Al Papa no le gustan las sicav

Siempre queda una gota para colmar cualquier vaso y cuando uno cree que ya lo ha oído todo, resulta que se ve sorprendido por algo nuevo. En este caso, además, no estamos ante una gota cualquiera y bien puede decirse que es de agua bendita. Si algo faltaba por escuchar cuando de Sicavs se trata es que no son del gusto del Vaticano. Más aún, no son del gusto del Papa Francisco. Y es que el Santo Padre, como así relata el Vatican Insider (Grupo La Stampa), ha vetado personalmente la creación de una Sicav en Luxemburgo para la gestión de parte de los depósitos de la Santa Sede. Como no podía ser de otro modo, la idea de la Sicav partió del presidente del Instituto para las Obras de Religión (el IOR, más conocido como Banco Vaticano) que no es otro que Jean-Baptiste de Franssu. ¿Estaremos ante el principio de la creación de una banca católica o finanzas católicas al estilo de la islámica?

Según el relato del Vatican Insider, tras la aprobación de la propuesta por el consejo del IOR (compuesto por laicos), el proyecto de crear una Sicav se sometió a la revisión de la Comisión Cardenalicia de Vigilancia del IOR, que está guiada por el español Santos Abril y Castell. Y de ahí, pasó directamente al escritorio del Papa Francisco, quien se ocupa con mucha atención de las decisiones más importantes relacionadas con el Banco Vaticano. ¿Y qué es lo que no gustó de la propuesta de De Franssu? Parece ser que la voluntad de la Santa Sede es no querer entrar en el mundo de “ciertos instrumentos financieros” y, además, “el fondo de inversión en Luxemburgo habría podido complicar las funciones de vigilancia”, siempre según se cuenta en el artículo. En definitiva, que como así ha señalado desde el principio de su Pontificado, el Papa Francisco quiere luchar contra la tendencia del IOR a comportarse como banco de negocios. La pregunta lógica es ¿Qué hace entonces Jean-Baptiste de Franssu al frente del IOR?

Entrando ya en el terreno de la imaginación, De Franssu tiene dos opciones (tiene muchas más, claro está) y ninguna fácil. La más complicada es crear, inventar, vamos, sacarse de la manga “algo” que, sirviendo para los mismos fines que la Sicav Luxemburguesa, encaje en esos otros instrumentos financieros que no levantan las sospechas del supervisor vaticano por adecuarse a sus principios. Y si yo fuera gestor seguiría muy de cerca los  trabajos del IOR no vaya a ser que marquen tendencia. Si esta opción es ardua, la otra puede ser imposible: intentar explicar -y convencer- al supervisor vaticano y al Santo Padre que las Sicav no son obra del diablo y Luxemburgo no es el averno. Porque ¿no lo son, verdad? ¡Vaya! Acabo de recordar la reciente boda del primer ministro Xavier Bettel, pero no, esto ya es rizar el rizo demasiado.