El 2012, el año del dragón Draghi

Frantz_Wenzel
Foto cedida

Hace un año exactamente, el leitmotiv de nuestras perspectivas era “2012, el año de la bifurcación”. La alternativa era alarmante, pero simple: o la eurozona hacía progresos convincentes para salvar su crisis de gobierno o se iba a iniciar un proceso irreversible tendente a un desmantelamiento caótico, aumentando las nefastas perspectivas de depresión global.

Frente a esta posibilidad binaria y al inmenso shock que un escenario de “Eurogeddon” habría provocado muy probablemente, creemos que es momento de volver la vista atrás y recuperar los análisis y recomendaciones que hicimos para 2012.

Sopesando los diferentes argumentos, sugerimos, y así ocurrió, que era más probable que se llegase a un resultado positivo que, que se produjese un desmantelamiento desordenado de la zona euro. Sin embargo, llegar a este punto necesitó de las fuerzas combinadas de tres elementos: al acuerdo sobre el fiscal compact, la decisión de avanzar hacia la unión bancaria y, por encima de los demás, la firme declaración hecha por el presidente del BCE, Mario Draghi, de preservar el euro cueste lo que cueste, seguida de la decisión del BCE de asistir a aquellos países que solicitasen ayuda, acuñada en la terminología del BCE como programa OMT.

En lo que respecta a las economías periféricas, hemos  manteniendo consistentemente que España tendría que ser delimitada  y que  Italia es el eslabón más débil en la zona común monetaria. Sin embargo, mientras que la situación sigue siendo complicada para ambos países, ensombreciendo sustancialmente el panorama para 2013, creemos que es justo reconocer que  Mario Monti tuvo éxito en su labor de cambiar la percepción sobre Italia. El gobierno tecnócrata ha recuperada la confianza política y, por tanto, la de los inversores. Por otro lado, España sigue siendo un comodín político: es muy probable que continúen las tensiones entre el Gobierno central y las autonomías. Además, las ideas separatistas están ganando terreno, minando la estabilidad y la coherencia política.

En lo que respecta a la economía, esperábamos un importante enfriamiento del PIB mundial, que se situaría en torno a un 2,8%, debido sobre todo a la crisis de la eurozona y que se vería agravado por las tensiones de liquidez en el mercado interbancario y por el desapalancamiento global en curso. Es justo reconocer que la economía china se ha enfriado más y antes de lo previsto, con la tasa de crecimiento trimestral del PIB cayendo hasta el 6,1% en el primer trimestre de 2012. No obstante, nunca suscribimos la teoría de un aterrizaje forzoso de la economía china.  Estábamos y seguimos convencidos de que tanto el gobierno saliente como el nuevo que ha entrado darían y darán lo mejor de sí mismos para sofocar los vientos en contra económicos tanto externos como internos.

El crecimiento en Estados Unidos ha seguido el guión casi al pie de la letra – salir del paso ha sido el nombre de la película. Japón, que suele ser considerada como una economía muy peculiar, confirmó esta idea. Esperábamos una recuperación basada en inversiones de capital, que no se ha producido. Esto se debió en parte a las tensiones con la vecina China, en parte debido a la existencia de una divisa fuerte y finalmente debido a que el comercio mundial se ha visto entorpecido por la crisis del euro. Alemania, el bastión de la zona euro, capeó la tendencia recesionista a lo largo de la mayor parte de 2012 y poco sorprendentemente ha mostrado algunos signos de fatiga en los últimos tiempos.

La flexibilización de la política monetaria ha estado brillando en los radares de nuestros monitores. Finalmente, hemos alcanzado más de que lo que pensamos que estaba garantizado. Los bancos centrales de todo el mundo pusieron la maquinaria a pleno rendimiento y más. De hecho, la Fed extendió la operación Twist, embarcándose en el QE3 y QE4 y se comprometió a mantener los tipos oficiales a niveles ultra bajos hasta mediados de 2015. Más avanzado el año, el Banco de Japón se “unió al club” y aumentó las compras directas de activos con el objetivo de reactivar su débil economía. Por último, los bancos centrales de los mercados emergentes han pasado de una postura de combatir la inflación a otra de apoyo al crecimiento, dado que el ambiente económico continuaba deteriorándose.