El difícil arte de hacer felices a los españoles

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jacilluch, Flickr, Creative Commons

La semana pasada se conocieron dos noticias halagüeñas para la economía española. La primera de ellas fue que el empresario Bill Gates compró por 113,6 millones de euros, el 6% de Fomento de Construcciones y Contratas (FCC). La segunda, el Banco de España certifica el fin de la recesión del país y estima que la economía creció 0,1% en julio-septiembre 2013, luego de nueve trimestres consecutivos de descenso.

Una vez conocidas estas piezas de información, se desató una gran discusión entre formadores de opinión de las distintas tendencias políticas, donde aquellos más afectos al gobierno español veían estos eventos como la confirmación de que se han hecho los ajustes correctos y que han empezado a dar frutos. Por su parte, los opositores alertaban sobre los peligros de pensar que las mejoras de tipo macroeconómicos y de clima de inversión afectan de manera positiva e inmediata al 25,9% de desempleados.

Lo más relevante de esta discusión, para aquellos interesados en los mercados de títulos valores viene dado más que por la valoración de las posiciones políticas, por la constatación del impacto de un par de medidas que han estado presentes en los planes de acción para dar frente a la crisis financiera internacional del 2008 y que tanto ha afectado a la Eurozona: las inyecciones masivas de liquidez por parte de los bancos centrales de EE.UU., Inglaterra y Japón, así como las “flexibilizaciones” de las leyes laborales.

Para muchos la presencia de Bill Gates en España más que el aval a un entorno de inversión amigable, es la consecuencia del Quantitative Easing que ha inyectado tanta liquidez al sistema que ha obligado a los inversionistas a ser mucho más agresivos en la búsqueda de oportunidades para colocar sus excedentes en un mundo de bajas tasas de interés.

Muchas de estas oportunidades de inversión se busca en regiones donde los activos financieros han estado deprimidos como es el caso de España. Si esta tendencia se hace más fuerte es muy posible que empiecen las matrices de opinión a formarse alrededor de las advertencias del peligro que implica que las empresas españolas pasen a manos del capital multinacional, tal como ha sucedido en Italia en años recientes.

Para otros, esta incipiente recuperación es el resultado de una “flexibilización del mercado laboral” donde se permite la proliferación de contratos de trabajo temporales y/o de tiempo parcial, que son menos costosos para los empresarios y ofrecen menos beneficios a los empleados. Frases como “lo temporal se vuelve permanente” no es más que el reconocimiento del hecho de que la ganancia en la competitividad de los países periféricos de la Eurozona (Grecia, Irlanda, España y Portugal) será costeada entre otros por la fuerza laboral que de una forma u otra ajustará sus beneficios a la baja.

En la medida en que el capital internacional se mueva de unas a otras regiones, tratando de capturar oportunidades de inversión generadas por los ajustes post crisis, debemos también estar preparados para ver aumento de la volatilidad de los mercados financieros producto de los rebalanceos más frecuentes de portafolios internacionales que quieren tratar de llegar primero a “los sitios Hot”. Los mercados financieros de Australia y Hong Kong han sufrido en los últimos años salidas de capitales cada vez que se habla de una reducción en la tasa de crecimiento de China, principal socio comercial de los anteriores.

Si bien la anticipación del desempeño macroeconómico siempre ha sido relevante para la recomposición de portafolios de inversión, las complejas interconexiones económicas de los últimos años han exacerbado este hecho.

Volviendo al caso español, el presidente Rajoy se mantiene deseando que la población de su país procese las “buenas nuevas” como un signo de que habrá tiempos mejores, y que esto se traduzca en la práctica en aumento del consumo y la inversión. Sus opositores no están dispuestos a permitir que se olvide a quienes aun no le llegan los beneficios de las mejoras. Rajoy está experimentando en carne propia algo que como político experimentado siempre intuyó: no es fácil hacer felices a los españoles.