El futuro de España: más exportaciones y recuperación del consumo

“La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. Esta frase del gurú del management Peter Drucker puede ser aplicada no sólo al ámbito empresarial sino también al manejo de las economías de los países. Resulta especialmente oportuna si la contextualizamos con las decisiones económicas erróneas que toman a veces los políticos y que comprometen el futuro de los ciudadanos a quienes dicen servir.

Un año clave para España fue el año 2007. En ese año la deuda pública sobre PIB se situó en el nivel del 36,3% y la del déficit comercial en el 9,5% sobre nuestro PIB.  Además hubo un superávit presupuestario equivalente al 1,7% del PIB.  El 2007 pasará a la historia por ser el inicio de una crisis mundial, que en nuestro caso, se vio potenciada por nuestros desequilibrios internos y por las decisiones desacertadas que  tomaron nuestros responsables políticos en aquellos años.

El boom económico español iniciado en la 2ª mitad de los años noventa se basó en la construcción y en el crecimiento de la demanda interna. Este paradigma se apoyaba en un efecto riqueza ilusorio y en un crédito barato de fácil obtención. En el año 2008 nuestro PIB tocó una cifra record absoluta, totalizando 1.087.788 Mn€. Pero tan sólo un año después, en 2009 descendió abruptamente hasta 1.046.894 Mn€ y el superávit en las cuentas públicas de años atrás se tornó en un déficit por un importe equivalente al 11,2% de nuestro PIB.  La deuda pública en circulación aumentó en 128.099 Mn€ a lo largo de ese mismo año 2009. El resto de la historia hasta llegar al momento económico actual es, por desgracia, de sobra conocida.

Y la pregunta que cabe hacerse es ¿tiene futuro un país como España aquejado de problemas tales como el alto endeudamiento público y privado,  envejecimiento de la población y altas tasas de desempleo? La respuesta es SI, si los españoles nos lo proponemos.

El futuro de España pasa inexcusablemente por abordar de una forma eficaz los cepos que impiden su crecimiento y por cambiar nuestro modelo de crecimiento. Tenemos en primer lugar que resolver por ejemplo –por citar tan sólo algunos de los más importantes- el problema del mercado laboral, los altos precios de la energía o el de la reforma de las pensiones.

El modelo de crecimiento futuro se debe apoyar en el sector exterior. Sólo así lograremos equilibrar nuestra balanza comercial y captar flujos de inversión extranjera sostenibles en el tiempo que se traduzcan en puestos de trabajo y en un crecimiento de nuestro PIB. La agencia de calificación Standard & Poor´s –que recientemente ha mejorado hasta estable la perspectiva sobre nuestra deuda- calcula que en 2015-2016 nuestro superávit comercial podría alcanzar el 3% de nuestro PIB.

España –pese a lo que diga algún economista mediático- está exportando como nunca lo hemos hecho. Basta repasar las estadísticas oficiales referentes a la balanza comercial y a su evolución para darse cuenta de ello. Estamos reduciendo el déficit comercial sobre la base de un incremento de las exportaciones conjugado con una contención/reducción de las exportaciones.

El último dato de evolución del 3er trimestre de nuestro PIB muestra  un crecimiento del 0,1% con respecto al trimestre anterior. Esto es doblemente meritorio si tenemos en cuenta que dicha evolución positiva –pequeña pero positiva al fin y al cabo- se debe a la mejora en el consumo. Francia ha decrecido un 0,1% en ese mismo período.

Si el consumo interno se estabiliza y volcamos todos nuestros esfuerzos es competir en los mercados exteriores con nuestros productos, España podrá volver a crecer a tasas relativamente elevadas.  Y lo que es más importante, podremos prever de forma optimista nuestro futuro sobre la base del crecimiento de nuestras exportaciones.

“La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. Esta frase del gurú del management Peter Drucker puede ser aplicada no sólo al ámbito empresarial sino también al manejo de las economías de los países. Resulta especialmente oportuna si la contextualizamos con las decisiones económicas erróneas que toman a veces los políticos y que comprometen el futuro de los ciudadanos a quienes dicen servir.

En los últimos días hemos asistido a la presentación del libro del  exministro de economía, Pedro Solbes, momento que ha sido utilizado por este para abjurar de las políticas que defendió cuando ocupaba dicho cargo.

Un año clave para España fue el año 2007. En ese año la deuda pública sobre PIB se situó en el nivel del 36,3% y la del déficit comercial en el 9,5% sobre nuestro PIB.  Además hubo un superávit presupuestario equivalente al 1,7% del PIB.  El 2007 pasará a la historia por ser el inicio de una crisis mundial, que en nuestro caso, se vio potenciada por nuestros desequilibrios internos y por las decisiones desacertadas que  tomaron nuestros responsables políticos en aquellos años.

El boom económico español iniciado en la 2ª mitad de los años noventa se basó en la construcción y en el crecimiento de la demanda interna. Este paradigma se apoyaba en un efecto riqueza ilusorio y en un crédito barato de fácil obtención. En el año 2008 nuestro PIB tocó una cifra record absoluta, totalizando 1.087.788 Mn€. Pero tan sólo un año después, en 2009 descendió abruptamente hasta 1.046.894 Mn€ y el superávit en las cuentas públicas de años atrás se tornó en un déficit por un importe equivalente al 11,2% de nuestro PIB.  La deuda pública en circulación aumentó en 128.099 Mn€ a lo largo de ese mismo año 2009. El resto de la historia hasta llegar al momento económico actual es, por desgracia, de sobra conocida.

Y la pregunta que cabe hacerse es ¿tiene futuro un país como España aquejado de problemas tales como el alto endeudamiento público y privado,  envejecimiento de la población y altas tasas de desempleo? La respuesta es SI, si los españoles nos lo proponemos.

El futuro de España pasa inexcusablemente por abordar de una forma eficaz los cepos que impiden su crecimiento y por cambiar nuestro modelo de crecimiento. Tenemos en primer lugar que resolver por ejemplo –por citar tan sólo algunos de los más importantes- el problema del mercado laboral, los altos precios de la energía o el de la reforma de las pensiones.

El modelo de crecimiento futuro se debe apoyar en el sector exterior. Sólo así lograremos equilibrar nuestra balanza comercial y captar flujos de inversión extranjera sostenibles en el tiempo que se traduzcan en puestos de trabajo y en un crecimiento de nuestro PIB. La agencia de calificación Standard & Poor´s –que recientemente ha mejorado hasta estable la perspectiva sobre nuestra deuda- calcula que en 2015-2016 nuestro superávit comercial podría alcanzar el 3% de nuestro PIB.

España –pese a lo que diga algún economista mediático- está exportando como nunca lo hemos hecho. Basta repasar las estadísticas oficiales referentes a la balanza comercial y a su evolución para darse cuenta de ello. Estamos reduciendo el déficit comercial sobre la base de un incremento de las exportaciones conjugado con una contención/reducción de las exportaciones.

El último dato de evolución del 3er trimestre de nuestro PIB muestra  un crecimiento del 0,1% con respecto al trimestre anterior. Esto es doblemente meritorio si tenemos en cuenta que dicha evolución positiva –pequeña pero positiva al fin y al cabo- se debe a la mejora en el consumo. Francia ha decrecido un 0,1% en ese mismo período.

Si el consumo interno se estabiliza y volcamos todos nuestros esfuerzos es competir en los mercados exteriores con nuestros productos, España podrá volver a crecer a tasas relativamente elevadas.  Y lo que es más importante, podremos prever de forma optimista nuestro futuro sobre la base del crecimiento de nuestras exportaciones.