Democracia real

jaime
Máximo García

Es curioso cómo la nueva política se impone a pesar de no ser más que un concepto viejo pero con estética renovada. Muchos cuentan lo mismo pero de forma diferente, con coleta, sin coleta, con corbata roja, con corbata azul, sin corbata... Los actores en este caso piensan que lo que cuentan es diferente y lo hacen con la seguridad que da creer que es así. Pero hay muchas cosas en las que no se puede innovar, pero sí contar de otra manera, a ver si cuela. En ese juego también se mueve nuestra industria, poniendo etiquetas a cosas que han existido toda la vida y que si uno lo piensa, suenan a dejá vú (monetarios dinámicos, enhanced betas, etc.).

Lejos de criticar esto, que es ley de vida y es colateral a la corta memoria que el ser humano tiene, hay algo en lo que pocas veces entramos; hablo de valorar el fondo de inversión como vehículo de inversión colectiva, como un mecanismo que da acceso a los particulares a mercados y estrategias de inversión, como instrumento que democratiza las finanzas en sentido amplio. Casi todo el mundo olvida que los fondos son de los partícipes y que existen mecanismos para ejercer su voz y para orientar el barco hacia donde lo consideren dichos partícipes. Se trata de una cooperativa, con matices, pero un sistema cooperativista. Pocos ejercitan sus derechos y aún menos creen en ellos, y si nos paramos a pensarlo existen y es real, no debe venir nadie de fuera a dar lecciones de buen comportamiento porque llegada la comparativa, el fondo está en buena posición, muy buena. Todo es mejorable, pero los fondos de inversión permiten eso y muchas más cosas, pero para ello tenemos que creérnoslo y ejercitar nuestros derechos, porque tales derechos ya existen.