidad superior a la del S&P 500 con menos riesgo a lo largo de un ciclo completo de mercado. Y la historia demuestra que el producto hace lo que dice”, asegura John Kelly-Jones, especialista de producto del Morgan Stanley.

Los gestores de esta estrategia (que cuenta también con un producto global) buscan compañías capaces de resistir bien en momentos de crisis. “Nuestro universo de inversión es pequeño porque hay pocas empresas que sean capaces de cumplir con los criterios que marcamos, como que puedan conseguir beneficios sostenibles en distintos entornos de mercado, que tengan márgenes amplios, poca deuda y que no necesiten mucho capital”, explica Kelly-Jones.

El producto refleja las convicciones de un equipo de cinco profesionales, encabezados por Hassan Elmasry. La cartera está compuesta por entre 20 y 40 valores y las primeras diez posiciones representan casi un 60% del total. “Nos equivocamos. Y por eso tenemos 30 compañías en vez de dos. Aunque nuestra cartera es concentrada, tiene menos riesgo. La concentración en compañías de alta calidad reduce el riesgo. Buscamos no invertir en la parte más volátil del mercado y el objetivo es evitar las pérdidas catastróficas. La gente, además, tiende a ser muy leal a las marcas sólidas”, señala Kelly-Jones.

Los gestores se centran en controlar los riesgos financieros, de las franquicias, los riesgos de valoración y los vinculados a la construcción de la cartera. “Nos fijamos en los riesgos que importan. No nos centramos en el tracking error, porque eso nos obligaría a comprar cosas que no nos gustan. Los índices de referencia sirven para medir la rentabilidad, pero son inútiles para construir carteras”, asegura.

El 56,7% del patrimonio del fondo está en el sector de consumo no cíclico y las compañías en cartera tienen una rentabilidad por flujo de caja libre de un 8%, con una rentabilidad por dividendo de un 3,5%. Para que un valor entre en cartera tiene que superar estas cifras.

En los últimos meses, han añadido valores como Moody’s (el primer título financiero que entra en cartera), Starbucks, eBay y Accenture. Los gestores pasan hasta cinco años analizando una empresa y su entorno antes de llegar a invertir en ella. “No vendemos cuando se alcanza el precio objetivo, sino si la rentabilidad por flujo de caja libre cae por debajo de la tasa libre de riesgo o si aparecen mejores oportunidades en el mercado. Una razón adicional para vender es si detectamos una erosión en el negocio. Es el trabajo más complejo porque no debemos enamorarnos de una compañía ni seguir los movimientos a corto plazo del mercado”, afirma Kelly-Jones.