Falta de liderazgo

Estamos terminando el mes de agosto y parece que no nos ha dejado descansar este verano del hemisferio norte. La mayor parte de las bolsas a nivel mundial han perdido más de 10% en lo que va de mes, y no se sabe hasta dónde pueden llegar. Y los inversionistas están entrando en la etapa de negar la evidencia y no saben si comprar más o vender todo y se aprietan el cinturón para poder aguantar la volatilidad.

Los motivos de esta situación son muy diferentes a los de la crisis del 2008. En ese momento los gobiernos tuvieron que tomar medidas para salvar al sistema financiero, y principalmente inyectar dinero para que los bancos pudiesen aguantar los rumores de quiebra que sonaban todos los días. Hoy nos encontramos con otra realidad. En general, el sistema financiero a nivel  mundial esta mucho más solido de lo que estuvo hace ya casi 48 meses, sin embargo, el problema está ahora del lado del “rescatador”, no del rescatado. Si bien la incertidumbre puede llevar a que los bancos puedan ser víctimas en este caso de la inconsciencia de los gobiernos.

Nos encontramos con una falta de confianza en el sistema producida por la pérdida de credibilidad de las instituciones, y peor aun de sus líderes. Es difícil encontrar hoy en día un presidente o primer ministro de una nación occidental con el crédito político para asumir las reformas necesarias para salir de este embrollo. A pesar de que las grandes universidades siguen incidiendo en la necesidad de liderazgo, y afortunadamente hay muchas empresas del sector privado que lo demuestran a diario, parece ser que los mejores profesionales no llegan al sector público o al menos no demuestran sus habilidades cuando lo hacen.  

En columnas anteriores hablábamos de los cuatro problemas fundamentales que está produciendo la incertidumbre actual: la crisis de la deuda americana, causada por excesos del pasado, pero sin solución a corto plazo por la falta de voluntad de los políticos para llegar a un acuerdo coherente de reducción de la misma; la quiebra teórica de varios países miembros de la Unión Europea; la inestabilidad política de Oriente Medio y las consecuencias que pueda tener para los precios futuros del petróleo;  y por último, la inflación y crecimiento de China.

De estos cuatro problemas, el que nos sigue preocupando más es la situación europea. Las cataplasmas que se pusieron al enfermo, han hecho que la situación actual parezca mejor debido a la compra masiva de bonos españoles e italianos por parte del BCE y al abaratamiento de su financiamiento. Sin embargo, el problema de fondo no se soluciona. Varios países de la Unión están técnicamente quebrados, no tienen los medios para crecer por encima de lo que están pagando en intereses y los mercados prácticamente están descontando su “default” en los próximos meses. A nivel de ejemplo ponemos el rendimiento de los bonos a dos años del gobierno griego que están rindiendo el día de hoy por encima del 40% de tasa anual.

Por el otro lado, la canciller Merkel no está dispuesta a tomar la decisión de forzar un cambio constitucional en los países miembros que obliguen, por ley, a eliminar el déficit fiscal y sobre todo, a la creación de un “eurobono” que consiga dar estabilidad a la región. Su falta de decisión está basada tanto en el nulo interés por parte de los ciudadanos alemanes en hacerse cargo del rescate de sus vecinos del sur, y sobre todo, por las implicaciones políticas internas que tendrían dicha decisión en el electorado alemán.  Mientras tanto, los finlandeses piden que los griegos les pongan colateral para desembolsar la parte del préstamo que les toca, y el resto de los países europeos, se niegan a que unos tengas garantías y otros no.  

Cuando se analiza todo esto, se ve que es muy difícil recuperar el interés de los inversionistas a no ser que se vean políticas claras de disciplina fiscal, una única voz europea, y un solo brazo ejecutor de lo que se decida. Todo esto implica una pérdida de soberanía de  los estados individuales a favor de la Unión, pero este tipo de reformas solamente se pueden hacer en situaciones límite, y en mi impresión, nos encontramos ante una disyuntiva de supervivencia del Euro y lo que implica, o la separación entre los “serios y  los descuidados” con lo que ello puede significar.  

En el corto plazo, es muy posible que veamos una política monetaria expansiva por parte del BCE, con bajadas de interés que pueden llegar hasta el cero y un plan de emisión de dinero muy similar a lo que hizo Bernanke en los Estados Unidos en los últimos tiempos.

Mientras tanto, los bonos del tesoro americano a diez años rindiendo menos que la rentabilidad por dividendo del S&P 500 (por primera vez en la historia), el oro subiendo más de un 30% en lo que llevamos del 2011 y los inversionistas desconcertados de hacia dónde ir. Sin embargo, existen compañías muy solidas, con balances saneados y a precios de salgo. Recordemos que en las épocas de crisis es donde se crean las mayores oportunidades, y es nuestro deber buscarlas, pero sobre todo, tener claro el riesgo global del cliente y el objetivo de preservación de capital a largo plazo.