¿Está el BCE allanando el camino para una menor política monetaria en favor de más políticas fiscales?

00draghi
European Parliament, Flickr, Creative Commons

Las medidas anunciadas por el BCE en su última reunión del año han sumido a los mercados en un debate sobre si éstas suponen efectivamente un tapering o no, como aseguró Mario Draghi con vehemencia durante la rueda de prensa posterior. Más allá de esta polémica, parece que entre las gestoras internacionales hay cada vez más consenso en torno a un pensamiento: el de que la política monetaria ha alcanzado sus límites, y los bancos centrales están preparando una transición suave para que los gobiernos empiecen a aplicar reformas fiscales.

Opina en este sentido Marilyn Watson, responsable de la estrategia de renta fija global fundamental de BlackRock: “El anuncio del BCE da continuidad a una tendencia entre los grandes bancos centrales, de alejarse de políticas monetarias ultra laxas”. Watson cree que la más avanzada es la Reserva Federal, pues ya ha subido tipos una vez y se prevé que en su próxima reunión (14-15 de diciembre) vuelva a hacerlo. Además, el Banco de Japón ha abandonado las políticas de tipos negativos en favor de un control de la curva, mientras que en la reunión de noviembre del Banco de Inglaterra su gobernador, Mark Carney, transmitió un mensaje más tranquilizador que el de meses anteriores.

Anna Stupnytska, economista global de Fidelity International, subraya quese dejó claro que el BCE incrementaría el ritmo de las compras en caso necesario, lo que supone una cobertura sensata contra el riesgo político, el endurecimiento de las condiciones financieras y otros factores negativos”. Stupnystska considera que el BCE es perfectamente consciente de que el calendario electoral de 2017 será probablemente una gran fuente de volatilidad, así como de la evolución de la inflación subyacente y del ritmo de ajuste de los países miembros. No obstante, considera que la decisión del BCE deja un mensaje más implícito: “Que el nivel de expansión monetaria no está en consonancia con la coyuntura cíclica y que está aumentando la preocupación por la relajación cuantitativa y los tipos de interés negativos dentro del Consejo de Gobierno de la entidad”. “La reducción gradual de la liquidez será un tema predominante en los mercados en 2017 y más allá", concluye.

Philippe Waechter, economista jefe de NAM (filial de Natixis Global AM), explica la lógica detrás de la última actuación del BCE: “El comportamiento del BCE es bastante simple de entender. Todavía considera que hay riesgos a la baja sobre el momento económico en la zona euro. Está claramente molesto por el hecho de que no hay tensiones dentro de la economía. Esto significa que hay una necesidad de que la ayude. No es el momento para anunciar un proceso de tapering. Podría dañar a la economía sin haber ningún argumento detrás de tal anuncio”. Para Waechter, la pieza clave del comportamiento del BCE vuelve a ser la inflación: atribuye su subida hasta el 0,6% en noviembre exclusivamente a la subida del precio del petróleo, sin existir presiones inflacionarias internas.

El economista cree que el cambio en el ritmo de las adquisiciones de deuda y las modificaciones en el universo de deuda elegible son buenas para el BCE, “simplemente porque el banco central reconoce que la zona euro no está convergiendo hacia una trayectoria suficientemente fuerte que pueda provocar tensiones”. Waechter cree que, hasta que el BCE reconozca oficialmente que sus esfuerzos no están dando los frutos esperados, “mantendrá una política monetaria acomodaticia sin que haya un horizonte de tapering en la agenda”.

¿Qué oportunidades tiene la zona euro?

“La realidad es que muy probablemente la política monetaria ha alcanzado sus límites. Frente a toda la retórica que expondrán los bancos centrales a la contra, la realidad es que hemos alcanzado un punto final. Por cada medida adicional de estímulo monetario, hay un coste igual o superior de ser transmitido a otras partes de la economía, siendo los bancos, las aseguradoras y los ahorradores los perdedores obvios”, asevera Stefan Isaacs, gestor de M&G Investments.

Isaacs muestra escepticismo respecto a la capacidad de impacto de una hipotética oleada de estímulos fiscales: “Puede que la eurozona vea algún beneficio marginal de la disolución de los obstáculos fiscales en 2017, pero es improbable que se mueva significativamente la situación. Y las tan esperadas reformas estructurales en Europa seguirán siendo exactamente eso”.

En cambio, el gestor considera que el escenario más probable para la zona euro incluirá “un cierre muy gradual de la brecha de producción y ninguna perspectiva real de alcanzar el objetivo de inflación del 2% hasta el final de la década”. “Se necesitará una acomodación significativa en los próximos años, que es exactamente lo que nos está diciendo la curva de tipos alemana”, añade el experto, al tiempo que constata que el margen del que dispone el BCE para incorporar más estímulos en caso de una recesión global “es casi inexistente”.

“El fracaso de los bancos centrales pone sobre la mesa la necesidad de estímulos presupuestarios. La opinión pública del mundo occidental demanda desde hace casi un año que se pongan en marcha estímulos presupuestarios, dirigidos a la demanda interna, que recojan el testigo que dejan las políticas al borde del agotamiento de los bancos centrales”, corrobora Didier Saint-Georges, miembro del comité de inversiones de Carmignac.

En su opinión, los avances en este sentido no van a venir de Europa, sino que “el programa de Donald Trump se inscribe en esta tendencia y va a actuar como un acelerador”. El experto asevera que, al ser EE.UU. el campo de maniobras de Trump, “este programa de reactivación económica, aunque se quede en unas proporciones más modestas cuando se tope con las limitaciones que impone la realidad, tendrá ramificaciones en todo el mundo”. Uno de sus efectos podría ser “avivar en el continente europeo las tentaciones cada vez más fuertes de liberarse del yugo de la ortodoxia financiera impuesta por Bruselas”, concluye Saint- Georges.