Nociones básicas para saber cómo gestionar la volatilidad en tiempos de turbulencias

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TRIBUNA de Pablo Martínez Bernal, responsable de Relación con Inversores de Amiral Gestion.

Hay un proverbio que dice que no hay nada seguro en la vida salvo la muerte y los impuestos. Lo cierto es que podríamos añadir un tercer elemento: la volatilidad en los mercados financieros.

La inversión en bolsa siempre ha estado y siempre estará acompañada de volatilidad. Habrá periodos en los que sea muy elevada y otros en los que sea relativamente más baja, pero nunca desaparecerá. Los inversores deberían, por tanto, aprender a vivir con la volatilidad. Es más, los inversores inteligentes no sólo debemos aprender a vivir con ella sino que debemos lograr beneficiarnos de ella, siempre que repunta con fuerza.

Uno de los errores más comúnmente extendidos en la comunidad inversora es la asociación tradicional que se hace entre volatilidad y riesgo. El mundo académico sostiene que la volatilidad elevada de una acción, esto es, que su precio fluctúe mucho, es un indicativo del riesgo que tiene invertir en esa acción. En contraposición, los mejores inversores de todos los tiempos, encabezados por Warren Buffett, han dicho por activa y por pasiva que esta afirmación es un error conceptual imperdonable. Imperdonable porque todos aquellos que lo creen están sufriendo un enorme coste de oportunidad al invertir.

Para los inversores value, el riesgo es algo mucho más simple y al mismo tiempo más difícil de medir: la probabilidad de sufrir una pérdida permanente de capital. Esto, y no la volatilidad, es lo que de verdad debe de preocupar a los inversores.

¿Cómo protegen los gestores value a sus coinversores del riesgo?

Pues con una herramienta muy poderosa: el margen de seguridad, entendiendo como margen de seguridad la diferencia entre el valor intrínseco que estimamos que tiene una compañía y el precio que pagamos por ella. Al invertir con descuentos significativos en las compañías, minimizamos el riesgo de sufrir pérdidas permanentes de capital.

Ahora bien, ¿es legítimo que los inversores busquen productos financieros que les protejan de la volatilidad? Por supuesto, siempre y cuando esos productos minimicen en primer lugar el riesgo, además de minimizar la volatilidad. Condición necesaria pero no suficiente.

Decía Albert Einstein que hay que hacer las cosas tan simples como sea posible, pero no más. ¿Cómo puede un inversor minimizar la volatilidad? Una herramienta muy simple que permite al inversor minimizar la volatilidad al invertir en renta variable es ajustar su exposición a bolsa en función de la valoración de los mercados bursátiles, que es lo que nos indica el margen de seguridad medio que ofrecen. Cuando los mercados de renta variable coticen a valoraciones muy atractivas, será momento de aumentar la exposición, en detrimento de la renta fija, y viceversa.

Para suerte de muchos inversores, el premio Nobel de Economía Robert Schiller ha desarrollado el famoso PER de Schiller, que es un interesante ratio de valoración para conocer si un mercado está sobrevalorado con un ajuste para reducir el carácter cíclico de los mercados. Este ratio mide la relación entre el precio actual de un mercado bursátil y el beneficio neto real medio de las empresas durante los últimos diez años. Al estar ajustado a un periodo relativamente largo, las distorsiones provocadas por la volatilidad en periodos de tiempo cortos quedan ajustadas.

¿Cómo podemos adaptar nuestra exposición a renta variable con esta herramienta de valoración?

Pues siguiendo a rajatabla lo que el PER de Schiller nos indique: si el mercado en cuestión cotiza a un PER de 16,5 veces, que es la media histórica, creemos que una exposición adecuada a renta variable sería del 50%. Si por el contrario el PER de Schiller es de 11,5 veces, deberíamos de incrementar nuestra exposición a renta variable hasta un 80%, ya que el indicador señala el interesante descuento histórico al que cotiza dicho mercado. Y si nos encontramos ante un mercado caro, digamos de un PER de Schiller de 21,5 veces, lo más prudente es reducir nuestra exposición a renta variable a tan solo un 20% de la parte flexible de nuestra cartera.

Esta herramienta es sencilla, pero aplicarla de forma automática y precisa, sabiendo en qué compañías invertir en cada uno de los índices, no lo es. De hecho, aquí es donde comienza la ardua tarea del gestor value: una vez que decide la exposición óptima a renta variable, debe analizar a fondo el negocio de las compañías, sus ventajas competitivas, su rentabilidad, su solidez financiera así como la calidad de su equipo gestor, para maximizar el margen de seguridad. Y es que, como dice Howard Marks, “el riesgo es no saber lo que se está haciendo”.